?Intent¨® Washington manipular las elecciones?
Las elecciones del 30 de enero en Irak se vieron como una victoria pol¨ªtica de George W. Bush y una justificaci¨®n de su decisi¨®n de derrocar el r¨¦gimen de Sadam Husein. M¨¢s de ocho millones de iraqu¨ªes desafiaron las amenazas de los rebeldes y acudieron a votar para los consejos provinciales y la Asamblea Nacional. Muchos hicieron cola pacientemente durante horas, pese a saber que sus vidas corr¨ªan peligro. Las im¨¢genes de iraqu¨ªes sonrientes, ense?ando sus dedos manchados con tinta violeta -para indicar que hab¨ªan votado, se transmitieron a todo el mundo. Hasta algunos de los mayores detractores del presidente estadounidense reconocieron que tal vez hab¨ªa tenido raz¨®n: la democracia, como ¨¦l hab¨ªa dicho, pod¨ªa afianzarse en Oriente Pr¨®ximo. El hecho de que acudieran a votar muy pocos sun¨ªes -que, bajo el r¨¦gimen de Sadam Husein, hab¨ªan dominado el pa¨ªs- se consider¨® un rev¨¦s temporal. Sin embargo, la sensaci¨®n de victoria se desvaneci¨® en medio del estancamiento pol¨ªtico, la violencia en aumento y el endurecimiento de las divisiones religiosas. Por fin, despu¨¦s de tres meses de luchas sectarias encarnizadas, se form¨® un Gobierno, que ahora se esfuerza en desempe?ar su principal tarea: redactar una Constituci¨®n y tenerla lista para mediados de agosto.
El objetivo, seg¨²n fuentes militares, era reducir la influencia de los religiosos
El Gobierno de EE UU afrontaba un dilema. El vencedor m¨¢s probable ser¨ªa un partido chi¨ª
La CIA estaba "desesperada porque las elecciones dieran el fruto debido"
Desde el principio hab¨ªan existido dudas de que las elecciones fueran a satisfacer las expectativas. El Gobierno estadounidense se enfrentaba a un dilema fundamental: el vencedor m¨¢s probable de unas elecciones libres y directas ser¨ªa un partido religioso chi¨ª. Los chi¨ªes eran enemigos implacables del r¨¦gimen de Sadam y sufrieron su represi¨®n, pero muchos l¨ªderes religiosos y pol¨ªticos chi¨ªes tienen diversos grados de vinculaci¨®n a los mul¨¢s de Ir¨¢n. A medida que se aproximaban las elecciones, los estadounidenses buscaron con m¨¢s insistencia maneras de manipular los resultados -incluidas operaciones encubiertas- y reducir la influencia religiosa de los chi¨ªes. Pero no todo se desarroll¨® seg¨²n lo previsto.
El plan inicial para las elecciones, aprobado a finales de 2003 por Paul Bremer, el jefe de la Autoridad Provisional de la Coalici¨®n (APC), inclu¨ªa un sistema de comit¨¦s con el que la APC podr¨ªa ejercer enorme influencia a la hora de seleccionar un Gobierno de transici¨®n. Cada uno de los grandes grupos ¨¦tnicos -los chi¨ªes, que representan el 60% de la poblaci¨®n, los sun¨ªes, el 20%, y los kurdos, aproximadamente el 15%- tendr¨ªa un n¨²mero fijo de esca?os en una Asamblea Nacional. Estados Unidos confiaba en celebrar los comicios antes de transferir la soberan¨ªa, prevista para el 30 de junio de 2004, pero la falta de seguridad hac¨ªa que ese plazo resultara poco realista. El gran ayatol¨¢ Ali al Sistani, jefe espiritual de uno de los partidos chi¨ªes, el Consejo Supremo de la Revoluci¨®n Isl¨¢mica en Irak, CSRII, consinti¨® en un aplazamiento, como quer¨ªa Estados Unidos, a cambio de que la Casa Blanca se comprometiera a que iban a ser elecciones directas y en las que todos los votos tendr¨ªan el mismo valor. El presidente Bush acept¨®. Era un cambio de pol¨ªtica que, a juicio de muchos miembros de la Administraci¨®n, iba a garantizar la mayor¨ªa chi¨ª en la nueva Asamblea.
