Cuerpos
Desde lo alto del acantilado, que se levanta sobre el mar, es imposible distinguir si los dos cuerpos tendidos en la playa nudista pertenecen a dos hombres, a dos mujeres o una pareja de distinto sexo. Est¨¢n expuestos al sol, uno junto al otro, y a esta distancia se les ve del tama?o de un par de cerditos rubios, pelados. En la playa no hay nadie m¨¢s. Los dos cuerpos palpitan frente a la inmensidad del mar, bajo el firmamento bru?ido como un diamante. Parece que la luz del mediod¨ªa los ha sumido en un profundo sue?o, dentro del cual puede que sus sentidos perciban todos los olores agrestes que brotan con violencia de las plantas agarradas a la pared de la cala. Ahora uno de los cuerpos, no se sabe si de hombre o de mujer, se ladea hasta apoyarse en un costado y comienza a acariciar a su pareja con un gesto de la mano reiterativo, casi mec¨¢nico. El acantilado tiene una resonancia extraordianria. Ofrece tres ecos a los chillidos de las gaviotas y ahueca los golpes del oleaje en cada caverna hasta llevar su sonido a la cima. Parece que las caricias han activado a la otra persona dormida, que pronto responde a la llamada del sexo. Los dos cuerpos entrelazados comienzan a agitarse. En medio de la naturaleza la acci¨®n de esta pareja es insignificante; los latidos de su sangre son nada si se comparan con el pulso del mar, pero sus primeros gemidos de placer puede que hayan llenado los pliegues de la brisa porque poco despu¨¦s unos gritos desaforados llegan hasta lo alto del acantilado como si fueran aves que hubieran aprovechado la corriente t¨¦rmica del aire para elevarse. Si alg¨²n observador decidiera despojarse de la belleza de este grandioso paisaje y reducir la pasi¨®n de estos dos cuerpos enigm¨¢ticos a una cuesti¨®n de g¨¦nero masculino y femenino estar¨ªa vulnerando a la naturaleza entera: ni el mar guardar¨ªa en su seno un abismo inexplorado, ni la palpitaci¨®n de la tierra abrasada se fundir¨ªa en el aire con el violento perfume de hierbas silvestres ni este silencio planetario podr¨ªa crear ning¨²n alma. He aqu¨ª dos cuerpos que se atraen, se buscan, se aman hasta alcanzar el punto culminante del ¨¦xtasis. Desde esta altura no se puede distinguir si son dos hombres, dos mujeres o una pareja de distinto sexo, pero su orgasmo dual ha llegado a la cima del acantilado junto con los chillidos de las gaviotas. Ahora se zambullen desnudos en el mar y el agua azul los diluye sin que ning¨²n c¨®digo, ninguna moral, ning¨²n registro civil pueda impedir la felicidad de sus cuerpos indescifrables.
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