D¨ªa de ca¨ªdas, d¨ªa de McEwen
Segundo triunfo del australiano en otro 'sprint' en el que G¨¢lvez acaba por los suelos
En el verano de 1817, el exc¨¦ntrico bar¨®n Karl von Drais, que necesitaba un veh¨ªculo c¨®modo en su trabajo de supervisor forestal del Gran Duque de Baden, invent¨® en Karlsruhe el veloc¨ªpedo, el eslab¨®n perdido que conducir¨ªa 60 a?os m¨¢s tarde a la bicicleta. Ayer, en el verano de 2005, Fabian Wegmann, menguado escalador alem¨¢n, intent¨® reinventar el ciclismo o, m¨¢s bien, recuperar del ba¨²l de la historia del Tour el concepto en desuso de fuga solitaria en etapa con final en pa¨ªs extranjero protagonizada por un chaval del pa¨ªs que se visita cuyo m¨¢ximo exponente fue la acci¨®n triunfante de Jos¨¦ P¨¦rez Franc¨¦s en Barcelona en 1965.
"?Pero c¨®mo va a ganar una etapa del Tour un tipo que anuncia agua mineral sin gas en su camiseta?", reaccion¨® r¨¢pidamente el b¨¢rbaro de al lado en referencia al Gerolsteiner, el equipo del afanoso Wegmann; "eso tendr¨ªa que estar prohibido. ?Mira, mira! No me extra?a, ya lo han cogido". Al b¨¢rbaro, que no cierra el pico as¨ª le aspen, se le contest¨® debidamente que tampoco era mucho m¨¢s elevado el anuncio de calcetines Ferrys que sobre su pecho llevaba en el jersey rosa P¨¦rez Franc¨¦s el d¨ªa que entr¨® solitario por el Paralelo, rozando su bar Las Banderas, en San Pablo, 103, camino de Montju?c, en la capital catalana del concilio ecum¨¦nico. Y se le precis¨® debidamente que, si Wegmann fracas¨® en su intento de llegar a Karlsruhe de la misma manera que Von Drais fracas¨® con su veloc¨ªpedo, fue sencillamente porque la historia marchaba por otro lado. O porque McEwen no quiso.
En el equipo Illes Balears no se salv¨® de rodar por el asfalto ni el apuntador
Organiz¨® la fuga de Wegmann, jug¨® al escondite y surgi¨®, fulgurante, al final
Robbie McEwen es como aquel famoso fot¨®grafo tan r¨¢pido que logr¨® hacer una foto de la salida y otra de la llegada de una final ol¨ªmpica de los 100 metros. Ayer, el veloz australiano fue capaz de organizarle la fuga a Wegmann, de jugar al escondite con el pelot¨®n, de superar indemne las decenas de ca¨ªdas que se suced¨ªan a su lado en las mojadas carreteras de Alsacia -la lista de heridos, el parte m¨¦dico, emitida por los m¨¦dicos parec¨ªa la gu¨ªa telef¨®nica- y de llegar a la ¨²ltima recta, viento de cara, tan escondido que s¨®lo se le vio aparecer, fulgurante, en los ¨²ltimos 50 metros. Para ganar.
La fuga se la organiz¨® McEwen a Wegmann en un puerto de tercera no tanto por generosidad como porque estaba hasta las narices. Vital, aunque suene parad¨®jico, para que una etapa termine al sprint, objetivo ¨²nico de McEwen, es que triunfe pronto una fuga, que el pelot¨®n se calme, que se organice, que los equipos de sprinters hagan su trabajo con m¨¦todo y control. Pero no una fuga cualquiera. Una fuga de 12 o 15, por ejemplo, no le interesa a nadie. Se convierte en un artefacto incontrolable. Y ayer era un d¨ªa de ¨¦sos. Desde la salida lluviosa y fr¨ªa del castillo de Luneville se ve¨ªa que iba a ser uno de esos d¨ªas. Nervios. Miedo. Miles de intentos de grandes grupos, ning¨²n ¨¦xito. As¨ª que, harto, viendo que la cosa se le pod¨ªa ir de la mano, McEwen, brillante, actu¨®. Cogi¨® a Wegmann, al que ve¨ªa activo y con ganas de vestirse de lunares llegando a su pa¨ªs, y antes del puerto de tercera lo puso a su rueda. Aceler¨® y los dos se fueron. Y, cuando ya llevaban poco m¨¢s de un minuto de ventaja y la escapada estaba enfilada, McEwen levant¨® el pie, se volvi¨® y le dijo a Wegmann: "Ahora sigue t¨² solo". Se par¨®, se fue a la cuneta, se escondi¨® entre los ¨¢rboles del bosque y s¨®lo cuando el pelot¨®n, acelerado e inquieto, pasaba por all¨ª se reintegr¨® por la cola. Cu-c¨², aqu¨ª estoy.
C¨²-c¨², aqu¨ª estoy, repiti¨® en la llegada, cuando sali¨® impetuoso de la espalda de Eisel por la derecha. Le vio; le oy¨®, desesperado, Boonen, que llegaba por el centro y se qued¨® sin aire. Le oyeron, le vieron, inalcanzable, todos los del reino de los sprinters, todos salvo Isaac G¨¢lvez. Hoy empieza la monta?a en el Tour, un segunda en los Vosgos, a 15 kil¨®metros de la meta. Los velocistas hacen balance de un Tour del que desaparecen durante al menos una semana y el sprinter catal¨¢n a¨²n no ha podido demostrar que tiene un hueco en el Tour. No ha habido d¨ªa en el que no se haya ca¨ªdo o se haya visto perturbado. Ayer su rueda delantera hizo el afilador con la de Davis y, de rebote, se enganch¨® con Angelo Furlan. ?Pumba! Los dos al suelo. Era la ¨²nica ca¨ªda que, pr¨¢cticamente, le faltaba al Illes Balears en un d¨ªa duro. No se salv¨® ni el apuntador. Antes, Valverde un par de veces -sin efectos visibles-, Arrieta -con una fuerte contusi¨®n en el muslo izquierdo-, Txente Garc¨ªa Acosta y Mancebo, que, cruzando las v¨ªas de un tranv¨ªa, mojadas, resbaladizas, vio c¨®mo delante se le ca¨ªa el mismo Furlan que luego se caer¨ªa con G¨¢lvez y no pudo evitar caer sobre su espalda, que cruji¨® con el peso del abulense, ligero.
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