Los obst¨¢culos para unas elecciones libres en un pa¨ªs con escasas ra¨ªces democr¨¢ticas, que hab¨ªa sufrido a?os de dictadura, una invasi¨®n extranjera y una insurgencia, eran inmensos. Como advirti¨® Larry Diamond, uno de los principales asesores de la APC, a Bremer en un memor¨¢ndum enviado en marzo de 2004, "los partidos pol¨ªticos que nunca han participado en elecciones democr¨¢ticas tienden a recurrir a sus peores instintos y experiencias. Compran votos y, a menudo, compran a funcionarios electorales... Utilizan a matones armados para intimidar a la oposici¨®n e incluso para asesinar a sus rivales... Pueden emplear la fuerza y el fraude para robar o adulterar las urnas".
En un segundo memor¨¢ndum, Diamond informaba sobre la opini¨®n de que tanto el CSRII y Dawa, el otro gran partido chi¨ª, como otros grupos chi¨ªes paramilitares, m¨¢s militantes, estaban obteniendo fondos y entrenamiento de Ir¨¢n. "La mayor¨ªa de los dem¨¢s partidos pol¨ªticos se quejan de la dificultad de encontrar los recursos financieros necesarios para organizar, movilizar y prepararse para las elecciones", escrib¨ªa Diamond. "Algunos han pedido directamente, aunque con discreci¨®n, alg¨²n tipo de ayuda internacional, incluso de Estados Unidos". El memor¨¢ndum instaba a Bremer a crear un fondo transparente que distribuyera fondos operativos de forma equitativa a todos los partidos. "No parece probable que otros mecanismos para igualar las condiciones vayan a funcionar", escrib¨ªa Diamond. En concreto, se mostraba contrario a dar dinero de forma encubierta a los partidos favoritos, como el controlado por Ayad Alaui, primer ministro en funciones, un chi¨ª laico e inequ¨ªvoco aliado de Estados Unidos. Durante la guerra fr¨ªa, prosegu¨ªa Diamond, Estados Unidos "canaliz¨® recursos encubiertos hacia los partidos pol¨ªticos que parec¨ªan m¨¢s moderados, democr¨¢ticos y prooccidentales. Eso ya no es posible ni sensato".
Diamond no recibi¨® respuesta oficial ni de Bremer ni de Condoleezza Rice, la consejera de Seguridad Nacional, a quien hab¨ªa enviado copia de los memorandos. En su libro de reciente publicaci¨®n, Squandered Victory [Victoria desperdiciada], Diamond, que antes hab¨ªa trabajado con Rice, afirmaba que el Gobierno de Bush ech¨® a perder la ocupaci¨®n. En abril regres¨® a la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, de cuyo claustro forma parte.
En sus reuniones con l¨ªderes pol¨ªticos en Irak antes de los comicios, cuenta Diamond, "dec¨ªa con claridad que, desde luego, Estados Unidos no pod¨ªa actuar como lo hab¨ªa hecho en la guerra fr¨ªa". "Deb¨ªamos ser justos y transparentes, si de verdad est¨¢bamos interesados en promover la democracia; para m¨ª era un art¨ªculo de fe", agrega.
A finales de la primavera de 2004, seg¨²n fuentes del Departamento de Estado, el Congreso y Naciones Unidas, el Gobierno de Bush debat¨ªa precisamente la cuesti¨®n sobre la que hab¨ªa advertido Diamond: la posibilidad de ofrecer apoyo directo a Alaui y otros partidos considerados pr¨®ximos a Estados Unidos y hostiles a Ir¨¢n. Alaui, que hab¨ªa vivido d¨¦cadas de exilio y hab¨ªa trabajado tanto para el Mujabarat (servicio secreto) de Sadam Husein como para los servicios de informaci¨®n occidentales, carec¨ªa de gancho popular. El objetivo, seg¨²n varios ex responsables militares y de inteligencia, no era proporcionar una victoria clara a Alaui -un resultado que no era posible ni cre¨ªble, dada la fuerza de los partidos chi¨ªes pro-iran¨ªes-, sino reducir la influencia de los religiosos chi¨ªes. La Administraci¨®n confiaba en poder mantener a Alaui como figura importante en un Gobierno de coalici¨®n y, para ello, su partido necesitaba un porcentaje de votos respetable.
