Mitos y tragedias
Nuestra historia ocurre en el transcurso de la conocida tragedia griega Edipo Rey, de S¨®focles. Edipo llega a Tebas, que se encuentra aterrorizada por la esfinge, un monstruo terror¨ªfico con cuerpo de le¨®n y cabeza de humano. ?sta ha formulado un enigma al pueblo y exige el sacrificio de una v¨ªctima humana al d¨ªa mientras sea incapaz de dar respuesta al enigma. El enigma, aparentemente trivial, diezma la poblaci¨®n de la ciudad hasta que Edipo da con la siniestra respuesta y la salva del castigo de los dioses.
Dec¨ªa as¨ª el enigma de las tres edades: "Se mueve a cuatro patas por la ma?ana, camina erguido al mediod¨ªa y utiliza tres pies al atardecer. ?Qu¨¦ cosa es?". Nadie encontr¨® la respuesta hasta que Edipo cay¨® en la simplicidad de la cuesti¨®n: el hombre.
En el equipo Illes Balears no se salv¨® de rodar por el asfalto ni el apuntador
El Tour, territorio m¨ªtico donde los haya, es otro campo abonado de tragedias, aunque ¨¦stas m¨¢s terrenales que las anteriores. Ni Francia es Grecia ni la sociedad del siglo XXI se parece mucho a la del siglo V antes de Cristo. Ni Zeus ni Prometeo ni Hermes, por dar ejemplos, son personajes que hayamos visto rodar por alguna carretera francesa, aunque seguro que hemos visto repetida en el asfalto alguna de sus peripecias 2.500 a?os despu¨¦s. Ni tampoco el Olimpo es un puerto de ¨¦sos que han forjado la leyenda.
Aqu¨ª, los dioses tienen otros nombres. Se llaman Mercks, por ejemplo; o Anquetil, o Hinault, o Indurain o, por qu¨¦ no decirlo, Armstrong. Y los lugares m¨ªticos se llaman Tourmalet, Galibier, l'Alpe d'Huez, lugares a¨²n m¨¢s antiguos que los mitos, viejas monta?as europeas que ya estaban ah¨ª antes de que los griegos, y nosotros, danzasen por ¨¦ste mundo.
Pero las tragedias que nos ata?en son tragedias manchadas de rojo. El color de la sangre, ese l¨ªquido elemento que brota cuando desaparece nuestra piel al contacto con el asfalto. Adem¨¢s, nuestro enigma es m¨¢s accesible, pues las c¨¢maras de televisi¨®n se encargan de que no haya un detalle que se nos escape. Camina a dos patas por la ma?ana; se desplaza gracias a esas dos patas, pero sin tocar el suelo, al mediod¨ªa; yace inm¨®vil con todo el cuerpo en el suelo durante unos instantes en cualquier momento de la tarde, contin¨²a de nuevo como antes, avanzando sin tener contacto con la tierra, para terminar al atardecer de nuevo a dos patas, como a la ma?ana. ?Qu¨¦ cosa es? F¨¢cil por lo evidente: un ciclista en cualquiera de las etapas de la primera semana del Tour de Francia.
Nuestra esfinge, aqu¨ª, tiene forma de billete de avi¨®n, el que te dan si una ca¨ªda te obliga a irte para casa. No hay d¨ªa sin sacrificio. Y Edipo, nuestro salvador, se presenta aqu¨ª metamorfoseado en las monta?as, la salvaci¨®n que aparece en el horizonte que pone punto final a la angustia de estos d¨ªas. En ellas llegar¨¢n nuevas tragedias, pero, al menos, ¨¦stas ya se van terminando.
Pedro Horrillo es ciclista del Rabobank.
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