La obra de un navarro hiperactivo

Antes de nacer, las almas aspirantes a encarnarse deber¨ªan hacer un examen para determinar en qu¨¦ ¨¦poca y lugar encajar¨ªan mejor. As¨ª se evitar¨ªa que los que somos tirando a vagos vini¨¦semos a un mundo donde a la gente se la mide por el ¨¦xito profesional. Y lo contrario: que un esp¨ªritu emprendedor como Juan de Goyeneche y Gast¨®n naciera en 1656, en la desfallecida Espa?a de los ¨²ltimos Austrias y, para m¨¢s inri y des¨¢nimo, en el valle navarro de Bazt¨¢n, donde todos eran hidalgos y, por consiguiente, no pegaban chapa.

Sobrecoge pensar lo que hubiera dado de s¨ª, en mejores circunstancias, un hombre que, en aqu¨¦llas, lleg¨® a ser administrador de Carlos II, tesorero de tres reinas y de milicias, editor de la Gaceta de Madrid, armador y, en los ratos libres, historiador de su valle natal. Un hombre que, viendo lo parada que estaba la industria patria -?y qu¨¦ no lo estaba, en comparaci¨®n con ¨¦l?-, adquiri¨® en 1705 unos campos yermos al sur de Alcal¨¢ y, despu¨¦s de convencer a Churriguera de que le hiciese los planos, levant¨® una urbe fabril a la que bautiz¨®, sin parar mientes en la guasa, Nuevo Bazt¨¢n. Felipe V dijo: "Si tuviera dos vasallos como Goyeneche, pondr¨ªa muy brevemente a Espa?a en estado de no depender de los extranjeros, antes reducir¨ªa a ¨¦stos a depender de Espa?a". Pero s¨®lo tuvo uno, y muri¨® en 1735.

Tres siglos despu¨¦s, docenas de artesanos vuelven a afincarse en Nuevo Bazt¨¢n

Poco despu¨¦s, las f¨¢bricas -de pa?os, sombreros, pieles, vidrios, jabones, papel, aguardientes, confites...- cerraron y Nuevo Bazt¨¢n se convirti¨® en los que hoy nos encontramos: un extra?o pueblo cuadriculado, muy antiguo y a la vez muy moderno, donde, paseando entre ruinas palaciegas y m¨¢rmoles barrocos, cuesta distinguir a los vivos de los fantasmas.

El coraz¨®n de Nuevo Bazt¨¢n lo forman la iglesia de San Francisco Javier -copatrono de Navarra- y el anejo palacio de Juan de Goyeneche, el cual exhibe un elegante torre¨®n cuadrado coronado con balaustres y bolas, y una portada custodiada por un le¨®n que sostiene entre sus fauces el escudo ajedrezado del valle de Bazt¨¢n.

Todo ello, labrado en la piedra caliza que aflora, dorada como el sol y como el trigo agostizo, en este p¨¢ramo del sureste madrile?o. Alrededor de este n¨²cleo se?orial se abren tres plazas: la del Mercado, con soportales de madera; la de Fiestas, donde en tiempos de Goyeneche se corr¨ªan toros, y la de la Iglesia, que era y sigue siendo la principal y m¨¢s acogedora, asombrada por centenarios pinos carrascos, casta?os de indias y ciclamores de rosa flor.

En esta ¨²ltima plaza, dentro de unas antiguas bodegas, se halla desde octubre de 2003 el Centro de Interpretaci¨®n de Nuevo Bazt¨¢n. Aqu¨ª pueden verse, adem¨¢s de las grandes tinajas donde anta?o se conservaba el vino, maquetas de lo que fue Nuevo Bazt¨¢n en sus mejores d¨ªas, las muy diversas manufacturas que se hac¨ªan y una pel¨ªcula en la que los espectros de Goyeneche y Churriguera conversan amigablemente acerca de lo mucho que cost¨® crear un enclave industrial en mitad de la nada, con sus caminos, sus puentes, sus molinos, sus vi?edos y sus maestros venidos de lejanas tierras. No todo se lo llev¨® la trampa del tiempo. Algo de aquel esp¨ªritu laborioso qued¨®, en espera de germinar en ¨¦poca m¨¢s propicia.

As¨ª se explica que, tres siglos despu¨¦s, docenas de artesanos hayan vuelto a afincarse en Nuevo Bazt¨¢n. Nueve de ellos comparten un local junto a la plaza del Mercado, donde adem¨¢s de exponer y vender sus obras imparten cursos de cester¨ªa, dibujo, pintura, dorado...

El paseo por las calles trazadas a cordel de Nuevo Bazt¨¢n, entre las viviendas que habitaron los administradores y operarios, puede prolongarse por la senda ecol¨®gica de Valmores, una ruta circular de siete kil¨®metros (tres horas) que recorre el vecino valle del arroyo de la Vega. All¨ª, rodeada de encinares, quejigales y alamedas, yace, casi irreconocible, la ruina del pueblo de Valmores, otra l¨¢pida de aquel cementerio de voluntades que fue la Espa?a de Goyeneche.