Los ingenieros de la 'soluci¨®n final'
Auschwitz es sin¨®nimo de Holocausto. Tambi¨¦n lo es de una organizaci¨®n perfecta de la muerte y sus residuos: de las cenizas, los huesos, los pelos, las gafas, la ropa y los zapatos de seis millones de jud¨ªos. Uno de los protagonistas de esta organizaci¨®n macabra fue la constructora de crematorios Topf & S?hne (Topf e Hijos). El Museo Jud¨ªo de Berl¨ªn presenta hasta el 18 de septiembre una exposici¨®n que refleja c¨®mo la empresa particip¨® en la limpieza en los campos de exterminio de las monta?as de cad¨¢veres.
Adolf Hitler decidi¨® poner en marcha en 1941 "la soluci¨®n final de la cuesti¨®n jud¨ªa" en el territorio alem¨¢n y en las zonas bajo control nazi. ?C¨®mo pudo hacerse realidad la soluci¨®n final? Para llevar a millones de seres humanos a las c¨¢maras de gas, como vacas a un matadero, participaron miles de personas.
A ning¨²n trabajador le llamaba la atenci¨®n lo que suced¨ªa. Se anotaban las c¨¢maras como s¨®tanos de gas o como ba?os para actividades especiales
Los hombres 'normales' que dise?aban los hornos probaban la eficacia de sus productos en los mismos campos de concentraci¨®n
La historia de la empresa constructora de crematorios Topf & S?hne, de Erfurt, una ciudad en el este de Alemania, refleja de manera ejemplar que lo hac¨ªan con toda naturalidad. Topf & S?hne tom¨® parte en la limpieza de los cad¨¢veres de las f¨¢bricas de la muerte y en la labor de purificar el aire con sistemas de ventilaci¨®n en las c¨¢maras de gas para no interrumpir la cadena de la matanza masiva.
Los directores de esa empresa no eran nazis ni antisemitas expl¨ªcitos. El negocio de las instalaciones en los campos de exterminio, crematorios hasta de cuatro plantas, no superaba el 2% del volumen total de Topf & S?hne. La colaboraci¨®n de ciudadanos y empresas que no eran nazis a¨²n no se ha investigado, subraya Cilly Kugelmann, directora del programa del Museo Jud¨ªo.
La motivaci¨®n
?Qu¨¦ les motivaba? "Posiblemente el desaf¨ªo tecnol¨®gico, su ambici¨®n de ingenieros", dice Volkhard Knigge, director del museo conmemorativo de Buchenwald. Tambi¨¦n es posible que se sintieran legitimados por el Estado o que cumpliesen con los intereses de Alemania y sus objetivos de guerra, dice Knigge.
Los ingenieros de la soluci¨®n final es una forma de conmemorar muy distinta a la del Memorial de los Jud¨ªos europeos asesinados que se inaugur¨® el pasado mes de mayo en el coraz¨®n de la capital alemana; se trata de "un memorial de luto, un cementerio", seg¨²n Knigge. La muestra que ¨¦ste desarroll¨®, en colaboraci¨®n con el Museo Jud¨ªo y la Fundaci¨®n Federal de Cultura, es el "estudio de un caso concreto". Los organizadores han hecho un trabajo de detectives.
La pol¨ªtica empresarial de Topf & S?hne, fundada en 1878, era en su momento una de las m¨¢s modernas de la ¨¦poca. A los empleados les ofrec¨ªan una vivienda, seguro social, pensiones y primas. Su primera incursi¨®n en el negocio de los crematorios se produjo a finales de 1939 en Buchenwald, a 20 kil¨®metros de Erfurt, tras la primera muerte masiva por una epidemia que la SS no control¨®. Topf & S?hne envi¨® sus primeros hornos crematorios m¨®viles. Se parec¨ªan a los utilizados en las campa?as para eliminaci¨®n de animales.
Uno de los ingenieros m¨¢s ambiciosos de la empresa, Kurt Pr¨¹fer, desarroll¨®, bas¨¢ndose en estos crematorios, otros especiales para el campo de Buchenwald. Seguir¨ªan Dachau, Mauthausen, Gusen y Auschwitz. Pr¨¹fer se enorgullecer¨ªa, m¨¢s adelante, de haber creado una especie de perpetuum mobile para quemar los cad¨¢veres: un crematorio de cuatro plantas que funcionaba sin carb¨®n ni petr¨®leo. De combustible serv¨ªan los propios cad¨¢veres. Este sistema nunca entr¨® en funcionamiento.
Los hombres normales que dise?aban los hornos m¨¢s eficaces en la tercera planta de la f¨¢brica probaban y controlaban la eficacia de sus productos en los mismos campos de concentraci¨®n. Sus tablas de dibujo eran de la marca Isis, nombre del dios egipcio que proteg¨ªa a quienes inventaban algo ¨²til para la humanidad.
La t¨¦cnica desarrollada por los ingenieros de Topf no era novedosa. Simplemente, y sin escr¨²pulos, adaptaban la t¨¦cnica de incineraci¨®n. Hab¨ªa que hacer que los cuerpos desaparecieran con toda rapidez y sin dejar huellas. Era importante que el funcionamiento permanente de los hornos no provocara grietas en los muros y que los cad¨¢veres alimentaran el fuego.
