Nueva carrera espacial para millonarios
La iniciativa privada se apunta al desaf¨ªo de los cohetes y considera que ser¨¢ un buen negocio
La primera incursi¨®n de Paul G. Allen en el mundo de los cohetes, seg¨²n recuerda, fue adversa. "Mi primo y yo intentamos construir un cohete con la pata de aluminio de un sill¨®n", cuenta. Con s¨®lo 12 a?os, el futuro multimillonario busc¨® cinc y azufre en su equipo de qu¨ªmica, e introdujo la mezcla en el tubo. La f¨®rmula era correcta, pero no hab¨ªa buscado el punto de fusi¨®n del aluminio. "Se oy¨® un gran estruendo", dice, "y luego se derriti¨® all¨ª mismo".
Sus cohetes han mejorado mucho desde entonces, y tambi¨¦n son mucho mayores. Allen, cofundador de Microsoft, es responsable del SpaceShipOne, el peque?o cohete tripulado que el a?o pasado gan¨® el Premio X Ansari, de ocho millones de euros, a la primera nave de financiaci¨®n privada que vol¨® hasta la frontera del espacio, a casi 112 kil¨®metros de altura.
"Aqu¨ª es donde est¨¢ la acci¨®n, y no en la NASA", dice el asesor espacial Charles Lurio
Allen no fue su dise?ador -fue Burt Rutan, el legendario ingeniero aeron¨¢utico-, no es uno de los pilotos de pruebas que realizaron los vuelos que ganaron el concurso -fueron Michael Melvill y Brian Binnie-, ni el que se lleva los laureles, pero sin ¨¦l nada es posible: es el hombre que firma los cheques. E hizo lo que hacen los ricos: contrat¨® a gente buena.
El vuelo del SpaceShipOne le convirti¨® en el miembro m¨¢s conocido de un creciente club de multimillonarios de alta tecnolog¨ªa, al que tambi¨¦n pertenece el fundador de Amazon Jeff Bezos, que poseen dinero suficiente como para hacer realidad su fascinaci¨®n infantil con el espacio. Rick N. Tumlinson, cofundador de la Fundaci¨®n Space Frontier, un grupo que promueve el acceso p¨²blico al espacio, afirma que la iniciativa se ha convertido en un s¨ªmbolo de categor¨ªa m¨¢s.
Algunos autodenominados "fan¨¢ticos del espacio" dicen que la posibilidad de que empresarios como Richard Branson (Grupo Virgin), puedan ayudar a la gente normal a ver el cielo negro - al menos a la gente normal rica- ha disipado gran parte de la emoci¨®n de la que disfrutaron durante mucho tiempo las iniciativas espaciales humanas financiadas por el Gobierno. "Ha cambiado por completo", afirma Charles Lurio, asesor espacial con un inter¨¦s en las iniciativas privadas que supera lo fervoroso. "Aqu¨ª es donde est¨¢ la acci¨®n, y no en la NASA".
La nueva generaci¨®n de empresarios espaciales adinerados incluye a Bezos, que fund¨® Blue Origin, y este a?o ha anunciado que ha adquirido casi 70 hect¨¢reas de tierra al oeste de Texas como sede para sus posteriores operaciones de lanzamiento. Elon Musk, fundador de PayPal, cre¨® la empresa de cohetes SpaceX, y John Carmack, creador de juegos de ordenador, ha estado probando dise?os de cohetes con su compa?¨ªa, Armadillo Aerospace. El motor de la nave de Allen fue desarrollado por SpaceDev, una empresa fundada por otro empresario inform¨¢tico, Jim Benson. Y Larry Page, cofundador de Google, se ha incorporado a la junta directiva de la Fundaci¨®n del Premio X.
El auge de los hombres adinerados del espacio es un momento ¨²nico en la historia, dice Meter H. Diamandis, cofundador del Premio X. "Los sue?os y expectativas que suscit¨® Apolo para todos estos empresarios no se han materializado", dice. Para Allen, de 52 a?os, el proyecto SpaceShipOne era la expresi¨®n de la pasi¨®n de toda una vida, afirma, un "amor por la ciencia y la tecnolog¨ªa y lo que puede hacerse con la ingenier¨ªa". La ciencia se convirti¨® en su fascinaci¨®n, y con un padre bibliotecario, pronto se dio cuenta de que hab¨ªa un libro para responder a cada una de sus innumerables preguntas. Consult¨® libros hasta descubrir "c¨®mo demonios funcionaba un turbopropulsor" a los 11 a?os. Sin embargo, cuando los lanzamientos a la Luna del programa Apolo tocaron a su fin, Allen vio c¨®mo sus voraces intereses cient¨ªficos se extend¨ªan a otros campos: la qu¨ªmica y, a los 15 a?os, cuando conoci¨® a Bill Gates, la inform¨¢tica.
