Brno, una sorpresa checa
La segunda ciudad del pa¨ªs brilla a la sombra de Praga
En 1645, el general sueco que siti¨® la ciudad de Brno asegur¨® con temeraria y soberbia seguridad que si no consegu¨ªa tomar la ciudad antes del mediod¨ªa, retirar¨ªa sus tropas. A las once, cuando los suecos estaban a punto de escalar los muros, el campanero toc¨® las doce. Y el general, desapercibido de la a?agaza, pero fiel a su palabra, retir¨® su ej¨¦rcito. Desde entonces, las campanas de la ciudad de Brno dan las doce una hora antes del mediod¨ªa. De esta manera, con una recurrencia de siglos, podemos sentarnos hoy d¨ªa en cualquier pivnice (cervecer¨ªa) a tomar una de sus deliciosas cervezas Pilsner o uno de sus excelentes licores de ciruela, y asistir al extra?o sortilegio de la manipulaci¨®n del tiempo (y, por tanto, del espacio) como si fuese una masa enharinada en manos de un panadero.
Brno, la segunda ciudad de Chequia, capital del sur de Moravia, una regi¨®n de abundantes vi?edos y suaves canciones populares, ha sorteado los meandros de la historia con esa noci¨®n de su an¨®mala situaci¨®n, circunstancias que ya concretaron en su momento algunos de sus hijos m¨¢s ilustres, como el matem¨¢tico Kurt G?del, relativizando el positivismo de los n¨²meros; el economista Eugen von B?hm-Bawerk, al desentra?ar la esencia temporal del capital; el escritor Milan Kundera, desenredando la levedad de sus seres, o el arquitecto Mies van der Rohe, que, no siendo oriundo, construy¨® en la ciudad la c¨¦lebre casa Tugendhat, famosa por sus innovaciones espaciales, seguramente contagiado por sus transitorios lapsos de raz¨®n. En realidad, tal distorsi¨®n es compartida por todas las tierras de la antigua Checoslovaquia, extendida a un lado y a otro del r¨ªo Morava, la l¨ªnea que divide Oriente y Occidente desde tiempos inmemoriales y en la que confluyen los grandes casquetes glaciares europeos. Prueba de ello es que el Imperio Romano, el Sacro Imperio Romano y la cristiandad comenzaron a fracturarse en ese limes, as¨ª como las dos guerras mundiales que se encendieron en tal fisura. Esa intensidad hist¨®rica no pod¨ªa sino crear dos estratos en la ciudad de Brno, uno pasado, muy espeso, y otro actual, liviano, entre los cuales fluye la vida de la gente, ambos entrecruzados con esa indeterminaci¨®n que es la marca de la casa.
La gran batalla
Un primer acercamiento a la ciudad puede hacerse desde las alturas, desde el imponente y g¨®tico castillo de Spilberk, construido sobre la monta?a al pie de la cual est¨¢ levantada la ciudad, y cuyas murallas resistieron el asalto de t¨¢rtaros, turcos, suecos, alemanes... hasta que acabaron siendo demolidas en 1809 por orden de Napole¨®n, el mismo que, cuatro a?os antes, a veinte kil¨®metros de all¨ª, hab¨ªa aplastado al ej¨¦rcito de noventa mil hombres y tres emperadores que se hab¨ªan aliado contra ¨¦l, marcando el c¨¦nit de su se?or¨ªo en Europa. Slavkov puede no decir nada al viajero, pero si nos referimos a su antiguo top¨®nimo, Austerlitz, seguramente ser¨¢ acogido con un fogonazo de inteligencia. Extramuros de la dura siller¨ªa del castillo podemos vislumbrar el escaparate cultural de la ciudad, un conjunto que se desliza a trav¨¦s de la atm¨®sfera incurablemente gris por las chimeneas de las f¨¢bricas, fruto de la laboriosidad del XIX, y que convirti¨® la ciudad