Periodista encarcelada
Judith Miller, una veterana periodista de The New Tork Times, ingres¨® en prisi¨®n el mi¨¦rcoles pasado por negarse ante el juez a revelar el nombre de la persona que le hab¨ªa confiado unas informaciones con la condici¨®n de que su nombre se mantuviera en secreto. Es un episodio heroico de un caso que se ha desarrollado en las alcantarillas del poder y que pone de relieve las miserias y la grandeza del periodismo.
Todo empez¨® el 14 de julio de 2003, cuando la ocupaci¨®n de Irak se hab¨ªa consumado y el debate sobre las armas de destrucci¨®n masiva estaba en su momento culminante. El columnista conservador Robert Novack revel¨® en varios diarios, entre ellos The Washington Post, el nombre de una agente operativa de la CIA, Valerie Plame. Atribu¨ªa la informaci¨®n a dos altos funcionarios y precisaba que hab¨ªa sido ella quien hab¨ªa propuesto que su marido, el diplom¨¢tico Joseph Wilson, fuera enviado a N¨ªger para averiguar si era verdad que Irak hab¨ªa intentado comprar uranio en el pa¨ªs africano. Esa visita se hab¨ªa efectuado en febrero de 2002.
La revelaci¨®n del nombre de la agente Plame, totalmente gratuita y con un inter¨¦s informativo m¨ªnimo, fue interpretada por Wilson como una represalia del entorno presidencial contra ¨¦l porque el 6 de julio hab¨ªa contado en The New York Times su misi¨®n en N¨ªger y su conclusi¨®n de que el intento de comprar uranio no se hab¨ªa producido. Pese a que la CIA sab¨ªa eso, la supuesta relaci¨®n de Sadam Husein con N¨ªger fue utilizada por George W. Bush en su discurso de 28 de enero de 2003 ante las dos c¨¢maras del Congreso como dato para avalar las sospechas de que Irak pose¨ªa armas de destrucci¨®n masiva.
"Podemos concluir leg¨ªtimamente que fuimos a la guerra bas¨¢ndonos en falsos pretextos", dec¨ªa Wilson en su art¨ªculo. Y 24 horas despu¨¦s de la publicaci¨®n del escrito, la Casa Blanca admiti¨® que el dato era falso.
A los tres d¨ªas de que Novack revelara el nombre de la agente Plame, Matthew Cooper aludi¨® al tema en un art¨ªculo que public¨® en la revista Time. Cooper tambi¨¦n estuvo a punto de ingresar en prisi¨®n el mi¨¦rcoles, pero en el ¨²ltimo momento se libr¨® al aceptar colaborar porque su fuente le liber¨® del compromiso de confidencialidad. El iniciador del embrollo, Novack, sigue libre y no se sabe si ha colaborado o no.
Judith Miller nunca lleg¨® a publicar nada sobre el tema pero s¨ª hizo averiguaciones, raz¨®n por la cual el fiscal pidi¨® que testificara ante el Gran Jurado que investiga la filtraci¨®n del nombre de la agente Plame para averiguar qu¨¦ funcionarios han incurrido en el delito de revelaci¨®n de secretos. Miller mantuvo hasta el final su compromiso de no revelar el nombre de su fuente y el mi¨¦rcoles fue conducida a la prisi¨®n esposada y con grilletes en los tobillos. Cuando en ese estado, hundida en el asiento trasero de un autom¨®vil, pas¨® por delante del Capitolio, Miller asegura que se pregunt¨®: "Dios m¨ªo, ?c¨®mo he podido llegar a esto?".
No es una pregunta absurda. ?C¨®mo se puede ir a la c¨¢rcel por proteger a unos funcionarios que han actuado de manera deleznable para vengarse de una persona que ha contribuido decisivamente a poner de manifiesto que aquello de las armas de destrucci¨®n masiva fue un gran montaje?
The New York Times, que en todo momento ha apoyado la decisi¨®n de su periodista, admiti¨® el jueves en un editorial que ¨¦ste es un asunto que "est¨¢ lejos de ser un caso ideal" y calific¨® sus detalles de "complicados y turbios". Incluso record¨® que cuando se conoci¨® la filtraci¨®n, el diario la hab¨ªa considerado "un notorio abuso de poder" de la Casa Blanca y hab¨ªa instado a la Justicia a investigar. "Pero ya advertimos entonces", prosigue, "que la investigaci¨®n no deber¨ªa degenerar en un intento de obligar a los periodistas a revelar sus fuentes".
?Por qu¨¦ es tan importante que los periodistas tengan derecho al secreto profesional? Cuando hace tres semanas abord¨¦ el tema de las fuentes confidenciales, un lector me ech¨® en cara que dedicara este espacio a problemas que preocupan a los periodistas en lugar de ocuparme de las quejas de los lectores. Aprovecho esta oportunidad para contestar.
Tanto en aquella ocasi¨®n como ahora, de lo que estoy escribiendo es del derecho "a comunicar o recibir libremente informaci¨®n veraz", que establece el art¨ªculo 20 de la Constituci¨®n. Se trata de un derecho que es de los ciudadanos, en el que los periodistas desempe?an simplemente el papel de intermediarios. Para poder desarrollar su tarea, un instrumento importante para el periodista es el secreto profesional. Sin la garant¨ªa de que su nombre no va a aparecer, los funcionarios que revelan la transgresi¨®n de un superior o los empleados que informan de interioridades de sus empresas dif¨ªcilmente hablar¨ªan y mucha informaci¨®n de inter¨¦s dejar¨ªa de ser publicada.
El caso Plame ha reactivado la reclamaci¨®n de los periodistas estadounidenses de que una ley proteja en el ¨¢mbito federal el secreto profesional, que ya est¨¢ garantizado en 49 estados. El problema tampoco est¨¢ resuelto en Espa?a. La Constituci¨®n establece que el secreto profesional debe ser regulado, pero sigue sin aprobarse la ley que lo haga. M¨¢s de un cuarto de siglo despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la ley de leyes el Congreso ha empezado a tratar el tema, dentro del Estatuto del Periodista Profesional.
El conflicto actual ha dado pie tambi¨¦n a un debate sobre si el secreto se ha de mantener con todas las fuentes o s¨®lo con algunas. Hay que tener en cuenta que desde el entorno presidencial hubo abundantes filtraciones que, una vez difundidas por los medios, contribuyeron a convencer a la opini¨®n p¨²blica de que Irak ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva. Matthew Cooper, el profesional que ha evitado la c¨¢rcel en el ¨²ltimo momento, abogaba hace unos meses por no distinguir entre fuentes con estas palabras: "La misma ley que pudiera obligar a un periodista a traicionar la confidencia de un filtrador malo podr¨ªa ser utilizada para golpear a un reportero hasta que revelara el nombre de un filtrador bueno". Creo que tiene raz¨®n.
Al coincidir el caso Plame con la revelaci¨®n de que el c¨¦lebre Garganta Profunda del Watergate fue Mark Felt, n¨²mero dos del FBI en 1972, muchos han subrayado que sin secreto profesional una de las informaciones con m¨¢s repercusi¨®n en la historia de EE UU no habr¨ªa visto la luz. No se sabe si Felt actu¨® impulsado por el patri¨®tico impulso de defender la democracia, por despecho al no ser ascendido o por ambas cosas. Pero eso quiz¨¢ no importe mucho, porque sea cual sea la intenci¨®n del filtrador la decisi¨®n de publicar es del periodista. Y si lo filtrado es una canallada lo que puede (y debe) es no publicarlo.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 913 37 78 36.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.