El sue?o alem¨¢n
Domingo, d¨ªa del Se?or, en una asociaci¨®n cat¨®lica de la N¨¢poles de la posguerra. Unos feligreses esperan la llegada de la procesi¨®n mientras entonan un salmo acompa?ados al ¨®rgano. Los anuncios de las apuestas deportivas comparten las paredes desconchadas con la ropa tendida. En este contexto se desarrollan los 10 cuadros que componen I dieci comandamenti, Dec¨¢logo in due tempi (versi prosa e musica) de Raffaele Viviani (1888-1950), el poeta de la gente corriente que vive en las callejuelas de N¨¢poles, seg¨²n otro gran observador de la realidad, Christoph Marthaler, uno de los directores m¨¢s radicales y brillantes de la escena suizo-alemana.
La regi¨®n del Mezzogiorno de Italia representa para los alemanes una cultura muy cercana y a la vez muy lejana en la que Marthaler, como se?ala Andrea Koschwitz -responsable de la escenograf¨ªa y del vestuario del montaje-, busca el paralelismo con la Alemania oriental, otra regi¨®n desfavorecida que necesita de estrategias de supervivencia. Y de supervivencia, los italianos del sur saben un rato. La vida comunitaria y callejera marcada por los peque?os rituales alrededor de los a?icos que reciclan de manera improvisada componen el mosaico teatral de las macchiette o caricaturas dialectales de Viviani. Y ese teatro de sonidos, voces, rumores, cantos y carcajadas, esa amalgama de pasajes y peque?as escenas en los que los sucesos m¨ªnimos toman el protagonismo es lo que Marthaler nos ofrece con su espl¨¦ndida versi¨®n de la obra de Viviani.
Els deu manaments
Basado en Dec¨¢logo en verso, prosa y m¨²sica de Raffaele Viviani. Dramaturgia: Anna Viebrock. Int¨¦rpretes: Hildegard Alex, Rosemarie B?rhold, Susanne D¨¹llmann, Bettina Stucky, Matthias Matschke, Horst Westphal, Sophie Rois, J¨¹rgen Rothert, Clemens Sienknecht, Ulrich Voss, Winfried Wagner, Martin Wuttke. Escenograf¨ªa y vestuario: Andrea Koschwitz. Direcci¨®n musical: Clemens Sienknecht. Direcci¨®n: Christoph Marthaler. Teatre Lliure, Sala Fabi¨¤ Puigserver, Barcelona, 6 de julio.
"Son tutte belle per far l'amor", descubrimos que cantan los feligreses del primer cuadro, a quienes de entrada imagin¨¢bamos santificando la fiesta del Se?or. La subversi¨®n est¨¢ servida. El primer mandamiento se transforma aqu¨ª en "me amar¨¢s a m¨ª sobre todas las cosas y dir¨¢s tres veces que me quieres". Mujeres entradas en carnes y en a?os est¨¢n dispuestas a cambiar sus ropas por un trozo de pizza a domicilio. No es que cometan actos impuros, es que tienen hambre. Al sexto mandamiento le sale en este montaje un ap¨¦ndice: "No cometer¨¢s actos impuros ?t¨² solo!". Un tipo engatusa a otro al que le ha tocado la loter¨ªa para que le compre un retablo falso. No codicia los bienes ajenos, es que tambi¨¦n tiene hambre. Una joven en sost¨¦n se refresca en la pila de agua santa, a falta de la Fontana di Trevi en la que la exuberante Anita Ekberg hac¨ªa otro tanto, y revive en la mente del espectador La dolce vita de Fellini. El agua santa y sucia es sorbida con fruici¨®n y pajita por un hombre que piensa m¨¢s en la sed que tiene que en la impureza del agua. Un viejo esconde cartones de tabaco. No es que robe, es que de algo tiene que vivir. Junto a la picaresca del pueblo, sus melod¨ªas, como la napolitana Santa Lucia, que corean todos juntos. Y frente a los preceptos de la iglesia, el hit de Mina y Alberto Lupo Parole, parole, parole, que bordan Sophie Rois y Matthias Matschke.
Los temas musicales y los gags m¨¢s hilarantes (tronchante Martin Wuttke en su recreaci¨®n del tipo cojo) se suceden y se intercalan sin que nada rechine. El tempo de un dolce far niente, aunque algo amargo por el contexto, fluye con naturalidad, como los sue?os, y el de los alemanes sigue siendo Un viaje por el Mediterr¨¢neo, otro tema popular que al ¨®rgano se transforma en una plegaria. Sensacional.
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