Las paradojas de la democratizaci¨®n ¨¢rabe
Al declarar, durante su ¨²ltima gira por Oriente Pr¨®ximo, que la democracia deb¨ªa prevalecer sobre la estabilidad en la regi¨®n, Condoleezza Rice sigue la misma l¨ªnea de la pol¨ªtica de los neoconservadores estadounidenses que condujo a la intervenci¨®n militar en Irak. Los dos argumentos oficiales dados en aquella ¨¦poca para la intervenci¨®n (existencia de armas de destrucci¨®n masiva en Irak y apoyo al terrorismo) demostraron ser falsos. Pero desde el punto de vista de los neoconservadores, esto no invalida un ¨¢pice la legitimidad de la intervenci¨®n militar. La idea subyacente es que s¨®lo la democratizaci¨®n puede permitir solucionar los conflictos de Oriente Pr¨®ximo y, por lo tanto, erradicar las ra¨ªces del terrorismo. A los neoconservadores les gusta recordar que las democracias no se hacen la guerra unas a otras: una Palestina democr¨¢tica deber¨ªa aceptar la coexistencia con Israel. Asimismo, las armas de destrucci¨®n masiva s¨®lo suponen un problema cuando est¨¢n en manos de dictaduras. Dado que parece dif¨ªcil destruir la capacidad nuclear iran¨ª, para evitar la perspectiva de un Ir¨¢n isl¨¢mico y nuclear s¨®lo queda sustituir al r¨¦gimen de los mul¨¢s por una verdadera democracia: aunque ¨¦sta disponga de la bomba, no ser¨¢ una amenaza para sus vecinos o para Israel.
El razonamiento va todav¨ªa m¨¢s lejos, ya que tiene por objetivo no s¨®lo los reg¨ªmenes hostiles (el Irak de Sadam Husein, el Ir¨¢n de los mul¨¢s o Siria), sino tambi¨¦n los reg¨ªmenes amigos (Arabia Saud¨ª o Egipto). En efecto, los estadounidenses han quedado muy decepcionados por el papel que Arabia Saud¨ª parece haber desempe?ado en la radicalizaci¨®n religiosa isl¨¢mica (sin olvidar el hecho de que 15 de los 19 terroristas del 11 de septiembre de 2001 eran saud¨ªes). Pero muchos neoconservadores tambi¨¦n han llegado a la conclusi¨®n de que los reg¨ªmenes laicos autoritarios, que parecen ser aliados de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo isl¨¢mico, son en realidad los mejores proveedores del radicalismo isl¨¢mico. Desde Egipto hasta Argelia, incluso en Marruecos, arrojan a los brazos de los islamistas a una poblaci¨®n empobrecida y harta de la corrupci¨®n. El bloqueo pol¨ªtico propio de estos pa¨ªses alimenta el resentimiento contra Occidente y permite una fusi¨®n entre islamismo y nacionalismo, fusi¨®n que se encuentra tanto en el Ham¨¢s palestino como en el Hezbol¨¢ liban¨¦s o entre los grupos sun¨ªes que luchan en Irak contra EE UU.
As¨ª pues, Condoleezza Rice ha roto claramente con la visi¨®n kissingueriana de Oriente Pr¨®ximo que privilegiaba ante todo los equilibrios regionales, basada en los intereses nacionales de cada pa¨ªs, sin tener en cuenta la naturaleza de los reg¨ªmenes. Pero esta visi¨®n kissingueriana de una realpolitik que tiene en cuenta a los Estados y no a los reg¨ªmenes es la que prevalece de facto en la pol¨ªtica europea respecto a Oriente Pr¨®ximo. Para los europeos, la democratizaci¨®n debe empezar por una reforma de los reg¨ªmenes realizada desde el interior, mientras que para la Administraci¨®n estadounidense debe empezar por la sustituci¨®n de los reg¨ªmenes. En el primer caso, se propone ayudar a los reg¨ªmenes para mejorar; en el segundo, se apoya a las oposiciones. La diferencia es notable.
