Y ellos, no
En cuanto vuelve a producirse otra matanza terrorista, suena de nuevo la acostumbrada y ret¨®rica cantinela: ?libertad o seguridad? Como si fueran incompatibles, incluso contradictorias. Los que m¨¢s nos alarman previni¨¦ndonos contra el posible recorte de libertades democr¨¢ticas suelen ser precisamente los mismos que, en ¨¦pocas de bonanza, no escatiman su escepticismo respecto a ellas: cuando todo marcha bien son meramente formales, aparentes, carentes de garant¨ªas. Pero, tras las bombas, se vuelven preciosas: el Leviat¨¢n estatal aprovechar¨¢ la menor ocasi¨®n para arrebat¨¢rnoslas... Lo cierto es que la dial¨¦ctica entre libertad y seguridad proviene de mucho antes que el terrorismo contempor¨¢neo. En realidad, ha solido llamarse "progreso social" al recorte de ciertas libertades particulares a fin de conseguir mayor seguridad de bienes para la mayor¨ªa. La ense?anza general obligatoria, por ejemplo, o la no menos obligatoria cotizaci¨®n para la Seguridad Social, la velocidad m¨¢xima permitida en las carreteras, los impuestos y qu¨¦ s¨¦ yo cu¨¢ntas cosas m¨¢s que limitan la libertad de elecci¨®n de bastantes en nombre de lo que se supone mejor para todos, ante la indignaci¨®n de neoliberales y de libertarios de derechas. Seg¨²n el planteamiento digamos "progresista", la seguridad as¨ª conseguida permite un uso m¨¢s eficaz y aut¨¦ntico de la libertad a quienes de otro modo ver¨ªan la suya coartada por la incertidumbre o la necesidad.
Soy lo suficientemente viejo como para recordar las ¨¦pocas anteriores a la oleada de secuestros a¨¦reos que inici¨® las actuales medidas de seguridad en los aeropuertos: en aquellos d¨ªas felices se sub¨ªa uno al avi¨®n sin muchos m¨¢s tr¨¢mites que al autob¨²s... Y en mis primeros viajes a Londres se fumaba tranquilamente en todos los transportes p¨²blicos, incluido el metro, hasta que un incendio fortuito en una estaci¨®n acab¨® fulminantemente con tan placentera (para unos) y mort¨ªfera (para otros) licencia. Es decir: los proyectos sociales igualitarios imponen ciertas coacciones y los abusos o riesgos de la sociedad de masas restringen algunas privanzas, pero resulta bastante exagerado clamar que cada vez vivimos m¨¢s esclavizados. La seguridad es un ingrediente fundamental de las libertades p¨²blicas, lo mismo que sin ¨¦stas nadie est¨¢ realmente seguro frente a las autoridades o entre los dem¨¢s. Lo importante es que si desaparecen privilegios o se imponen ciertas incomodidades, sea de modo proporcionado y sin afectar nunca a las garant¨ªas fundamentales sobre las que se asienta la democracia (como creo que ha ocurrido en Guant¨¢namo, por ejemplo). Y no olvidemos que algunos de nuestros cl¨¢sicos -sobre todo los que vivieron per¨ªodos de inestabilidad y enfrentamientos civiles- van incluso m¨¢s all¨¢ en la recomendaci¨®n de amplitud al interpretar las leyes. Por ejemplo, Montaigne: "De verdad, cuando se llega a unas situaciones tan apremiantes que no cabe aguantar m¨¢s, acaso ser¨ªa m¨¢s razonable bajar la cabeza para prestarse un poco a recibir el golpe, en vez de llevar la obstinaci¨®n hasta sus ¨²ltimas consecuencias y mostrarse inflexible, porque si no se suelta nada, se da pie a que la violencia todo lo pisotee: cuando las leyes no pueden lo que quieren, m¨¢s valdr¨ªa obligarlas a querer todo lo que pueden" (Ensayos, I, XXIII).