en uno de los centros feriales e industriales m¨¢s importantes del pa¨ªs. Sincronizados con esta realidad fabril, y a¨²n no martirizados por el turismo mecanizado de Praga, podemos huronear por las tiendas y cervecer¨ªas de la Cesk¨¢, una arteria imanada a la plaza principal de N¨¢mesti Svobody o plaza de la Libertad, y entre cuyas casas medievales podemos visitar el Etnografick? ?stav, provisto con una abundante colecci¨®n documental y artesanal del pa¨ªs (cap¨ªtulo aparte merece el Museo de la Cultura Gitana, en el que se puede apreciar, entre muestras artesanales de la tradici¨®n roman¨ª, cuchillos, productos de cobre, campanillas... un precioso anillo de oro decorado con cabezas de caballo cuya leyenda le atribuye el poder de proteger a su due?o de las fuerzas del mal, cosa que sucedi¨® literalmente, ya que durante las deportaciones nazis a los campos de concentraci¨®n la joya sirvi¨® para que su propietario de entonces la trocase por su vida). Consciente de su propia importancia, que sin lugar a dudas escenifica, la plaza Mayor deja que la ciudad se vaya radiando a su alrededor, esta vez hacia la Dominik¨¢nske N¨¢mesi o plaza de los Dominicos, en la que damos con el antiguo monasterio de la orden remozado como Ayuntamiento, cuyo estilo es fruto de una extra?a simbiosis de reminiscencias rom¨¢nicas, g¨®ticas y barrocas. Detr¨¢s de ¨¦l, en un edificio neorrenacentista, se halla instalada la colecci¨®n Umeleckoprumyslov? Obdor, otra forma de investigar el alma morava a trav¨¦s de un dispendioso abanico de orfebrer¨ªa, miniaturas, relojes, joyer¨ªa... que demuestra que la diferenciaci¨®n entre arte y artesan¨ªa, es decir, entre la instrumentalidad bellamente in¨²til y la f¨¢brica de instrumentos que ayudan a vivir, es una divisi¨®n artificial. No muy lejos, tras dos revueltas de la ciudad vieja, nos plantamos frente a la catedral de San Pedro y San Pablo, un prodigio l¨ªrico de piedra y fe, construida y reconstruida a lo largo de los siglos con esa insistencia en la materia que quiz¨¢ sea el origen de la melancol¨ªa que, como un hilo rojo, recorre a los checos, fruto de las tragedias hist¨®ricas a las que han tenido que sobreponerse. Uno de los puntos calientes de la ciudad, el viejo mercado de las flores, Zeln? Trh, nos atrae con ese bullicio propio de los peque?os pueblos de Europa, obligados por su tama?o a ser m¨¢s europeos y cosmopolitas que los grandes; all¨ª resuenan a¨²n, entre bolas de verduras e invasiones de flores, los acordes que llegan del n¨²mero cuatro, el teatro Reduta, donde en 1767 un ni?o m¨¢gico dio un concierto creando el epicentro de una leyenda cuyos temblores recorrer¨ªan la piel musical de siglos sucesivos: Wolfgang Amadeus Mozart. Hacemos un alto en el museo moravo, Moravsk¨¦ Muzeum, sito en la misma plaza, donde sus colecciones nos vuelven a hablar del constante devenir de Brno por la resaca de la historia: el significativo reino de Bohemia, devastado por la Guerra de los Treinta A?os; el enorme brazo del Imperio Austroh¨²ngaro; la reci¨¦n creada Checoslovaquia; la anexi¨®n a la Gran Alemania en la II Guerra Mundial; la satelizaci¨®n alrededor de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y, finalmente, la partici¨®n del pa¨ªs, concluyendo en la actual Chequia. Como proclamaba Lampedusa en su Gatopardo: todo cambia para que todo siga igual.