Sin embargo, ambos planteamientos resultan complejos, e incluso est¨¢n llenos de contradicciones internas. Al privilegiar el apoyo a los reg¨ªmenes autoritarios laicos por miedo a que surjan unos reg¨ªmenes isl¨¢micos, los europeos han cometido el error de disociar el laicismo de la democracia y, por lo tanto, dejar a la oposici¨®n isl¨¢mica apropiarse de las demandas de democracia y del rechazo a la dictadura y la corrupci¨®n por parte de la opini¨®n p¨²blica. Por otro lado, est¨¢ claro que de Marruecos a Egipto, pasando por T¨²nez, los reg¨ªmenes autoritarios no est¨¢n preparados para reformarse realmente, lo que contribuye a reforzar la islamizaci¨®n contestataria en la sociedad. Desde este punto de vista, el planteamiento de la Administraci¨®n de Bush es m¨¢s coherente: si los reg¨ªmenes no pueden reformarse, entonces hay que contemplar su sustituci¨®n. Pero esto plantea tres preguntas: ?se puede imponer la democracia en Oriente Pr¨®ximo?, ?es coherente la pol¨ªtica estadounidense de democratizaci¨®n?, ?pondr¨¢ fin la democratizaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo al terrorismo?
La idea impl¨ªcita en la creaci¨®n en Irak, tras la victoria militar en 2003, de la APC (Autoridad Provisional de la Coalici¨®n), bajo la direcci¨®n de Paul Bremer, es que se puede construir la democracia desde cero. La disoluci¨®n de la Administraci¨®n baazista y del Ej¨¦rcito, as¨ª como la gesti¨®n directa y autoritaria del pa¨ªs por Bremer, deb¨ªan desembocar en unas elecciones que habr¨ªan hecho surgir una nueva clase pol¨ªtica encabezada por exiliados como Ahmed Chalabi. El fracaso ha sido enorme. Las lecciones son claras: la democratizaci¨®n debe tener en cuenta la cultura pol¨ªtica del pa¨ªs y apoyarse en las diferentes ¨¦lites nacionales. No hay democratizaci¨®n sin legitimidad pol¨ªtica y esta legitimidad tiene dos pilares: el nacionalismo y la religi¨®n. Las consecuencias son sencillas: la democratizaci¨®n supone la integraci¨®n pol¨ªtica, con el riesgo de la victoria electoral de los partidos islamistas. Supone asimismo que se reconozca la legitimidad de algunas reivindicaciones nacionalistas. Por eso los estadounidenses, tras la marcha de Bremer de Bagdad, tuvieron que resignarse a que una coalici¨®n chi¨ª bajo la direcci¨®n del ayatol¨¢ Sistani ganara las elecciones en Irak.
Aqu¨ª llegamos al segundo problema: las incoherencias de la pol¨ªtica estadounidense. La democratizaci¨®n implica reconocer al Ham¨¢s palestino o al Hezbol¨¢ liban¨¦s como interlocutores leg¨ªtimos. Pero aqu¨ª la voluntad de democratizaci¨®n se opone al fundamento mismo de la "guerra contra el terrorismo": Washington pide a los europeos incluir a ambos partidos en la lista de movimientos terroristas y al mismo tiempo alienta unas elecciones que dar¨ªan a estos partidos una legitimidad electoral. Washington concede un visado a Nadia Yas¨ªn, figura destacada del islamismo marroqu¨ª, pero se lo niega a Tarik Ramad¨¢n, que en Francia anima a los j¨®venes musulmanes a definirse tambi¨¦n como ciudadanos franceses. No obstante, hay que hablar con los islamistas, porque no hay que imaginarse que la democratizaci¨®n, desde Afganist¨¢n hasta Palestina, traer¨¢ consigo una secularizaci¨®n de la sociedad, al menos a medio plazo. Pero los estadounidenses no est¨¢n dispuestos a comprometerse a largo plazo, aunque algunos pensadores neoconservadores (Wolfowitz y Gerecht), e incluso liberales (el periodista Thomas Friedman del New York Times), defienden un compromiso mayor y a m¨¢s largo plazo en Oriente Pr¨®ximo. Pero es algo que la opini¨®n p¨²blica estadounidense ya no respalda.