Incluso despu¨¦s de fundar Microsoft, mantuvo vivo su inter¨¦s por el espacio. Esa empresa le convirti¨® en veinte veces m¨¢s que multimillonario, con la capacidad para invertir con prudencia, con imprudencia y, en ocasiones, incluso con frivolidad. Le concedi¨® el lujo de poder arriesgar y equivocarse.
En el pasado, la coheter¨ªa para aficionados hab¨ªa sido esencialmente un pasatiempo de fin de semana que reun¨ªa a gente en busca de diversi¨®n y fervor. La inform¨¢tica barata y potente ha reducido los costes y los problemas que implica dise?ar cohetes, afirma John Wickman, un ingeniero aeroespacial que ha escrito una gu¨ªa popular para la fabricaci¨®n de cohetes; grupos de aficionados habitualmente lanzan cohetes a nueve o 10 kil¨®metros por un coste de varios miles de d¨®lares. "Puede juntarse con dos tipos, y si su esposa no le mata por gastarse el dinero as¨ª, probablemente lo consiga", dice. Pero los aficionados s¨®lo pod¨ªan llegar hasta un punto, y nunca habr¨ªan so?ado con crear una nave tripulada que pudiera volar m¨¢s all¨¢ de la l¨ªnea de los 98 kil¨®metros que defini¨® el Premio Ansari X como l¨ªmite del espacio.
Tumlinson afirma que los empresarios tecnol¨®gicos est¨¢n acostumbrados a apoyar potentes tecnolo con escasas posibilidades, una buena base para el negocio espacial. "El programa espacial estadounidense actualmente es una actividad pasiva que carece de v¨ªnculos con quienes lo est¨¢n observando o con sus hijos", se?ala. La nueva carrera espacial es distinta: "La actitud es t¨² puedes hacerlo". Funcionarios de la NASA dicen que no es tan f¨¢cil. Aunque alaban los logros de Rutan y Allen, se?alan que existe una gran diferencia entre llegar a la frontera del espacio, cosa que hizo la NASA en los a?os sesenta, y construir algo que pueda resistir las duras condiciones del espacio orbital y la reentrada. Sean O'Keefe, anterior director de la agencia, define el ¨¦xito del SpaceShipOne como "un gran logro", pero tambi¨¦n como "un modesto primer paso". La resuelta temeridad del proyecto SpaceShipOne jam¨¢s podr¨ªa funcionar en la NASA, dice, y a?ade: "Si hubiera autorizado a alguien a montar en un avi¨®n de pl¨¢stico propulsado por gas de la risa con un traje de vuelo, al d¨ªa siguiente se habr¨ªa iniciado una investigaci¨®n del Congreso, independientemente de su ¨¦xito".
Allen comprende los desaf¨ªos mejor que la mayor¨ªa. Habla con conocimiento sobre la cantidad de energ¨ªa que debe disiparse cuando un veh¨ªculo regresa de su ¨®rbita y los diversos m¨¦todos para lidiar con los riesgos. "Es mucho m¨¢s dif¨ªcil realizar un vuelo orbital, mucho m¨¢s", reconoce. Pero su objetivo inmediato es menos ambicioso: allanar el terreno para negocios que realizar¨¢n breves viajes al espacio para aventureros. Seg¨²n dice, es un objetivo realista. Hay mucha gente que pagar¨ªa por la experiencia, y "de hecho, podr¨ªa recuperar parte de su inversi¨®n". Est¨¢ concediendo licencias para las innovaciones desarrolladas por Rutan, y a?ade: "Veo con optimismo la posibilidad de recuperar mi dinero". Afirma que se ha gastado unos 16 millones de euros en el proyecto, que es lo que gana en intereses mientras se lava los dientes.
Cuando se encontraba en la sala de control del SpaceShipOne durante los lanzamientos, explica allen, ten¨ªa el coraz¨®n en la garganta . Pero no tiene ninguna prisa por alcanzar ¨¦l mismo los l¨ªmites del espacio. "Cuando se haya demostrado que es incre¨ªblemente seguro, quiz¨¢ me lo plantee", dice. "Hay muchas cosas que quiero hacer realidad".
? The New York Times
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