Un caim¨¢n devorador
Al otro lado del Reduta, por la Radnick¨¢, nos espera el Ayuntamiento Viejo, una construcci¨®n g¨®tico-tard¨ªa en cuyo vest¨ªbulo nos encontramos con el Drag¨®n de Brno, un caim¨¢n hembra disecado donado por unos nobles venecianos en el siglo XVII en la creencia de que devoraba a las doncellas en edad de casar, y en la misma zona, junto al convento de los capuchinos, una extra?a iglesia (Nalezen¨ª Sv. Krize) alberga en sus criptas una antolog¨ªa de momias, antiguas personalidades de la ciudad. En direcci¨®n opuesta, la calle Minoristsk¨¢ nos pasea ante la iglesia minorita de San Juan y la m¨¢s peque?a de Loreto, y la transversal, Orl¨ª, nos conduce a Men¨ªnsk¨¢ Br¨¢na, los restos de una muralla que rodeaba la ciudad. El entreverado de calles reproduce perfectamente el particular di¨¢logo con el tiempo y el espacio de Brno, que vuelve a repintar especialmente los colores p¨¢lidos de su historia con otros radiantes en la calle de los Teatros (Divadeln¨ª). La tradici¨®n cultural de esta ciudad, consagrada en el teatro Mahen (1882), que fue el primer edificio de este tipo en Europa que goz¨® de iluminaci¨®n el¨¦ctrica, o en el Jan¨¢ckovo Divadlo (1965), podr¨ªa hacernos creer que su actualidad est¨¢ tan desconchada como un plan quinquenal, pero lo actual no es lo de ahora, sino lo que sucede en el instante, lo que act¨²a, y esa actividad se renueva en la proliferaci¨®n de clubes de m¨²sica, grupos de rock, programaciones intensivas de cine y teatro..., que no es m¨¢s que la consecuencia de ser un importante centro universitario, cuya poblaci¨®n contin¨²a sacando petr¨®leo de esta ciudad (cierto que tambi¨¦n fomentado por cierta rivalidad con Praga, resumida en la ingeniosa frase de un nativo: "Hay gusanos que sacan sedas de sus tripas, y cisnes que s¨®lo sirven para adornar estanques"). Podr¨ªamos seguir, Brno a¨²n tiene muchas sorpresas que entregar. Es necesario hacer una menci¨®n a la vertiente opuesta del Spilberk, donde se halla el conjunto monacal en el que el sabio loco Gregor Mendel llev¨® a cabo sus revolucionarios experimentos con guisantes, instaurando la gen¨¦tica como ciencia, y en las afueras de la ciudad, al no tan revolucionario pero muy revolucionado circuito de motociclismo, donde tambi¨¦n se dan caracteres dominantes o recesivos en sus ondulantes y rapid¨ªsimas pistas, colonizadas por Fonsi Nieto o Sete Gibernau.
Inevitablemente, nos sentamos en otra cervecer¨ªa y pedimos una copa, mientras el molino del tiempo tritura la vida con sus ruedas dentadas dejando como producto un polvillo blanco que recorre las clepsidras diarias. Pero estamos en Brno, sabemos que aqu¨ª el tiempo no se envasa en una ampolla o mecanismo; las horas no nos cuentan a nosotros, sino que somos nosotros los que contamos las horas, porque en Brno el tiempo no existe, s¨®lo la intensidad de las cosas que lo forman, la cerveza que nos tomamos, esas patatas bien condimentadas, esas brenenses que pasan y que no decides si son m¨¢s guapas que estilosas o m¨¢s estilosas que guapas. En fin. Mientras las campanas de la ciudad den las doce una hora antes, da igual; basta con una simple suma para darse cuenta de que rejuvenecer una hora todos los d¨ªas, a la postre, no es poca cosa: son unos cuantos a?os m¨¢s de vida.
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- Prefijo telef¨®nico: 0042.C¨®mo llegar- Entre Praga y Brno se recorren 257 kil¨®metros en tren y 210 por carretera. En la p¨¢gina web del servicio de transporte checo (www.idos.cz) aparecen los horarios y precios de ambas opciones.- En
autob¨²s: es lo m¨¢s r¨¢pido. Salidas diarias de Praga desde la estaci¨®n de Florenc, conectada a su vez con la l¨ªnea de metro. Tarda dos horas y media y cuesta seis euros (200 coronas).- En tren: desde la estaci¨®n principal (indicado con la abreviatura hl.n), tarda tres horas y 18 minutos. Cuesta 4,30 euros.Informaci¨®n- Villa Tugendhat (www.tugendhat-villa.cz; 545 21 21 18). Cernopoln¨ª, 45. Brno. Abre de mi¨¦rcoles a domingo, de 10.00 a 18.00. Entrada, 2,65 euros.- Oficina de turismo de Brno (www.brno.cz; 542 17 35 90).- Oficina Nacional Checa de Turismo en Espa?a (www.czechtourism.com;807 30 05 65).
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