"He ah¨ª el futuro"
Cruzada la meta, Armstrong estrech¨® la mano de Valverde, se volvi¨® y, se?al¨¢ndolo con el dedo, le design¨® su heredero
Dicen que los campeones tardan tiempo en percatarse del alcance de sus haza?as, en bajarse de la nube, en ser conscientes de lo que significa una victoria, una medalla. No Alejandro Valverde.
Antes de subir por primera vez en su vida a un podio del Tour -y dos veces, una por su victoria de etapa, la otra para vestir el maillot blanco de mejor joven- y estrechar la mano del maestro de ceremonias, un tal Bernard Hinault; antes incluso de su primera conferencia de prensa de ganador, en el espectacular cami¨®n de meta, antes tambi¨¦n de que Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, emocionado -1983 revivido, el primer Reynolds, Perico y Arroyo, Mancebo y Valverde-, le diera un beso de amor en la mejilla, Alejandro Valverde ya sab¨ªa lo que val¨ªa un peine. Lo not¨® justo despu¨¦s de bajar los brazos que, en ¨¦xtasis pleno, nunca lleg¨® a levantar del todo al cruzar la meta despu¨¦s de batir al sprint a un tal Lance Armstrong. Lo not¨® cuando, unos metros m¨¢s all¨¢, ese mismo Lance Armstrong, se le acerc¨® y le dio la mano. Armstrong, el ogro del ciclismo mundial, el se?or feudal del Tour desde 1999, sigui¨® adelante, pero al instante se volvi¨® y le se?al¨® con el dedo mirando al tendido, a los fot¨®grafos que los acribillaban. "He ah¨ª, ah¨ª est¨¢", parec¨ªa decir, "miradle, es Alejandro Valverde, muchos apenas le hab¨ªais visto hasta ahora; es joven, s¨ª, es su primer Tour, pero ah¨ª est¨¢, me ha batido al sprint. Es bueno, ?no? Es mi heredero".
Y Valverde lo vio, lo entendi¨® enseguida. Valverde, que es m¨¢s r¨¢pido que nadie, ya sab¨ªa el valor de su victoria.
Todo eso pod¨ªa interpretarse de su gesto, el dedo admirativo que designa, pero luego las palabras de Armstrong fueron mucho m¨¢s claras, si cabe. "Todo el mundo ha visto el futuro del ciclismo", dijo, "es Valverde, es fuerte, es r¨¢pido, es inteligente, est¨¢ en un buen equipo, le han llevado muy bien, y siempre ha sido bueno, desde el primer d¨ªa, desde su primera carrera, ha demostrado que tiene gran clase, ha sido imposible sacrle de rueda".
Pero lo que con tanta precisi¨®n expres¨® Armstrong, que tiene el don de la s¨ªntesis, ya lo llevaba tiempo oyendo Alejandro Valverde. Lo hab¨ªa o¨ªdo en todos los idiomas, en todos los tonos, desde 2003, desde que a¨²n ten¨ªa 22 a?os y ganaba todo lo ganable. A su alrededor, en Espa?a, se form¨® tal tumulto que en pocos meses se convirti¨® en el ¨²nico ciclista espa?ol con eso tan peculiar, intangible e inefable que se llama carisma, aura o prestancia ic¨®nica. Valverde era Bala verde, el figura, lo era todo. Finalmente, de todas las voces que le susurraban alrededor se qued¨® con la de Ech¨¢varri. Abandon¨® el Kelme, que se le hab¨ªa quedado peque?o, y se lanz¨® de la mano del hombre de Perico, Arroyo e Indurain a conquistar el mundo.
El a?o ha sido duro, el aprendizaje cuesta. La primera lecci¨®n la aprendi¨® en las Cl¨¢sicas, en un mes de abril en el que se hab¨ªa planteado brillar en Lieja, en la Flecha Valona, en la Amstel. "Yo, antes, siempre que sal¨ªa en una carrera pensaba que pod¨ªa ganarla, que pod¨ªa triunfar al sprint, en solitario, como me apeteciera", dice Valverde, murciano de las Lumbreras, en la carretera de Alicante, hijo de camionero. "Y siempre corr¨ªa delante, nervioso, gastando energ¨ªas. Pero al entrar en el ciclismo grande he descubierto que eso es imposible".
La segunda lecci¨®n la aprendi¨® en el Tour, una carrera a la que ha llegado con tantas ganas de demostrar lo bueno que es, que en la contrarreloj por equipos dio relevos tan tremendos que algunos compa?eros no pudieron seguir el ritmo. Al d¨ªa siguiente, sin dirigirse especialmente a ¨¦l, Ech¨¢varri ley¨® en voz alta un an¨¢lisis de Hinault en Le Figaro sobre la importancia de la homogeneidad en el esfuerzo.
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