El principal partidario de encauzar ayuda a determinados partidos era Thomas Warrick, asesor sobre Irak en la Oficina de Asuntos de Oriente Pr¨®ximo dentro del Departamento de Estado, que contaba con el apoyo de sus superiores y del Consejo de Seguridad Nacional. El plan de Warrick consist¨ªa en emplear 40 millones de d¨®lares asignados a las elecciones para proporcionar de manera encubierta tel¨¦fonos m¨®viles, veh¨ªculos, radios, seguridad, personal administrativo y dinero a los partidos preferidos por el Gobierno. La Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado se opon¨ªa a este plan, y acudi¨® a tres organizaciones no gubernamentales estadounidenses que llevan d¨¦cadas ayudando a organizar y vigilar elecciones en todo el mundo: el Instituto Democr¨¢tico Nacional (NDI en sus siglas en ingl¨¦s), el Instituto Republicano Internacional (IRI) y el Fondo Nacional para la Democracia (NDE).
"Fue un tremendo debate", cuenta una persona que particip¨® en las discusiones. "Warrick dijo que hab¨ªa conseguido que estuvieran de acuerdo los representantes de la Administraci¨®n": altos cargos del Departamento de Estado, el Pent¨¢gono y el Consejo de Seguridad Nacional. Las ONG "se opon¨ªan a cualquier acci¨®n en la retaguardia para orientar las elecciones" y subrayaban que "la idea de escoger favoritos nunca sale bien", explica este funcionario. "Exist¨ªa la preocupaci¨®n de que se estaba apartando mucho dinero para pagar la propaganda de Alaui", explica la fuente. "Las ONG dijeron: 'Eso no se hace y, en cualquier caso, es una locura porque, si alguien se entera de esta manipulaci¨®n, arruinar¨¢ algo que pod¨ªa haber salido bien. Las cosas no se hacen as¨ª'. Las ONG intentaron cortarlo de ra¨ªz".
Durante el verano y la primera parte del oto?o de 2004, las ONG se reunieron con varios altos cargos, incluido John Negroponte, entonces embajador de Estados Unidos en Irak. Seg¨²n dice el funcionario que particip¨® en los debates, ocurr¨ªa siempre lo mismo. Las ONG dec¨ªan: "No vamos a colaborar en esto si se est¨¢ repartiendo dinero por ah¨ª. No vamos a formar parte de ninguna operaci¨®n encubierta, y necesitamos su palabra de que las elecciones van a ser abiertas y transparentes", y las autoridades les tranquilizaban. Unas semanas despu¨¦s, las ONG volv¨ªan a "o¨ªr hablar de un Track II, un grupo encubierto". "El dinero iba destinado a Alaui y otros".
Un experto electoral europeo que intervino en los planes para las elecciones iraqu¨ªes recuerda que Warrick "siempre ten¨ªa opiniones negativas sobre los chi¨ªes y sus lazos con los iran¨ªes. Cre¨ªa que pod¨ªa manipular las elecciones e interferir en el proceso pol¨ªtico, y presion¨® terriblemente a las ONG".
Les Campbell, director regional del NDI para Oriente Pr¨®ximo y el norte de ?frica, dice que se dio cuenta inmediatamente de "hasta d¨®nde llegaba el deseo de Estados Unidos de ayudar a Alaui". Campbell reconoce que sus colegas y ¨¦l no dejaron de discutir en ning¨²n momento con Warrick. Al principio, parec¨ªa que hab¨ªan vencido las ONG, que recibieron los 40 millones de d¨®lares en forma de subvenciones para que ayudaran a planear y vigilar las elecciones. Pero las presiones del Gobierno para dar ayuda espec¨ªfica a determinados partidos continuaban, y Warrick no abandonaba su idea. A medida que avanzaba la campa?a, cuenta Campbell, "se ve¨ªa claramente que Alaui y su coalici¨®n dispon¨ªan de grandes recursos, aunque por los cauces normales no les llegaba nada. Dispon¨ªan de unos asesores de comunicaci¨®n muy profesionales y preparados y de una cobertura televisiva hasta la saturaci¨®n".
La obsesi¨®n con Alaui, dice Campbell, impidi¨® que la Casa Blanca viera otros aspectos de la realidad. "El Gobierno respald¨® a los partidos equivocados", dice. "Les dijimos: 'Los partidos que prefer¨ªs van a acabar aplastados'. Pero no nos creyeron".
