El mal menor
Tener amigos protegidos por escoltas en el pa¨ªs vasco ilustra tanto como viajar. Hace un par de meses uno de estos acompa?antes de mi amigo concejal nos coment¨® que en un cursillo de formaci¨®n, un hombre del Mosad, les explicaba c¨®mo se detiene a un sospechoso de terrorismo: -"Se le intercepta, se le tira al suelo y se le pegan dos tiros en la cabeza". Un alumno espa?ol replic¨®: -Pero a nosotros no nos est¨¢ permitido...
Al escucharlo, pens¨¦ que era una exageraci¨®n debida a la testosterona que le proporcionaba la pistola. Pero al enterarme de la noticia del brasile?o abatido por la polic¨ªa londinense, he hecho una relectura m¨¢s realista.
En su ¨²ltimo libro Ignatieff reconoce que el combate antiterrorista se mueve en la delgada frontera entre la dignidad y la barbarie. Y llama "mal menor" a las medidas extremas habilitadas democr¨¢ticamente por los gobernantes para no perder la causa de la libertad que se libra, tambi¨¦n, desde esa frontera. Pero advierte que estas medidas no pierden su grado de perversi¨®n por causar menos da?o inicial que la barbarie terrorista.
De forma que lo que empieza siendo un mal menor, puede llegar a contribuir al objetivo terrorista de acabar con la democracia.
Suelo decir a mis alumnos que el mal tiene dos poderosos aliados: la prisa y la estupidez. Aunque en realidad son uno s¨®lo; porque la estupidez no es sino otra forma de la prisa: un atajo de la inteligencia. Pondr¨¦ dos ejemplos sacados de este mismo peri¨®dico en su edici¨®n del domingo pasado.
Refiri¨¦ndose al homicidio del hombre equivocado a manos de la polic¨ªa, el editorial dec¨ªa; "Este incidente deber¨ªa obligar a reflexionar al Gobierno de Blair. La caza al hombre que se ha ordenado tras los fallidos atentados del viernes puede ser bastante contraproducente para su imagen". Me maravilla que toda nuestra experiencia contra el terrorismo haya quedado reducida a esto.
Deb¨ªamos tener aprendido que disparar al aire, matando al obrero que pasa volando, o poner a detenidos en remojo en ba?eras con agua del Bidasoa, producen el efecto perverso de alimentar el terrorismo. Eso, adem¨¢s de ser pecado.
Prueba del algod¨®n extra¨ªda del mismo peri¨®dico; son palabras del portavoz de la moderada (sic) Asociaci¨®n de Musulmanes del Reino Unido: "No puedo comprender c¨®mo alguien tirado en el suelo puede representar un peligro. Los derechos humanos est¨¢n siendo pisoteados por los terroristas y por aquellos que deben capturarlos".
?C¨®mo desconocer que el riesgo inminente del suicida que oculta una bomba no disminuye al caer sobre el and¨¦n? Y, respecto a la segunda frase, bien sabemos en Euskadi que el menosprecio del sistema democr¨¢tico se nutre de la equiparaci¨®n moral entre el atentado terrorista y el da?o producido por la represi¨®n policial. Ciertamente, ni el brit¨¢nico ni el nuestro, son un problema de imagen.
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