Armstrong se ve solo
El ciclista estadounidense sufre sin ayuda en un puerto sin historia en una etapa que perdi¨® Valverde y gan¨® Weening
Ren¨¦ Pottier subi¨® el Bal¨®n de Alsacia a 20 kil¨®metros por hora de media con un desarrollo de 4,5 metros por pedalada y se gan¨® un puesto en la historia del Tour y una placa en la cima que subraya su haza?a, su ascensi¨®n en solitario, su incre¨ªble velocidad. Ocurri¨® hace 100 a?os. Fue en 1905, cuando Henry Desgranges tuvo la genial intuici¨®n de incluir un puerto. Desde entonces no se puede entender el ciclismo sin la monta?a. Y en 2005, tampoco sin Vinok¨²rov.
Si hoy, d¨ªa en el que para celebrar el centenario el Tour vuelve a la monta?a que domina todos los balones de los Vosgos, los corredores utilizaran un desarrollo de 4,5 metros -apenas dos giros de rueda por pedalada, un 39/17 o algo similar-, los aficionados acabar¨ªan por llamarlos globeros... Ahora se lleva el plato grande, la velocidad supers¨®nica, la locura.
La velocidad media del Tour que acaba de cumplir sus primeros ocho d¨ªas -viento de espalda de Oeste a Este, es verdad- es de 47 kil¨®metros por hora. La etapa de ayer, de Norte a Sur hasta los Vosgos, la primera de media monta?a, un marat¨®n con un col de segunda y cuatro de tercera, la cubrieron a m¨¢s de 45 los 34 primeros. Entre ellos s¨®lo hab¨ªa uno del Discovery Channel, Lance Armstrong, que sigue de l¨ªder.
La soledad del estadounidense en un puerto sin historia, sin pendiente apenas, sin leyenda, su cara de sufrimiento, su maillot abierto, cremallera bajada como en las calurosas etapas pirenaicas, generar¨¢ mesas de an¨¢lisis, programas de debate, tesis doctorales y obras completas, pero tampoco import¨®: del Illes Balears hab¨ªa tres, entre ellos el m¨¢s r¨¢pido del lote, el impetuoso Alejandro Valverde, y tampoco gan¨®. La que iba a ser su gran cl¨¢sica, encuadernada en piel y oro, se convirti¨® en la versi¨®n ciclista adaptada al siglo XXI, velocidad y desenfreno, del parto de los montes. Y contribuy¨® a desnudar al Discovery, la orgullosa m¨¢quina de ganar, que funcion¨® al ralent¨ª.
A toda velocidad, sin tiempo para admirar las ordenadas vi?as. Arrieta y los suyos, Txente, Zandio, Becke y Arroyo, condujeron al pelot¨®n hacia los fugados de ¨²ltima hora. A tiro ten¨ªan al ¨²ltimo, un largo escalador holand¨¦s joven, Peter Weening. Cuando hablan de ¨¦l, se cree que se refieren a Peter Winnen, aquel otro holand¨¦s albino de los a?os 80 que trepaba con la cabeza torcida y los ojos en blanco. Pero el Weening de ahora lo que tuerce es la boca. A tiro lo ten¨ªan cuando, a cinco kil¨®metros de la cima, atac¨®, a destiempo, sordo, fastidiando el concierto, Christophe Moreau.
Walter Godefroot, el director del T-Mobile, que tiene ya la edad y la sabidur¨ªa que le permiten ser ir¨®nico, se r¨ªe cuando un periodista le dice que le gusta Vinok¨²rov. "A todos los periodistas les encanta Vinok¨²rov", responde sin aclarar si ¨¦l se siente periodista. Pero, aunque no le guste a su jefe, a los periodistas, en efecto, les encanta el kazajo. Impaciente, previsible, atacado por una fiebre fr¨ªa, atacante, salt¨® a la rueda de Moreau. Armstrong, como siempre que ve el azul turquesa transl¨²cido de su bandera agitarse, mir¨® para otro lado y se fue a la rueda de Ullrich, m¨¢s segura. Savoldelli, su ¨²ltimo gregario, revent¨® all¨ª. En soledad sufriente, Armstrong sigui¨® temblando. Despu¨¦s de que Valverde, otro impaciente, amagara una arrancada, se movi¨®, sin cadena, en perfecto contrapi¨¦, otro T-Mobile, Andreas Kl?den, segundo del pasado Tour, quien abri¨® camino con una facilidad pasmosa. Caz¨® a Weening bajo la pancarta del Gran Premio de la Monta?a y, en compa?¨ªa del holand¨¦s larguirucho y flaco, abord¨® los ¨²ltimos 15 kil¨®metros, el descenso hasta G¨¦rardmer.
Detr¨¢s, los m¨¢s fuertes del pelot¨®n, no m¨¢s de una treintena, a menos de 10 segundos, preparados para el gran acto de prestidigitaci¨®n final. O c¨®mo una desventaja de 8s, controlada, se convirti¨® en menos de 500 metros en una de 28s, imposible. Como todos los equipos sab¨ªan que iba a ganar Valverde, ninguno quiso colaborar con el Illes Balears, que incluso moviliz¨® a sus hombres para la general, Mancebo y Karpets, y entre parones e indecisiones la pareja germano-holandesa se present¨® sola en la meta. All¨ª, con un desesperado golpe de ri?ones, Weening super¨® por 9,6 mil¨ªmetros a Kl?den.
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