"Lo que intentaba hacer Tom Warrick no era una estupidez", dice un alto funcionario de Naciones Unidas que intervino directamente en la preparaci¨®n de los comicios iraqu¨ªes. "Era producto de la desesperaci¨®n, porque Bremer y la Casa Blanca hab¨ªan dado enorme poder a los iran¨ªes. Warrick estaba intentando salvar los restos del naufragio". Y a?ade que la respuesta, desde el punto de vista de Estados Unidos, era Alaui, porque, a pesar de su pasado dudoso, era "lo m¨¢s pr¨®ximo a un iraqu¨ª con el que la Casa Blanca pod¨ªa recuperar el pa¨ªs".
Un funcionario del Departamento de Estado confirma que hubo un esfuerzo para financiar directamente a ciertos candidatos. "Se trataba de igualar la situaci¨®n, y Alaui no era el ¨²nico que contaba", comenta. Warrick no actu¨® solo, asegura este funcionario. "Todo se consult¨® con las altas instancias y fue aprobado" en el Departamento de Estado y otros organismos del Gobierno a finales de la primavera de 2004. "Intervinieron muchas personas que pensaban lo mismo", incluidos, apunta, algunos de los miembros de las ONG que trabajaban en Irak. Y a?ade: "Lo que habr¨ªa que explicar es por qu¨¦ los neoconservadores y otros sectores del Gobierno de Estados Unidos que sent¨ªan hostilidad hacia Ir¨¢n se cegaron al respecto al llegar las elecciones", es decir, por qu¨¦ refrendaron un proceso que, en opini¨®n de Warrick y sus colegas, seguramente iba a dar el poder a unos partidos proiran¨ªes.
En cualquier caso, dice el funcionario del Departamento de Estado, Richard Armitage, subsecretario de Estado con Colin Powell, cort¨® los esfuerzos de Warrick a principios de oto?o. Armitage lo confirma, y dice que, en su opini¨®n, no hizo m¨¢s que plasmar los deseos del presidente. "En una reuni¨®n del comit¨¦ en la que est¨¢bamos los representantes de la Administraci¨®n, se debati¨® si deb¨ªamos intentar cambiar el voto", recuerda Armitage, y el presidente dijo varias veces: "No vamos a ayudar a inclinar la balanza".
No obstante, en ese mismo periodo, seg¨²n cuentan antiguos miembros del Ej¨¦rcito y los servicios de inteligencia, la Casa Blanca promulg¨® una "resoluci¨®n" presidencial secreta que autorizaba a la CIA a proporcionar dinero y otras ayudas, de forma encubierta, a candidatos pol¨ªticos en determinados pa¨ªses que, a juicio del Gobierno, estaban intentando extender la democracia. "La resoluci¨®n era de alcance general", cuenta un alto funcionario de la CIA reci¨¦n jubilado. "Pero no hay duda de que Bagdad era uno de los puntos clave. El proceso est¨¢ dirigido por la CIA y el Departamento de Defensa".
No se sabe por qu¨¦ el presidente pudo rechazar un plan para intervenir en las elecciones y, al mismo tiempo, poner en marcha otro m¨¢s encubierto. Seg¨²n varios asesores del Pent¨¢gono y antiguos miembros de los servicios de inteligencia, en la Casa Blanca ten¨ªan cada vez m¨¢s claro que la mayor¨ªa de los sun¨ªes iban a boicotear las elecciones. Por supuesto, contar con sondeos precisos en un pa¨ªs ocupado y con una insurgencia activa era dif¨ªcil. Pero durante la mayor parte de 2004, los sondeos existentes dieron a Alaui entre el 3% y el 4 % de los votos, y m¨¢s del 50 % a la candidatura chi¨ª proiran¨ª. El Gobierno estadounidense hab¨ªa supuesto, con optimismo, que la situaci¨®n pol¨ªtica y las condiciones de seguridad iban a mejorar, pese a las advertencias de los servicios de inteligencia de que no iba a ser as¨ª.
Como dice un ex miembro de los servicios de inteligencia: "El reloj electoral segu¨ªa avanzando, y a la gente le entr¨® el p¨¢nico. Las encuestas mostraban que los chi¨ªes iban a barrer en las urnas. El Gobierno ten¨ªa que hacer algo. ?De qu¨¦ manera?".
Para entonces, los responsables de la CIA estaban "desesperados por ayudar y garantizar que las elecciones dieran el fruto debido", recuerda el funcionario reci¨¦n retirado. Dentro de los diversos servicios de inteligencia se sab¨ªa que los iran¨ªes y otros pa¨ªses estaban ayudando bajo cuerda a diversas facciones. La preocupaci¨®n, dice, era que "los malos fueran a ganar".
