24 horas sin m¨®viles
El Festival de Tirol, con centro en Erl (Austria), una peque?a poblaci¨®n de escasamente millar y medio de habitantes, equidistante de M¨²nich, Innsbruck y Salzburgo, casi en el l¨ªmite entre Austria y Alemania (la estaci¨®n de tren m¨¢s cercana es Kupfstein), se ha lanzado este verano a una aventura ins¨®lita que consiste en representar las tres jornadas b¨¢sicas de El anillo del Nibelungo, de Richard Wagner, en el plazo de 24 horas. La odisea ha ocurrido desde las cinco de la tarde del s¨¢bado 23 de julio hasta las 16.15 del domingo, comenzando por La walkyria, continuando, de once de la noche a cuatro de la madrugada, con Sigfrido, y rematando con El ocaso de los dioses a partir de las once de la ma?ana del 24 de julio. En cuanto al pr¨®logo, El oro del Rin, se ofreci¨® el d¨ªa 22 a horas convencionales para ir abriendo boca, pero no entr¨® en el marat¨®n de las 24 horas.
La organizaci¨®n puso a disposici¨®n de los espectadores un autob¨²s a las cuatro de la ma?ana para distribuirlos por los hoteles o casas particulares de la regi¨®n donde hab¨ªan encontrado acomodo, y tambi¨¦n extendi¨® abundantes hamacas de rayas por el exterior de la sala de conciertos (un edificio a lo Corbusier, dise?ado en 1959 por el arquitecto tirol¨¦s, entonces de 27 a?os, Robert Schuller), en las que era posible descansar en los intermedios a la luz de la luna. Con mantita encima, claro.
Ni un solo tel¨¦fono m¨®vil ha sonado en las 24 horas que ha durado la experiencia, lo que da idea de que el p¨²blico estaba en un admirable estado de concentraci¨®n, dando la raz¨®n a Simone Weil cuando afirma que la cultura que vale la pena es la que surge de poner "atenci¨®n" en lo que se vive, y no se obtiene por estar al d¨ªa o por acumulaci¨®n de experiencias. Hasta las c¨¢maras de televisi¨®n que cubr¨ªan el acontecimiento permanecieron al pie del ca?¨®n, bien hasta el final de Sigfrido, bien hasta la conclusi¨®n.
El director de orquesta salzburgu¨¦s Gustav Kuhn ha sido el promotor de esta ceremonia. De 1998 a 2001 hab¨ªa conducido en el festival tirol¨¦s las diferentes jornadas de El anillo a un ritmo de una por a?o, lanz¨¢ndose a ciclos completos en las ediciones de 2003 y 2004. Este a?o simultanea una interpretaci¨®n en cuatro d¨ªas con la concentrada de las 24 horas. Los pr¨®ximos 31 de julio y 1 de agosto, en horas est¨¢ndar, dirige El oro del Rin y La walkyria en Santander, inaugurando el festival de verano de la capital c¨¢ntabra.
Gustav Kuhn realiza asimismo la puesta en escena de El anillo tirol¨¦s y es fundador de la Academia de Montegral, centro de formaci¨®n musical instalado en un convento cerca de Lucca, en la Toscana italiana. De la citada academia proceden los cantantes que participan en esta loca jornada. (La filosof¨ªa de la Academia -con actividades complementarias como las de ayuda a los ni?os de la calle en Brasil- ha conseguido el apoyo de, entre otros, Renato Bruson, G¨¦rard Mortier, Montserrat Caball¨¦, Luciano Pavarotti, Lucio Dalla o Francisco Araiza). Los cantantes lo hacen, en general, bastante bien, aunque hay papeles que por su extensi¨®n o dificultades requieren al menos un par de ellos, como Sigfrido o Brunilda. Es una cuesti¨®n de banquillo, como en los partidos de baloncesto, aunque aqu¨ª con la particularidad de que no se pueden establecer relevos en medio de los actos o, m¨¢s a¨²n, dentro de cada t¨ªtulo particular. J¨®venes, entusiastas, los cantantes lo dieron todo y transmitieron una gran sensaci¨®n de verdad.
Pero los grandes h¨¦roes de la noche fueron los m¨²sicos de la Orquesta del Festival de Tirol y no solamente por su capacidad de resistencia y entrega, sino, sobre todo, porque tocaron maravillosamente bien, con solistas de excepci¨®n y con secciones completas de un empaste y dominio del estilo admirables. La tensi¨®n no decay¨® en ning¨²n momento. Kuhn, desde luego, los galvaniza, y no es extra?o que fuese recibido con aclamaciones -cada vez m¨¢s clamorosas- en todas sus comparecencias. Los artistas correspondieron aplaudiendo al p¨²blico ya despu¨¦s de Sigfrido. Al concluir la representaci¨®n, el respetable, despu¨¦s de respetar medio minuto de silencio, se puso en pie masivamente como un resorte, correspondiendo al esfuerzo y calidad de los int¨¦rpretes con ovaciones interminables. A los 15 minutos abandon¨¦ la sala y aquello no ten¨ªa ninguna traza de acabar de inmediato.
Valquirias en bicicleta
El maestro Gustav Kuhn se siente a gusto en la elaboraci¨®n de utop¨ªas. La de dirigir la Academia de Montegral o la de promover, en un festival de corte rossiniano como es el del Tirol, un Anillo en 24 horas son dos de ellas. Como no hay foso en la Passionsspielhaus de Erl (Celibidache consideraba que ten¨ªa una de las mejores ac¨²sticas de Europa), la orquesta se sit¨²a al fondo del escenario en una disposici¨®n m¨¢s en vertical que en horizontal, con las seis arpas arriba a modo de banderas musicales. Las arpas bajan a primera fila si su protagonismo es evidente. La puesta en escena es en el primer plano del escenario, con la orquesta siempre a la vista detr¨¢s. Es sencilla en la resoluci¨®n de las situaciones y utiliza la sala para la llegada de Sigfrido en barco a hombros de unos bomberos. Tiene sentido del humor, y as¨ª las valquirias pasean en bicicleta o unos ni?os con ositos de peluche velan el sue?o de Brunilda y Sigfrido en la roca. El coro femenino repite al pie de la letra los gestos y posiciones de Gutruna, con una indumentaria a lo chicas de la Cruz Roja y con unos movimientos repetitivos a lo Marthaler. Waltrauta se pega unas buenas carreras por los pasillos de la sala con un pa?uelo extendido al viento y son varios los desfiles con antorchas (un cami¨®n de bomberos permanece justo a la puerta del auditorio, por si acaso). Nadie le reproch¨® a Kuhn sus bromas en p¨²blico, aunque en privado se escuchaban comentarios de que se hab¨ªa pasado un pel¨ªn por parte de los guardianes de las esencias. En fin, lo de siempre.
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