No existen documentos que prueben que a alg¨²n trabajador de la empresa le llamara la atenci¨®n lo que suced¨ªa en los campos. Las secretarias de los directores anotaban la palabra "s¨®tanos de gas". Las c¨¢maras se llamaban en otras ocasiones "ba?os para actividades especiales".
Los hermanos Ludwig y Ernst-Wolfgang Topf dirigieron la empresa a partir de 1935; se sent¨ªan v¨ªctimas de lo ocurrido. Ludwig se suicid¨® poco tiempo despu¨¦s de finalizar la guerra. Aseguraba en su carta de despedida: "Siempre fui una persona decente, todo lo contrario a un nazi. Todo el mundo lo sabe". Y: " Nunca hice conscientemente y con intenci¨®n alg¨²n mal, pero me lo han hecho a m¨ª". Todos los responsables, seg¨²n Knigge, "expertos civiles que no sent¨ªan escr¨²pulo alguno", aseguraban haber pensado solamente en la higiene, pues exist¨ªa el peligro de que se generaran epidemias.
Un pasado oculto
Hartmut Topf, primo lejano de estos hermanos y bisnieto del fundador, Johann Andreas Topf, conoci¨® la historia de su familia unos a?os despu¨¦s de terminar la guerra. Cuando ten¨ªa 12 o 13 a?os vio un reportaje en el que mencionaban el nombre de la empresa en el Wochenschau, un informe semanal que se ve¨ªa en el cine. Desde entonces, siempre quiso saber m¨¢s sobre aquel pasado que su madre le ocultaba, pues le aseguraba que Topf era un nombre ilustre. Hartmut sinti¨® una gran liberaci¨®n el d¨ªa de la inauguraci¨®n de la muestra sobre la empresa de sus antepasados.
El visitante puede comprobar en un recorrido por las seis salas, dise?adas por Daniel Libeskind, un aspecto t¨¦cnico, en palabras de Knigge "incluso artesanal", de la muerte de millones de personas entre 1939 y 1945. La exposici¨®n sigue el trabajo de la direcci¨®n empresarial, los ingenieros e instaladores sin recurrir a puestas en escena por sistemas multimedia. Se limita a exhibir la informaci¨®n y la complementa con textos descriptivos. Paso a paso se hace visible la disoluci¨®n de las normas sociales vigentes hasta entonces. Las autoridades de Erfurt, hasta hace poco, se negaban a hacer una exposici¨®n sobre Topf & S?hne, pues consideraban que el papel de estos empresarios no hab¨ªa sido central. Y argumentaban: "Tampoco se hace una exposici¨®n sobre cada panadero que entregaba panecillos". Cuando el alcalde de Erfurt se enter¨® de que la muestra se llevar¨ªa tambi¨¦n a Washington y Par¨ªs, confirm¨® que la exhibir¨ªa en su ciudad, donde posiblemente encuentre su lugar definitivo en la tercera planta de la antigua f¨¢brica.
El t¨¦cnico m¨¢s ambicioso
KURT PR?FER (1891-1952) GANABA SU DINERO con las comisiones que la empresa Topf & S?hne le pagaba por cada operaci¨®n que cerraba. Adem¨¢s de un sueldo fijo, se beneficiaba de un 2% de las ganancias. Miembro pasivo del Partido Nacionalsocialista desde 1933, Pr¨¹fer aportaba un 40% al volumen de negocio de su "departamento de construcci¨®n de hornos especiales", creado en 1941. Los ingenieros de esta secci¨®n sab¨ªan que daban el ¨²ltimo toque al exterminio de los jud¨ªos, comunistas, gitanos, homosexuales u otras personas que no cab¨ªan en la sociedad ideal nazi, porque la construcci¨®n de semejantes crematorios requer¨ªa un dise?o perfecto. No hac¨ªa falta mucha imaginaci¨®n.
Pr¨¹fer desarroll¨® sus instrumentos para quitar de en medio montones de cad¨¢veres copiando los sistemas de incineraci¨®n de basura y de animales, y de las f¨¢bricas de ladrillos. Con el fin de reducir el volumen de los cuerpos a un m¨ªnimo de cenizas y huesos, los constructores de los hornos ten¨ªan que ver su producto en el lugar de uso y asistir a su puesta en marcha. Por ello, Pr¨¹fer viaj¨® al menos 12 veces a Auschwitz.
En 1943, el ambicioso ingeniero recomend¨® a la direcci¨®n de las SS utilizar el calor de los crematorios para acelerar la muerte con el gas t¨®xico Cicl¨®n B. A una temperatura de 26 grados, dec¨ªa en un comunicado, la muerte es m¨¢s r¨¢pida. Las SS llevaron la idea a la pr¨¢ctica de inmediato.
El ej¨¦rcito sovi¨¦tico detuvo a Pr¨¹fer en 1946. Fue condenado a 25 a?os de c¨¢rcel. Nnunca neg¨® los hechos, pero no reconoci¨® su culpa. En 1948 dijo en Mosc¨² que se enter¨® "por casualidad" de la existencia de las c¨¢maras de gas.
En febrero de 1942, Pr¨¹fer habr¨ªa podido escapar del horror. Amenaz¨® con dejar su trabajo porque consideraba que ganaba poco. Los directores lo convencieron mediante un aumento de sueldo.
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