Sin embargo, a largo plazo las perspectivas de democratizaci¨®n est¨¢n lejos de ser negativas: la participaci¨®n electoral en Afganist¨¢n (octubre de 2004) y en Irak (enero de 2005), as¨ª como las manifestaciones en L¨ªbano y en Egipto, muestran que la opini¨®n p¨²blica del gran Oriente Pr¨®ximo quiere la democracia. Por otro lado, cuando el sistema pol¨ªtico es abierto, los movimientos islamistas se integran en el juego democr¨¢tico: en Turqu¨ªa, la metamorfosis del Refah en Partido de la Justicia y el Desarrollo (dirigido por el primer ministro Erdogan) confirma la normalizaci¨®n de los islamistas; en Bosnia, el SDA (Partido de Acci¨®n Democr¨¢tica) de Izetbegovic dej¨® el poder tras perder unas elecciones; y en Malaisia, el PAS (Partido Isl¨¢mico de Malaisia) participa en el juego institucional. Por otro lado, aparte de las crisis ef¨ªmeras (Argelia en 1991), los islamistas suman entre el 15% y el 20% de los votos (incluido en Ir¨¢n, donde el candidato ultraconservador Ahmadinejad logr¨® el 20% en la primera vuelta). Estamos lejos del terremoto anunciado, a condici¨®n de que la integraci¨®n de los islamistas en el juego pol¨ªtico haya sido preparada. En todas partes la oposici¨®n entre laicistas e islamistas se difumina, pero se produce en beneficio del nacionalismo. Pero hoy el nacionalismo en Oriente Pr¨®ximo es ante todo antiamericanismo. Los dem¨®cratas de la regi¨®n, aunque se alegren de la ca¨ªda de Sadam Husein y quieran elecciones, se niegan a identificarse con EE UU. Los reg¨ªmenes autoritarios utilizan este nacionalismo para bloquear las reformas.
Por lo tanto, nos encontramos ante un conflicto de prioridades (democracia ante todo para Washington y reconocimiento de las reivindicaciones nacionalistas por parte de la opini¨®n p¨²blica ¨¢rabe) y un conflicto de calendario: los estadounidenses no est¨¢n dispuestos a comprometerse masivamente a largo plazo; sin duda pedir¨¢n a los europeos que lo hagan, pero ¨¦stos no tienen en absoluto la misma visi¨®n.
Los terroristas juegan con estas contradicciones. El grupo de Al Zarqawi practica la pol¨ªtica de lo peor en Irak: se desinteresa del pueblo iraqu¨ª y busca ¨²nicamente volver toda soluci¨®n pol¨ªtica imposible (fomentando la guerra civil entre chi¨ªes y sun¨ªes). Al Zarqawi no pretende construir un Estado, aunque fuera isl¨¢mico: para ¨¦l, Irak es ¨²nicamente un campo de batalla. Los atentados de Londres y de Madrid tambi¨¦n entran dentro de esta l¨®gica de lo peor.
Llegamos aqu¨ª a la tercera pregunta: ?puede la democratizaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo acabar con el terrorismo? Aqu¨ª caemos sin duda en lo que es una ilusi¨®n profunda sobre la naturaleza del terrorismo isl¨¢mico contempor¨¢neo: en ¨¦l se ve, en mi opini¨®n de forma equivocada, una respuesta procedente de Oriente Pr¨®ximo a las intervenciones militares estadounidenses en la regi¨®n. Es un lugar com¨²n decir que Gran Breta?a y Espa?a fueron golpeadas para castigarlas por su participaci¨®n al lado de los estadounidenses en Irak. El razonamiento subyacente es que una retirada de Irak les pondr¨ªa a salvo (y pone a salvo a los pa¨ªses que se desmarcan de los estadounidenses). Pero la cronolog¨ªa del terrorismo demuestra que ¨¦ste no es una respuesta a las intervenciones militares en la regi¨®n. Las acciones de Al Qaeda no siguieron sino que precedieron a las de los estadounidenses. Fue despu¨¦s del 11-S cuando los estadounidenses intervinieron militarmente en Irak y en Afganist¨¢n. De manera m¨¢s general, se puede demostrar f¨¢cilmente que la acci¨®n de Bin Laden nunca es reactiva, diga lo que diga ¨¦l mismo. Es un combatiente internacionalista desde comienzos de los a?os ochenta y, desde que combati¨® a los sovi¨¦ticos en Afganist¨¢n, nunca ha ocultado su hostilidad hacia Occidente. Si le sorprendi¨® el llamamiento hecho a las tropas estadounidenses por la familia real saud¨ª en 1991, ¨¦ste le opuso entonces a los saud¨ªes (con quienes hab¨ªa mantenido buenas relaciones con anterioridad) y no a los estadounidenses, a los que siempre ha odiado. El primer ataque contra las Torres Gemelas en 1993 tuvo lugar cuando el proceso de paz entre israel¨ªes y palestinos parec¨ªa funcionar. El 11 de septiembre de 2001 fue planificado antes de la segunda Intifada de septiembre de 2000.
