Gloria y esplendor del Discovery Channel
La etapa acaba con la victoria de Savoldelli, gregario de Armstrong, y con el primer puesto en la general por equipos
A Andrea, "Sandrino", Carrea se le ocurri¨® un d¨ªa entrar en una fuga en el Tour de 1952 y al terminar el d¨ªa en Lausana se vio en el podio con el maillot amarillo. Pero Carrea no estaba feliz. Carrea, uno de los gregarios m¨¢s fieles de Fausto Coppi, lloraba a moco tendido, buscando con la mirada, ansioso, los ojos de su patr¨®n, a quien supon¨ªa ferozmente enfadado. "Perdona, Fausto", le dijo Sandrino luego. "Ha sido sin querer, este maillot no me corresponde, no soy digno". Al d¨ªa siguiente, en la primera ascensi¨®n de la historia a Alpe d'Huez, el "campionissimo" acab¨® con el dislate. Gan¨® y alcanz¨® un maillot amarillo que llevar¨ªa hasta Par¨ªs.
A Martin Vandenbossche le dio un d¨ªa por luchar por la gloria m¨ªnima de pasar por el Tourmalet en cabeza, lo que provoc¨® un tremendo ataque de celos de Eddy Merckx, indignado porque uno de sus gregarios buscara el lucimiento personal. Era en 1969, el a?o en que el "Can¨ªbal" monopoliz¨® en el podio de Par¨ªs los maillots de todos los colores del Tour, y Merckx, incre¨ªble, l¨ªder incontestable de la carrera, aceler¨® en el Tourmalet para privar a su gregario del honor. Despu¨¦s, no par¨®: lleg¨® a Mourenx, distante m¨¢s de 100 kil¨®metros, con m¨¢s de ocho minutos de ventaja sobre lo que quedaba del pelot¨®n. Fue quiz¨¢s su d¨ªa m¨¢s glorioso en el Tour.
Afortunadamente para ellos el jefe de George Hincapie y Paolo Savoldelli no se llama ni Fausto Coppi ni Eddy Merckx. Afortunadamente para ellos, su jefe es Lance Armstrong.
George Hincapie, el amigo de toda la vida, gan¨® el domingo la etapa reina y al cruzar la meta Armstrong fue hacia ¨¦l para estrecharle en sus brazos. Era la primera vez que un miembro del equipo de Armstrong que no fuera ¨¦l mismo ganaba una etapa en uno de los seis (casi siete) Tours victoriosos del tejano. Ayer, Paolo Savoldelli, que s¨®lo ha corrido al lado de Armstrong un par de semanas, se convert¨ªa en el segundo gregario suyo que ganaba una etapa, y a Armstrong tampoco le pareci¨® nada mal, antes al contrario, Armstrong entr¨® en Revel sprintando, con una prisa furiosa, pura rabia, puro orgullo. Ten¨ªa prisa por estrechar en sus brazos al "Falco", al halc¨®n italiano al que ficharon para figurar bien en el Giro (y lo gan¨®), para ayudar a Armstrong en el Tour (y tambi¨¦n cumpli¨®). Ten¨ªa prisa por mostrar al mundo que su equipo es un gran equipo, por demostrarle a Ullrich que no tiene nada que hacer, que m¨¢s le vale no tocarle las narices, que las consecuencias pueden ser desastrosas. Una de ellas, la sufri¨® ayer. El Discovery Channel no dio una pedalada de m¨¢s, el T-Mobile de Ullrich se mat¨® a trabajar delante y detr¨¢s y, terminado el d¨ªa interminable, la etapa m¨¢s larga, 240 kil¨®metros bajo la can¨ªcula del Midi, echaron cuentas ambos equipos. Para el de Armstrong, la etapa, la general por equipos y el afianzamiento de Popovych en la general del mejor joven; para el de Ullrich, la frustraci¨®n, la miseria (y el abandono de Kl?den, segundo en el podio de Par¨ªs en 2004, que se hab¨ªa roto la mu?eca la v¨ªspera).
"Por eso entramos como entramos en la ciudad", dice George Hincapi¨¦, quien con Popovych y Armstrong convirti¨® los ¨²ltimos cinco kil¨®metros de una etapa en apariencia anodina en un carrusel fren¨¦tico de velocidad y nervios. "Para calmarle los ¨¢nimos a Ullrich, para decirle, eh, amigo, t¨² te has quedado casi solo, s¨®lo est¨¢ contigo Vinok¨²rov, y nosotros somos tres, y f¨ªjate, el pelot¨®n se ha quedado en diez. Somos fuertes, ?eh?". Savoldelli hab¨ªa llegado hac¨ªa m¨¢s de 22 minutos.
Antes se dec¨ªa que esto era cosa de la ¨²ltima semana, ahora se dice que el Tour es as¨ª desde el primer d¨ªa: hay tantos intereses, tantos premios de consolaci¨®n que salvan el Tour de cualquiera, que no hay d¨ªa en el que no se marche de salida a 70 por hora, en el que cualquier movimiento de cualquier corredor, hasta del m¨¢s an¨®nimo, no ponga en marcha una cadena imprevisible de acontecimientos, un bucle eterno, infinito.
Y eso ocurri¨® hasta ayer, el d¨ªa del descanso activo decretado, el d¨ªa en que una vez formada la consabida fuga -la m¨¢s numerosa: 17 corredores, sin Flecha, pero con Rubiera y Sevilla, 14 equipos, dos ciclistas del Discovery, uno del T-Mobile-, el pelot¨®n dej¨® hacer de una manera que a algunos les pareci¨® escandalosa. Si hasta parec¨ªa la etapa del ¨²ltimo domingo, la de los brindis, las bromas y el cachondeo camino de Par¨ªs. "Fue surrealista", dijo Armstrong, "faltaban 15 kil¨®metros para terminar la etapa y o¨ªmos que Savoldelli hab¨ªa ganado". Tambi¨¦n lo oy¨® Ullrich y con rabia, con desesperaci¨®n, con una fuerza tremenda, orden¨® a Vinok¨²rov forzar la marcha en la cuesta de Saint Ferr¨¦ol, un puerto de tercera a cinco kil¨®metros de la llegada. Y el d¨ªa de descanso se convirti¨® en un tormento. "Qu¨¦ horror, con qu¨¦ fuerza ha salido luego Ullrich", dijo Mancebo, que sigue quinto. "Yo iba entre los 20 primeros y al principio me qued¨¦ cortado, pero luego pude enlazar en el descenso. Qu¨¦ dolor de piernas, dios m¨ªo".
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