M¨¢s que una fiesta en la playa
Las nubes amenazaban, casi parec¨ªan sonre¨ªr de forma mal¨¦fica anunciando una noche pasada por agua, pero no fue as¨ª. No pod¨ªa ser as¨ª, el Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n no se merec¨ªa inaugurar su cuarenta aniversario luchando contra los elementos. No llovi¨® y las nubes, aliadas al final, sirvieron para refrescar el ambiente, cosa que se agradeci¨® en una velada musicalmente calurosa.
Doblegada la metereolog¨ªa todo lo dem¨¢s iba cuesta abajo. Entre los inmensos cubos del Kursaal se dispersaban dos escenarios y varios bares y, algo m¨¢s abajo, sobre la misma arena de la playa de la Zurriola un tercer escenario algo mayor. El p¨²blico s¨®lo ten¨ªa que pasearse entre ellos y dejarse llevar por una oferta musical variada y f¨¢cil de asimilar. Y el p¨²blico, coherente con la oferta, se dej¨® llevar, m¨¢s bien arrebatar. M¨¢s de veinte mil personas, seg¨²n estimaciones de la organizaci¨®n, se acercaron hasta la zona para celebrar el aniversario. Fue una fiesta pero no s¨®lo fue una fiesta, la m¨²sica no defraud¨® y vol¨® muy alto.
Clase magistral de blues
Hacia las ocho de la tarde ya era imposible entrar en la carpa en la que el hist¨®rico Tony Joe White ofrec¨ªa una clase magistral de blues directo, campechano y reducido a su m¨ªnima expresi¨®n (s¨®lo una bater¨ªa secundaba su voz y su guitarra). Oculto bajo su sombrero y sentado resultaba dif¨ªcil verle, pero su m¨²sica inflamaba el ambiente. En la aglomeraci¨®n lleg¨® a sonar el Rainy night in Georgia de nuestros recuerdos. Un rato despu¨¦s la carpa volv¨ªa a ser intransitable: el jazz a?ejo de La Porte?a Jazz Band con alg¨²n refuerzo catal¨¢n tend¨ªa un puente entre Buenos Aires y Nueva Orleans entre apretujones. Apretujones que tambi¨¦n marcaron el paso de La Locomotora Negra, hist¨®ricos del festival pues ganaron dos premios del concurso de aficionados en 1977.
Otro grupo tambi¨¦n hist¨®rico cerr¨® las abarrotadas actuaciones en la carpa situada en la terraza ante el cubo peque?o del Kursaal: Clunia, del contrabajista Baldo Mart¨ªnez, que tambi¨¦n hab¨ªan pasado hace ya casi dos d¨¦cadas por el certamen de grupos aficionados donostiarra. El grupo gallego demostr¨® una vitalidad encomiable que justifica plenamente su pervivencia a trav¨¦s del tiempo. Minutos despu¨¦s de las diez de la noche la playa fue ocupada por un vendaval de rhytm and blues potente y seductor. Desde mucho antes la gente hab¨ªa tomado ya posiciones sobre la arena. El h¨¦roe de la velada no era otro que un brit¨¢nico con pinta de no haber abandonado el pub en varias semanas y voz todav¨ªa de trueno: Eric Burdon. Rodeado de una banda s¨®lida realiz¨® un concierto de puro apabulle r¨ªtmico. Ya en el segundo tema apareci¨® Boom Boom, una explosi¨®n, e inmediatamente un Don't let me be misunderstood tintado de reggae, We gotta get out this place, I'm crying y, por supuesto, The house of the rising sun. La noche promet¨ªa que iba a ser grande y lo fue.
Un magn¨ªfico concierto para vivirlo sobre la arena, con un cierto golpeteo de olas a un lado y la imponente sombra del Kursaal iluminado al otro. Una fiesta que se prolong¨® despu¨¦s con el funk tremendamente danzante del saxofonista Maceo Parker, una apisonadora de ritmo en la que cabe desde el t¨ªpico rhythm and blues hasta el m¨¢s descarado rap todo mezclado con pasmosa naturalidad. La playa se puso en movimiento y no par¨® hasta altas horas de la madrugada.
Burdon y Parker aportaron el toque danzante y r¨ªtmico, pero la sorpresa fue la presentaci¨®n de la Big Band del 40 Aniversario. Un orquesta dirigida por Bob Sands, con m¨²sicos procedentes de los cuatro rincones de la pen¨ªnsula. La banda son¨® potente, colorista y contagiosa a pesar del poco margen para ensayar que hab¨ªa tenido. Destacaron Gorka Ben¨ªtez, David Pastor, David Xirgu, Mathew Simon, David Mengual, Joan D¨ªaz o el propio Sands y dejaron claro que tambi¨¦n los m¨²sicos de aqu¨ª pueden hacer cosas importantes y encandilar al p¨²blico. L¨¢stima que esta formaci¨®n con futuro se haya ya disuelto cuando aparezcan estas l¨ªneas.
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