Por otro lado, un estudio sobre la radicalizaci¨®n de los militantes de Al Qaeda demuestra que no han surgido de movimientos islamistas o nacionalistas de Oriente Pr¨®ximo (salvo el peque?o grupo egipcio alrededor de Zawahiri). Por lo general, se han radicalizado fuera de Oriente Pr¨®ximo (en especial en Occidente) y siempre han sido internacionalistas (como el precursor de Al Qaeda, Abdallah Azzam, que abandon¨® el combate por la liberaci¨®n de Palestina, porque, para ¨¦l, el car¨¢cter nacionalista de la lucha se realizaba en detrimento del islam). En cuanto a la generaci¨®n actual de Al Qaeda, se ha radicalizado dentro de un contexto de globalizaci¨®n y no de lucha para establecer un Estado isl¨¢mico en un pa¨ªs determinado.
Bin Laden siempre se ha referido a las causas sagradas en el mundo musulm¨¢n (Palestina, Irak) para justificar sus acciones ante la opini¨®n p¨²blica musulmana, que es muy sensible a ellas, pero no es esto lo que le motiva. Con motivo del 11-S mencion¨® el conflicto israelo-palestino, pero ya no lo hace. En 2001 habl¨® de la presencia de tropas estadounidenses en Arabia Saud¨ª, cuando hoy ya no hay. Ahora habla de Irak y de Afganist¨¢n, pero se han descubierto proyectos de atentados en Espa?a tras la retirada de las tropas espa?olas. En definitiva, Bin Laden siempre mencionar¨¢ razones "objetivas" para popularizar su lucha entre la masa de musulmanes (que s¨ª son sensibles a estas causas), pero no son ¨¦stos los motivos que impulsan la radicalizaci¨®n de aquellos que pasan a la acci¨®n: el caso de Mohammed Bouyeri, el asesino de Van Gogh en Holanda, muestra claramente que ni Irak ni Palestina han desempe?ado ning¨²n papel en la radicalizaci¨®n. Se trata de un argumento propagand¨ªstico de Bin Laden, no tiene como fin el reclutamiento: ¨¦ste se inici¨® antes de las intervenciones militares y seguir¨¢ incluso en caso de retirada militar. En cambio, Irak desempe?a el papel de yihad ejemplar para los internacionalistas que quieren realizarla. Pero hay que se?alar que se desentienden completamente de Irak como tal: no hablan de un Estado isl¨¢mico ni organizan en Europa unas redes pol¨ªticas de apoyo a "la lucha justa del pueblo iraqu¨ª". Van all¨ª para combatir a los estadounidenses y adquirir el entrenamiento y el esp¨ªritu de cuerpo para pasar a continuaci¨®n a la dimensi¨®n internacional. Irak desempe?a el papel que Afganist¨¢n y Bosnia desempe?aron para los internacionalistas islamistas.
Las causas del terrorismo isl¨¢mico proceden menos de Oriente Pr¨®ximo que de la propia Europa, en la radicalizaci¨®n de una franja minoritaria de j¨®venes musulmanes desarraigados. La democratizaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo ser¨¢ un paso muy positivo hacia la paz, pero no es la respuesta m¨¢gica al radicalismo isl¨¢mico, que est¨¢ mucho m¨¢s relacionado con las mutaciones del islam contempor¨¢neo y con su globalizaci¨®n.
Olivier Roy es polit¨®logo franc¨¦s , director de investigaci¨®n del Centro Nacional de Investigaci¨®n Cient¨ªfica de Par¨ªs; autor, entre otros libros, de El islam mundializado (Bellaterra). Traducci¨®n de News Clips.
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