Reafirmar los valores democr¨¢ticos
Ha sido un contraste cruel. El mi¨¦rcoles, los londinenses se alegraban de la noticia de que la propuesta de su ciudad para albergar los Juegos Ol¨ªmpicos hab¨ªa ganado. Las portadas del jueves estaban dedicadas a las escenas de j¨²bilo. Pero en el momento en que esas ediciones llegaban a los quioscos, Londres era ya un lugar m¨¢s oscuro y l¨²gubre, ya que una serie de explosiones coordinadas destru¨ªan su red de transportes. Todav¨ªa se est¨¢ rescatando a las v¨ªctimas. Todav¨ªa se est¨¢ contabilizando a los muertos y heridos. S¨®lo podemos imaginar el terror vivido por los miles de personas que se encontraban cerca de las explosiones, algunas atrapadas en oscuros t¨²neles, aturdidas por el impacto de lo que les hab¨ªa ocurrido en el transcurso de un viaje normal hacia el trabajo. Millones de personas m¨¢s sufr¨ªan ese temor que se apodera de uno hasta que puede localizar a amigos y familiares. El terror, las muertes, las heridas, las vidas devastadas: ¨¦sta ha sido hoy la historia de Londres, al igual que ha sido la historia de muchos otros en numerosos lugares, de Bagdad a Nueva York, pasando por Par¨ªs, Bali, Madrid y Estambul.
Londres es una ciudad de diversidad y tolerancia, una capital multicultural, abierta, abarrotada y din¨¢mica. ?stas son las cualidades que le aportan vitalidad. El sistema de transportes es un objetivo f¨¢cil. Hoy la ciudad se encuentra paralizada; los servicios de emergencia luchan por llegar hasta las personas atrapadas y heridas. En el pasado, los londinenses se han mostrado estoicos ante el terror. Durante 30 a?os, la capital fue el objetivo de los ataques intermitentes del IRA, bombardeada de vez en cuando, perturbada con frecuencia. Cada ataque es un asalto a la confianza y la tolerancia de la ciudad, y ser¨ªa ingenuo suponer que estas cualidades no corren ning¨²n riesgo. Pero ahora es momento de reafirmar esos valores, de resistirse a culpar a cualquier comunidad o fe por las acciones de los criminales, de defender las tradiciones de justicia, disensi¨®n y solidaridad, ese amplio terreno del que se vale el ciudadano democr¨¢tico.
Cientos de miles de esos ciudadanos han estado en Escocia esta semana, reunidos para manifestar su descontento con los l¨ªderes del G-8, para reclamar otra v¨ªa, unas prioridades distintas, la atenci¨®n urgente a la pobreza en ?frica y a la catastr¨®fica amenaza del cambio clim¨¢tico. Ellos son la voz de los valores democr¨¢ticos que el terrorismo pretende destruir. Hoy Londres es una ciudad herida. Tal vez haya m¨¢s atentados. ?C¨®mo deber¨ªamos responder los ciudadanos democr¨¢ticos? El terrorismo no puede destruir la democracia por s¨ª solo, pero puede incitarnos a que lo hagamos nosotros. La tarea de la polic¨ªa es dar con los autores, la del ciudadano es insistir en que el Estado no debe hacer lo que el terrorismo no puede conseguir, y la del gobierno (por mucho que se le provoque) es honrar y defender nuestras libertades.
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