?Qu¨¦ dura es la vida!
Ahora se llama Matilde, pero hasta hace tres a?os era Mat¨ªas, un chico escultural con cara de morbo que se ganaba la vida de modelo. Pasar de Mat¨ªas a Matilde fue un calvario, con un juicio parecido al de un criminal y pagando 6.000 euros al abogado. Pero por fin consigui¨® un DNI que lo acredita como mujer. En realidad nadie la conoce como Matilde, sino como Valeria, un transexual que se gana la vida honradamente de ocho de la tarde hasta la madrugada en las inmediaciones del Camp del Bar?a. Pero Valeria est¨¢ harta de esta vida: se oper¨® para ser una mujer normal, con un trabajo y una familia normal, no para ser la puta del hombre de negocios con familia que cuando est¨¢ saturado de aparentar lo que no es, o cuando su mujer tiene la t¨ªpica jaqueca precoito coge el coche y se va al Camp del Bar?a. All¨ª, sin bajar siquiera del autom¨®vil, tendr¨¢ su felaci¨®n por unos miserables 20 euros, o un completo por 30. Visto y no visto. El hombre se larga y ah¨ª queda un pu?ado de hombres vestidos de mujer, o de mujeres que fueron hombres, o de hombres que desean ser mujer. Todos esperando a que se acerque otro coche que les proporcionar¨¢ m¨¢s trabajo. La gente asocia siempre transexual con prostituci¨®n, pero no a todos los transexuales les apetece hacer la carrera. Valeria sabe mucho de esto y habla sin tapujos porque est¨¢ quemada. Dice que si se muriera ahora no se perder¨ªa nada, que ya lo ha perdido todo, que no tiene amigos y que los de la profesi¨®n le hacen el vac¨ªo por envidia, porque est¨¢ mejor operada que la mayor¨ªa. Valeria despotrica contra esos falsos puritanos que no apoyan el matrimonio entre homosexuales ni la nueva ley de adopci¨®n y por la noche salen corriendo de su casa en busca, precisamente, de aquello de lo que reniegan.
Valeria despotrica contra los falsos puritanos que por la noche salen corriendo de su casa en busca, precisamente, de aquello de lo que reniegan
Me re¨²no con Valeria en el bar restaurante Casa Joan de La Rambla. All¨ª la conocen y son muy amables con ella, no ocurre lo mismo en otros bares donde tiene prohibida la entrada. Valeria acaba de regresar de C¨®rdoba de enterrar a un amigo de sida. "Era de los pocos amigos que ten¨ªa. Muri¨® solo". Me cuenta que ella siempre usa preservativos, pero que a¨²n hay hombres que no quieren y se van con otras que lo aceptan porque necesitan el dinero.
Lo primero que uno ve de Valeria son sus descomunales pechos, aptos para ahogar a quien se atreva a hundir la nariz en ellos. Antes de operarse decentemente, un travesti retirado le inyect¨® silicona l¨ªquida a lo bruto. "Lo hace a quien quiera, en su casa, sentado en el sof¨¢ y rodeado de gatos y perros malolientes, con una jeringuilla que parece una ampolla. Si se te infecta, all¨¢ t¨². ?l cobra los 1.000 euros y tu te las arreglas si te salen quistes, que es lo m¨¢s probable y lo que me ocurri¨® a m¨ª. Si no te los sacas, se vuelven cancer¨ªgenos". A Valeria le sal¨ªan bultos por todas partes, hasta que decidi¨® acudir a un cirujano.
El entonces Mat¨ªas naci¨® hace 33 a?os en Sant Vicen? dels Horts. Ya de peque?o se dio cuenta de que era una ni?a y no un ni?o, incluso la gente se lo dec¨ªa. Pero en el colegio empez¨® a sentir la repulsa de sus compa?eros, que le hac¨ªan la vida imposible. Estaba siempre solo en un rinc¨®n: no ten¨ªa amigos y su padre y sus tres hermanos tampoco lo aceptaban, s¨®lo ten¨ªa el consuelo de su madre, que le apoyaba en todo. "Mi infancia fue soledad y humillaci¨®n, algo muy triste", comenta Valeria. "Todos me llamaban maric¨®n y un d¨ªa me rebot¨¦ y decid¨ª ir a un gimnasio para hacer culturismo y ser m¨¢s macho que todos. Me puse cachas y me sirvi¨® para lanzarme como modelo". Valeria me ense?a unas fotos que me dejan pasmada: un hombre como un tren, con una sensualidad arrebatadora, fotografiado para la pasarela Gaud¨ª, para Cibeles, Sonimagfoto, Play Boy, Christian Dior... No puedo evitar preguntarle c¨®mo se le ocurri¨® hincharse las tetas, las caderas y el labio superior; reducirse la nariz; tomar hormonas... La respuesta es bastante simple: a pesar del ¨¦xito como hombre, el coco le funcionaba como mujer y decidi¨® dar el salto. "Si hubiera sabido el resultado, no me habr¨ªa operado de nada", comenta con amargura. Su madre siempre le avis¨® que era un error cambiar de sexo, pero muri¨® de c¨¢ncer, se qued¨® solo y decidi¨® probar. "Cuid¨¦ a mi madre durante 12 a?os. Mientras, trabajaba en una discoteca. Con su muerte todo se me vino encima y me oper¨¦. Trabaj¨¦ en un peep show y luego en el Bagdad, pero no soportaba este trabajo y me drogaba para no enterarme, hasta que me echaron. Intent¨¦ trabajar en algo normal, pero nadie quiere un transexual. Tengo una asistenta social y he hecho cursillos de peluquer¨ªa, de recepcionista de hotel, pero no consegu¨ªa nada. Hasta que me ech¨¦ a la calle, primero en La Rambla, ahora en el Camp Nou. No soporto esta vida. Me da asco. Tengo que chupar pollas que apestan, follar con quien no quiero, al lado de la sillita del beb¨¦, del sonajero y el osito de peluche del hijo del cliente. Todo es horroroso". Ante tal confesi¨®n una se queda sin habla. Le pregunto si su vida privada es mejor, pero me dice que los novios le han salido mal: uno le pegaba e intent¨® atropellarla y tirarla por el balc¨®n. "Los hombres quieren a un transexual para el sexo, no para formar pareja". Mi ¨²ltimo intento es preguntarle por sus amigos, por su familia, por sus compa?eras de profesi¨®n. Nada: est¨¢ sola. La miro: todo parece demasiado terrible para ser verdad, pero no creo que me haya contado ninguna bola. La dejo con sus fotos y unos cuantos camareros fascinados, mirando lo que fue.
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