Escritores... pol¨ªticos
Releyendo, despu¨¦s de muchos a?os, L'Art d'¨ºtre malhereux, de Alphonse Karr, libro fechado en 1876, me encuentro con un subrayado m¨ªo que hice entonces y que torpemente acaso traducido por m¨ª dice as¨ª: "El n¨²mero de escritores es ya innumerable, y va e ir¨¢ siempre creciendo, porque es el ¨²nico oficio -con el arte de gobernar los pueblos- que se atreve uno a ejercer sin haberlo aprendido". La cita va referida a escritores -¨¦crivains para Karr- y a pol¨ªticos, que podr¨ªamos decir hoy, ya que son ¨¦stos quienes pretender ejercer el arte de gobernar los pueblos. En este caso, los de escritores y pol¨ªticos son oficios que tienen aqu¨ª una especie de denominador com¨²n: el del aprendizaje. Pero, como en casi todo, brota enseguida una cuesti¨®n altamente interrogativa: ?se aprende la escritura -esa escritura peculiar de lo que entendemos por escritores- y se aprende asimismo, al modo semejante, la pol¨ªtica -ese arte de quienes pretenden tener como oficio el de gobernar a sus propios pueblos-? ?Se "aprenden" una y otra de alguna forma? (...) Las cosas de este doble hacer humano -de estos dos haceres humanos con una muy hundida ra¨ªz com¨²n- parece que se "aprenden" o se pueden aprender en lo que hoy, y desde muchos siglos atr¨¢s, solemos llamar escuelas. ?Hay escuelas de escritores y escuelas de pol¨ªticos? Con esa denominaci¨®n oficial, tal vez no, pero s¨ª puede haber ¨¢mbitos en los que parece posible mejorar el propio y personal saber de los escritores -novelistas, literatos, ensayistas- y de lo que entendemos por pol¨ªticos o pretendientes directa o indirectamente al gobierno de los pueblos, ¨¢mbitos esos que no tienen por qu¨¦ tener forma claramente definida, pero en los que se producen emanaciones de saber que pueden llegar a provocar lo que llamamos "ense?anza" en quienes los recorran con ansias de inter¨¦s por conocer lo que mueve intelectualmente en el hoy y hacia el futuro a escritores y pol¨ªticos. (...) Pero el aprendizaje, si es que se adquiere ah¨ª, no se logra simplemente con asistir a esas escuelas, por mucho inter¨¦s que creamos poner en la adquisici¨®n de ese indefinido saber, porque dada la peculiar esencia de lo que nominalmente se pueda ense?ar ah¨ª de una parte y aprender de otra, es preciso tener de antemano, en tal espec¨ªfico quehacer en busca del saber fundamental del escribir y del gobernar, lo que pudi¨¦rase llamar ra¨ªz de aprendizaje, es decir, algo que haga posible, por el simple hecho de existir, que crezca esa ra¨ªz o germen radical y que, en consecuencia aparente, se aprenda en verdad. Tal ra¨ªz -a la que se suele conceder realidad y vigor suficientes- no se adquiere, suponiendo la utilidad de la conveniencia, con querer simplemente disponer de ella: es preciso, y obligado siempre, tenerla. Este peculiar tener es, por as¨ª decir, innato: lo debe llevar en su constituci¨®n vital tanto el escritor como el pol¨ªtico aspirante a gobernar.
Los escritores, los pol¨ªticos, los gobernantes en mayor amplitud, son ejercitantes de facultades en parte innatas y en parte tambi¨¦n adquiridas, pero hay en tales medios, de saber primero y de hacer despu¨¦s, bastante m¨¢s de lo primero -de lo innato- que de lo segundo -de lo adquirido-. Dir¨ªase que el escritor, ejerciendo lo que ¨¦l sabe de tiempo y lo que hace en cada hora de su hacer, mira de soslayo a otros escritores a los que tiene en consideraci¨®n, antiguos y del momento, y a veces aprende algo como incremento -aunque le parezca escaso a ¨¦l- de lo suyo propio nacido desde el principio. (...) El pol¨ªtico-gobernante supera generalmente al escritor en el pensarse a s¨ª mismo, porque crey¨¦ndose omnipotente con fundamento caprichoso ni siquiera mira con inter¨¦s inquisitivo a los dem¨¢s de su condici¨®n -de ayer y de hoy- porque intuye que poco o nada le pueden ense?ar. El pol¨ªtico del momento tiene en poco la historia, porque siente que es ¨¦l quien la hace, quien la est¨¢ haciendo. (...) En el fondo de ese quehacer del escritor y del pol¨ªtico, semejante en algo pero distinto en mucho, vibra un pulso de semejanza, que no es otro que el deseo de, como vulgarmente decimos, hacerse con los dem¨¢s.
En lo radical de todo esto da la impresi¨®n de que tiene raz¨®n Karr al referirse a esos oficios -el de escritor y el de pol¨ªtico-gobernante- en el sentido de que se ejercen sin haber sido aprendidos de ninguna forma, seg¨²n ¨¦l, ni en escuelas adecuadas ni tras la ense?anza directa o indirecta de otros. Pero escritores y pol¨ªticos han estado siempre y est¨¢n constantemente seguros de s¨ª mismos en cuanto a la validez y a la consistencia segura de la eficacia del ejercicio de esos oficios suyos. (...) Y en esa l¨ªnea seguir¨¢n probablemente desde siempre y as¨ª continuar¨¢n siendo hacia el futuro desde su correspondiente presente. (...) Pero ?son esos oficios de Karr los ¨²nicos o de los pocos que se hacen y ejercen sin haberse aprendido? El escepticismo lleva a pensar que el hombre llega a hacer todo oficio tras cierto aprendizaje, s¨ª, pero con relativa eficacia siempre en funci¨®n de esa ense?anza. El hombre hace m¨¢s por lo que ¨¦l es que por lo que "aprende". La realidad parece ser que el hombre en esta vida hace -todo lo que llega a hacer- tras bastante escaso aprender.
Eliseo ?lvarez-Arenas es almirante de la Armada y miembro de la Real Academia Espa?ola.
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