Alturas
En Sevilla proyectan levantar una mezquita y el primer problema es la altura del minarete, 30 metros, como la de un edificio de ocho plantas, digamos. La Comunidad Musulmana espa?ola quiere ponerse de acuerdo con el Ayuntamiento, que exige una condici¨®n: la mezquita no debe superar las dimensiones de la parroquia de Los Bermejales, su barrio. All¨ª las casas, de cuatro plantas, andan por los 16 metros de altura, medida posiblemente escasa para un templo. Las religiones tienen por tradici¨®n un ansia de elevaci¨®n descomunal.
Esta exageraci¨®n no busca el honor del servidor de Dios, sino el honor del Dios del servidor, aunque el servidor reciba los honores en nombre de su Dios. La altura de los templos funciona como medida de los dioses y de las comunidades que adoran a los dioses. El tama?o comparativo de los minaretes y los campanarios es una cuesti¨®n de jerarqu¨ªa. Cuando se proyect¨® la mezquita de Roma, del arquitecto Paolo Portoghesi, los promotores chocaron muchas veces con el Ayuntamiento romano, que les imped¨ªa quedar por encima de la c¨²pula de la bas¨ªlica de San Pedro, aunque la mezquita se constru¨ªa en un monte. Y, a principios del siglo pasado, la nueva sinagoga romana ya hab¨ªa tropezado exactamente con la misma iglesia y el mismo problema.
El Ayuntamiento de Roma consult¨® al Papa Pablo VI para autorizar la mezquita, don¨® los terrenos y dej¨® los gastos al rey de Arabia Saud¨ª, que, de viaje en Roma un d¨ªa, hab¨ªa notado que faltaba una mezquita, casi como poco despu¨¦s sucedi¨® en Marbella. Ahora, en Sevilla, la historia del minarete repite el caso de Roma, donde la mezquita se inaugur¨® hace 13 veranos y m¨¢s de 25 a?os despu¨¦s de la visita italiana del rey ¨¢rabe. Los servidores de las distintas versiones existentes de Dios coinciden infatigablemente en un gusto, muy humano, por lo suntuoso y espectacular. Sin hablar de Salom¨®n y su templo, los constructores de la catedral sevillana batieron el r¨¦cord mundial de catedrales g¨®ticas gigantes y a?adieron a la torre almohade un campanario, y, sobre el campanario, plantaron una estatua que, sobre un pedestal, enarbola una palma hasta superar los 93 metros, como si quisieran que su torre fuera m¨¢s alta que la torre almohade, aun siendo la misma.
Este instinto de jerarqu¨ªa arquitect¨®nica parecer¨ªa una cosa antigua si las mayores compa?¨ªas no siguieran proclamando su poder econ¨®mico multinacional mediante rascacielos mastod¨®nticos. Existe una nueva religiosidad de cristianos evang¨¦licos y musulmanes de barrio, que rezan en cocheras y antiguos comercios y apartamentos, pero las religiones oficializadas, las que mantienen su ambici¨®n de ser parte fundamental del Estado, insisten en comparar las alturas de minaretes y campanarios. Es un juego de amor propio patri¨®tico-religioso-nacional. Por eso el Ayuntamiento de Sevilla, como en su tiempo hizo el de Roma, remite a la Comunidad Musulmana a las medidas de la iglesia cat¨®lica del lugar, y no a las ordenanzas municipales sobre altura de los edificios, que tendr¨ªan que valer para todos, incluso para los santos.
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