Hasta ahora, la amenaza comprobada del terrorismo internacional no ha supuesto en las democracias europeas mutilaciones insoportables de libertades fundamentales, aunque es casi seguro que aumentar¨¢ restricciones y fastidios de nuestra existencia colectiva en el pr¨®ximo futuro. Pero deber¨ªa quedar claro en momentos como los que vivimos que los que ponen en jaque nuestra seguridad y nuestra libertad son los terroristas y no las autoridades que pretenden impedir sus fechor¨ªas. Tanto lo ocurrido en Madrid como en Londres indica claramente que ha sido una consideraci¨®n generosa hasta la negligencia de las libertades de expresi¨®n y reuni¨®n de ciertos grup¨²sculos lo que ha facilitado los cr¨ªmenes que ahora deploramos. En Espa?a, las medidas de Garz¨®n y otros contra radicales islamistas fueron denunciadas antes del 11-M como abusos autoritarios destinados a agradar a Bush; en Inglaterra, desde hace m¨¢s de diez a?os se permite que l¨ªderes radicales lleven a cabo actividades de proselitismo y exhorten al exterminio de los adversarios. Por ello no se entiende muy bien el diagn¨®stico de Gema Mart¨ªn Mu?oz tras los atentados de Londres: "Ha habido un exceso de celo policial que ha llevado al hostigamiento de las comunidades musulmanas y a interpretar en clave de control policial todo lo que se relaciona con el Islam, fomentando el racismo y perniciosos sentimientos de humillaci¨®n" (en Al Qaeda y la lucha antiterrorista, EL PA?S). No parece que tal cosa sea cierta ni en Espa?a, ni en Inglaterra, ni en Holanda, por citar tres lugares que han sufrido violencia terrorista recientemente y a distinta escala. No es el celo policial lo que provoca los atentados, sino su ausencia lo que permite fraguarlos.
En su primer discurso tras los cr¨ªmenes de Londres, flanqueado por todos los l¨ªderes del G-8, Blair pronunci¨® una frase cuya aparente redundancia me result¨® especialmente expresiva: "Nosotros ganaremos; y ellos, no". Algunos habituales de este tipo de alharacas han reprochado al premier brit¨¢nico reincidir en el enfrentamiento entre civilizaciones, monopolizar etnoc¨¦ntricamente valores universales, etc. Pero a mi juicio dijo algo a la vez obvio, sensato e importante. El "ellos" que utiliz¨® no se refer¨ªa a los miembros de una etnia o a los fieles de una religi¨®n, sino a los terroristas islamistas. Pero lo que quiso subrayar es que "nosotros", es decir, los ciudadanos de sociedades democr¨¢ticas, debemos ganar, y que para ello los terroristas no pueden ser ignorados o considerados un fen¨®meno antropol¨®gico, sino que han de ser derrotados. Por supuesto, el terrorismo islamista tendr¨¢ sus causas, como todos los aconteceres de este mundo. Algunos pensadores nos han brindado las m¨¢s profundas: el capitalismo salvaje, la arrogancia de Occidente, la injusticia universal, etc. Me extra?a que nadie haya mencionado el Pecado Original, que tambi¨¦n tuvo mucho vicio. Por cierto, el nazismo y el estalinismo tampoco carecieron de causas, quiz¨¢ a fin de cuentas compartieran alguna con el terrorismo actual. En cualquier caso, lo urgente ahora es defendernos de sus ataques y proteger los mejores logros de nuestras sociedades frente a ellos. Algunos recomiendan que hagamos examen de conciencia, ejercicio siempre beneficioso; pero, en las tr¨¢gicas circunstancias actuales, se dir¨ªa que quienes m¨¢s urgentemente deben practicarlo son los miembros de comunidades isl¨¢micas que desean vivir compartiendo esos valores democr¨¢ticos que por fin deben ser reco-nocidos como universales y no euroc¨¦ntricos. Son ellos los m¨¢s interesados en preguntarse por qu¨¦ parece que su mayor aportaci¨®n contempor¨¢nea a la modernidad pol¨ªtica es Al Qaeda y c¨®mo modificar la mala fama que tal parentesco puede propiciarles. Sin duda, nuestros pa¨ªses pueden y deben modificar muchos aspectos de su pol¨ªtica exterior, luchar contra la miseria y la ignorancia en cualquier parte de nuestro globalizado horizonte, etc. Pero no precisamente para convencer a fan¨¢ticos ¨¢vidos de poder y venganza, a los que nunca faltar¨¢n justificaciones mientras les sobren armas, sino por razones pol¨ªticamente m¨¢s nobles.
Porque es precisamente con la pol¨ªtica democr¨¢tica con lo que quiere acabar el terrorismo. Lo ha se?alado Michael Ignatieff en su interesante y pol¨¦mico ensayo El mal menor: "El terrorismo es una forma de pol¨ªtica cuya meta es la muerte de la propia pol¨ªtica". Y es tal exterminio el que debemos evitar, desde la cordura de nuestras convicciones pero tambi¨¦n desde la firmeza en mantenerlas. Lo m¨¢s importante intelectualmente hoy no es tanto comprender los motivos de los terroristas, sino los nuestros para resistirles sin emplear sus propias armas. Tengamos claro por qu¨¦ es imprescindible que en todo el mundo se abran paso los valores democr¨¢ticos, y ellos, no.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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