De acuerdo con las leyes federales, una resoluci¨®n debe ser comunicada a los Comit¨¦s de Inteligencia de la C¨¢mara y el Senado o, en casos excepcionales, como m¨ªnimo, a los presidentes y miembros principales de los comit¨¦s, as¨ª como a los l¨ªderes de los grupos republicano y dem¨®crata en el Congreso. Por lo menos una dem¨®crata, Nancy Pelosi, l¨ªder de la minor¨ªa en la C¨¢mara, protest¨® en¨¦rgicamente ante cualquier interferencia en las elecciones iraqu¨ªes (la revista Time public¨® en octubre una informaci¨®n sobre el debate). El funcionario reci¨¦n jubilado de la CIA se irrita al contar el suceso: "Pelosi amenaz¨® con revelar todo a la prensa. As¨ª que la Casa Blanca cedi¨®". Y durante cierto tiempo, "consigui¨® que se detuviera el proceso". Pelosi no confirma ni niega esta informaci¨®n, salvo en un correo electr¨®nico enviado por su portavoz, en el que niega "en¨¦rgicamente" que amenazara con dar a conocer todo a la opini¨®n p¨²blica: "Nunca he amenazado con hacer p¨²blica ninguna informaci¨®n clasificada. Va en contra de la ley" (la Casa Blanca no ha querido comentar a pesar de haberlo solicitado).
La principal objeci¨®n de Pelosi, seg¨²n el funcionario de la CIA reci¨¦n jubilado, era la siguiente: "?Hemos permitido que murieran 1.100 americanos" [el n¨²mero de estadounidenses que hab¨ªan muerto en combate hasta el pasado mes de septiembre] "para que pudieran celebrar unas elecciones ama?adas?".
Despu¨¦s de las elecciones presidenciales de noviembre en EE UU, cuentan varios miembros y ex miembros del Ej¨¦rcito y los servicios de inteligencia, el Gobierno de Bush decidi¨® hacer caso omiso de las objeciones de Pelosi e intervenir de forma encubierta en las elecciones iraqu¨ªes. Un antiguo funcionario relacionado con la seguridad nacional dice que se enter¨® de lo que ocurr¨ªa por "la gente que trabajaba sobre el terreno", los que llevaron a cabo f¨ªsicamente la operaci¨®n. Era necesario, a?ade, "porque no se pod¨ªan permitir el lujo de sufrir una cat¨¢strofe".
Un asesor del Pent¨¢gono que tiene contacto con los m¨¢ximos responsables del Ej¨¦rcito reconoce que las autoridades estadounidenses en Irak "realizaron una operaci¨®n" para intentar influir en los resultados electorales. "Ten¨ªan que hacerlo", explica. "Estaban intentando demostrar la popularidad de Alaui, pero no ten¨ªa ninguna". Un asesor estrechamente relacionado con los jefes civiles del Pent¨¢gono a?ade: "No quer¨ªamos correr ning¨²n riesgo".
Varios ex miembros del Ej¨¦rcito y los servicios de inteligencia dicen que las actividades se llevaron a cabo, en parte, de manera extraoficial, para lo que se pusieron en manos de funcionarios de la CIA retirados y otro personal ajeno al Gobierno, adem¨¢s de utilizar fondos no necesariamente asignados por el Congreso. En la Casa Blanca y el Pent¨¢gono, algunos cre¨ªan que el hecho de hacer las cosas de manera extraoficial eliminaba la necesidad de informar debidamente a los miembros correspondientes del Congreso y los comit¨¦s de inteligencia de las dos C¨¢maras, cuya jurisdicci¨®n se limita, seg¨²n ellos, a las operaciones de la CIA autorizadas oficialmente (se sabe que el Pent¨¢gono lleva a cabo en la actualidad operaciones clandestinas en el norte de ?frica y Asia central con escasa o ninguna participaci¨®n de la CIA).
"El Gobierno no quer¨ªa arriesgarse a hacerlo dentro del sistema", explica el ex funcionario de inteligencia. "Lo mejor de la operaci¨®n es la labor de los agentes que trabajan entre bastidores; tenemos a gente que se encarga de esas cosas". Este ex funcionario cuenta tambi¨¦n que militares y miembros de los servicios de inteligencia se indignaron al enterarse de los planes encubiertos, y protestaron: "?C¨®mo hemos corrido ese riesgo, cuando no ten¨ªamos por qu¨¦? Los chi¨ªes iban a ganar las elecciones de todos modos".
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.