Naci¨® bailarina
Quiz¨¢ se deba a un efecto de la admiraci¨®n que desde que conoc¨ª la vida de Isadora Duncan imagin¨¦ a su protagonista bella y de proporciones perfectas. ?C¨®mo iba a ser de otro modo? Una bailarina es una bailarina. Pero ahora leo que su f¨ªsico no se relacionaba con el de ning¨²n ideal, pues era de estatura baja y complexi¨®n m¨¢s bien gruesa adem¨¢s de que, h¨¦las, parece que bella tampoco era. Si las dos primeras caracter¨ªsticas son incuestionables, la de la belleza no lo es. ?Qui¨¦n puede definirla, atribuirla o negarla con pretensiones de tener raz¨®n? Para entendernos habr¨ªa que establecer que esta cualidad es dependiente del esp¨ªritu del que la posee. Por definici¨®n a un bello esp¨ªritu corresponde una bella corporeidad.
A Isadora Duncan el ballet y su disciplina siempre le parecieron un cors¨¦ que ce?¨ªa hasta la asfixia la belleza
Un amigo me contrari¨® confi¨¢ndome el desconcierto del que fue presa al ver que los zapatos nuevos que su mujer le mostraba radiante a ¨¦l le parecieron horribles. Le coment¨¦ que yo habr¨ªa visto en ellos el entusiasmo con que ella se los mostr¨® y por tanto los habr¨ªa encontrado bonitos. Pero me pregunto si mi particular percepci¨®n del mundo exterior no es una deformaci¨®n y si esto no revela que la estructura de mi juicio y mi gusto no obedece sino a leyes que dicta mi mundo interior, hecho de nociones, conexiones y emociones deslindadas de lo que es la realidad.
Cuando Gertrude Stein y su hermano llegaron a Par¨ªs en los veinte, para adquirir y formar una colecci¨®n de la pintura de vanguardia que se estaba creando en ese momento ah¨ª, ?qu¨¦ motor determin¨® la cuidadosa elecci¨®n que ellos dos hac¨ªan de cuadros rechazados de pintores veintea?eros y desconocidos como eran por entonces Picasso, Matisse y Braque, entre otros? Primero confrontaron y eligieron la obra, y solamente despu¨¦s conocieron a sus autores y trabaron amistad con ellos y se convirtieron en sus primeros coleccionistas. Gertrude Stein reconoci¨® en la creaci¨®n de Picasso lo mismo que ella reconoc¨ªa en su propia escritura, y esto es lo que la decidi¨® a elegir dicha pintura y a considerar genio a su autor.
Isadora Duncan naci¨® bailarina y cre¨® su danza de acuerdo a un sistema, si se puede llamar as¨ª, basado en la armon¨ªa con los valores del arte griego, con el universo, la naturaleza y de modo se?alado la libertad. El ballet y su disciplina siempre le parecieron un cors¨¦ que ce?¨ªa hasta la asfixia la belleza. Isadora bailaba descalza, envuelta en una t¨²nica griega transparente, y por escenograf¨ªa no aceptaba m¨¢s que un par de cortinas azules. Mientras bail¨® en Europa, en Rusia, en Estados Unidos y en Buenos Aires, cautiv¨® a p¨²blicos refinados, a estudiantes y a artistas, pero el cr¨ªtico que la consider¨® fea opin¨® en aquella misma ¨¦poca que Isadora no cre¨® nada, que su danza no constituy¨® ning¨²n aporte a las bellas artes. Gertrude Stein, que descubr¨ªa valores en la pintura, hac¨ªa mofa de las tendencias griegas cl¨¢sicas o italianas renacentistas por las que seg¨²n ella iba atravesando la danza de Isadora.
Muertos sus dos primeros hijos, un ni?o y una ni?a menores de ocho a?os, Isadora Duncan acept¨® la invitaci¨®n de su admirada amiga Eleanora Duce a recuperarse en su casa a la orilla del mar, al sur de Francia. Una tarde Isadora lloraba sola, las rodillas hundidas en la arena, cuando a su lado oy¨® una voz masculina que le pregunt¨® por qu¨¦ lloraba de esa manera continua. Al ver al joven que se hab¨ªa acercado a consolarla, lo tom¨® como una aparici¨®n que le enviaba Zeus. Sin vacilar, se entreg¨® a ¨¦l tras pedirle que le hiciera un hijo. El joven ?le pareci¨® bello a Isadora o era bello en s¨ª? Que el hijo muriera a los pocos d¨ªas de nacido no acab¨® con la belleza que la madre alcanz¨® a ver en ¨¦l.
La belleza y la grandeza que Gertrude Stein y su hermano concedieron a la primera pintura de Picasso y Matisse entre otros, ?la vieron en las telas o ellos se la infundieron? Recordemos que era obra que los espectadores sab¨ªan acabada solamente porque hab¨ªa sido enmarcada. Gertrude Stein dud¨® ante el primer Picasso que su hermano hab¨ªa descubierto. Le gustaba la cabeza de la figura, pero no las piernas ni los pies. "Rec¨®rteselos a la tela", le sugiri¨® el marchante.
Tras uno de sus partos, Isadora cumpl¨ªa con sus compromisos de trabajo sobre el escenario cuando sinti¨® c¨®mo brotaba leche de sus senos y empapaba su t¨²nica. Enfrente, desde abajo, ?habr¨¢n advertido la mancha los espectadores? ?Qu¨¦ habr¨ªan exclamado: "?Qu¨¦ belleza!" o "?qu¨¦ desali?o! ?Qu¨¦ fealdad!"?
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