Ch¨¦jov, reportero
El profesor Piero Brunello, de la Universidad de Venecia, ha tenido una idea excelente. Ha escrito entre las l¨ªneas de un libro de Ch¨¦jov (de Ch¨¦jov, el incons¨²til) una hermosa gu¨ªa pr¨¢ctica de periodismo. Los manuales al uso tienen un claro inconveniente, y es el escaso inter¨¦s emp¨ªrico de las soluciones. No porque no vengan adornadas con ejemplos sacados alguna vez de la realidad, sino porque esos ejemplos, dispersos y pertenecientes a obras y autores muy dis¨ªmiles, no encajan en un prop¨®sito coherente. Adem¨¢s, en muchos casos da la impresi¨®n de que se ha establecido el principio (pongamos, "claridad") y luego se ha ido a buscar en los libros su justificaci¨®n. Suele chirriar el m¨¦todo. Aunque lo m¨¢s importante es que, siguiendo ese m¨¦todo, uno jam¨¢s podr¨ªa dictaminar como condici¨®n de un buen reportaje: "No ahorrar en botas".
Hemingway daba al escritor bloqueado el siguiente consejo: "Para arrancar, lim¨ªtate a escribir algo que sea verdadero"
El libro del profesor Brunello se llama, claro est¨¢, Unos buenos zapatos y un cuaderno de notas. Y est¨¢ escrito en el interlineado de La isla de Sajal¨ªn, el reportaje que Ch¨¦jov public¨® en 1891 sobre el siniestro presidio de la costa oriental del imperio, donde se almacenaban los condenados a trabajos forzados. Cuando el reportaje no es suficiente para sus prop¨®sitos metaliterarios, Brunello acude a cartas y anotaciones diversas de Ch¨¦jov, escritas la mayor¨ªa a prop¨®sito de su odisea. Como ¨¦sta a Mar¨ªa Chejova, de marzo de 1890, que es la fuente del citado consejo: "Empezamos a atravesar el lago. Me dar¨ªa la vuelta, pero la testarudez me lo impide (...). Seguimos... En mis botas de fieltro hay tanta humedad como en una letrina. El agua gorgotea dentro, como si las botas se estuvieran sonando la nariz".
La gu¨ªa pr¨¢ctica est¨¢ dividida en dos apartados principales. En el primero se dan una serie de consejos para la investigaci¨®n, que el traductor llama "encuesta", abriendo la palabra espa?ola al campo sem¨¢ntico del italiano inchiesta y del franc¨¦s enqu¨ºte. Entre la serie, y con las botas, destacan: sacudirse la pereza, desentenderse de la cr¨ªtica, ir a ver cosas que nadie ve, leer de todo, reconsiderar lo sabido, vencer el des¨¢nimo, caminar, explicar por qu¨¦ las noticias falsas pasan por verdaderas, interesarse por los graffiti, deducir las costumbres del lugar a partir de las prohibiciones, hablar y no hacer entrevistas, contar, medir y pesar. Todas ellas dibujan el perfil de un viajero activo, ponderado y sutil. Su corte moralmente anglosaj¨®n queda claro en la ¨²ltima de las recomendaciones. La penetraci¨®n de su mirada en el examen de las prohibiciones imperantes, incluso las t¨¢citas, y sobre todo en la pr¨¢ctica de un ejercicio que se encuentra entre las m¨¢s fascinantes obligaciones del escritor de hechos: describir a trav¨¦s de qu¨¦ mecanismos las mentiras acaban obteniendo el estatuto de verdades.
La segunda serie de consejos tiene que ver directamente con la escritura. Hay algunos m¨¢s bien convencionales, pero incluso ¨¦stos presentan siempre un matiz de novedad. Destacan: escribir con las impresiones frescas; no dar lecciones; tampoco sermones; empezar el libro con la llegada al lugar; dejar que afloren los recuerdos; indicar las fuentes y comprender c¨®mo se han construido; aportar los datos;decir lo que no gusta; demostrar que quien observa es tambi¨¦n nuestro objeto de observaci¨®n, y describir el pasado del lugar. "No dar lecciones", dice Brunello. Veamos lo que escribe Ch¨¦jov en una carta a Alex¨¦i Suvorin, de junio de 1893, cuando ya su libro llevaba dos a?os publicado: "Durante mucho tiempo, cuando escrib¨ªa, sent¨ªa que no hab¨ªa acertado con el tono, hasta que finalmente comprend¨ª en qu¨¦ consist¨ªa esa falsedad: daba la impresi¨®n de que con mi Sajal¨ªn pretend¨ªa dar una lecci¨®n a alguien, y al mismo tiempo que escond¨ªa algo, que no dec¨ªa todo lo que quer¨ªa. Pero en cuanto me puse a describir lo extra?o que me sent¨ªa en Sajal¨ªn y qu¨¦ clase de puercos hay all¨ª, el trabajo avanz¨® a buen ritmo". No es muy diferente del consejo que Hemingway daba al escritor bloqueado: "Para arrancar, lim¨ªtate a escribir algo que sea verdadero".
No acaba de saberse bien por qu¨¦ Ch¨¦jov viaj¨® a Sajal¨ªn, por qu¨¦ ide¨® y escribi¨® este libro desbordante, que es la materia prima de una obra maestra. Informaba a corresponsales diversos de cu¨¢l era su prop¨®sito: desde cambiar de vida hasta escribir su tesis doctoral. Era todav¨ªa menos escritor que m¨¦dico. Hab¨ªa publicado ya un apreciable volumen de cuentos, pero ninguna de sus obras c¨¦lebres. Pocos meses antes de partir vio morir de tuberculosis a su hermano Nikol¨¢i. ?l mismo ya tos¨ªa, aunque todav¨ªa se sent¨ªa con fuerzas para un duro viaje. Pero en cualquier caso era ya un artista antirrom¨¢ntico, plenamente sorprendente incluso para la obcecaci¨®n moderna. "La literatura y la ciencia buscan la misma verdad incondicional y honrada", hab¨ªa escrito a una amiga. O bien estas otras palabras: "Tanto la anatom¨ªa como la literatura son de noble descendencia: tienen un id¨¦ntico enemigo -el mal- y no hay raz¨®n para que ambas se combatan".
La cuesti¨®n principal no es que estas ideas, desechadas luego por el imperio del artista desalmado, se manifestaran radicales y libres en este reportaje chejoviano tan grande y tan poco conocido. Es que son tambi¨¦n la clave de la perfecci¨®n de sus dramas y cuentos, del misterioso y prieto andamiaje de su transparencia, de ese aliento que sopla sobre sus personajes, tan parecido al de Vel¨¢zquez. Hab¨ªa observado algunos mecanismos de la vida. Por eso pudo escribir a Suvorin, con su humor melanc¨®lico y resuelto: "Si yo hubiese estado junto al pr¨ªncipe Andr¨¦i en Guerra y paz, ten por seguro que lo habr¨ªa curado".
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