Pau, el abuelo en la basura
Expedici¨®n al vertedero catal¨¢n en el que apareci¨® el excepcional f¨®sil del ancestro com¨²n del hombre y los grandes monos y que se ha revelado como uno de los grandes yacimientos paleontol¨®gicos de Espa?a.
El abuelo estaba en el vertedero. Pau, remoto ancestro de la humanidad, el ¨²ltimo antepasado com¨²n nuestro y de los grandes monos actuales, seg¨²n los cient¨ªficos; "el primer catal¨¢n", como se le ha dado en saludar, apareci¨® en este enorme basurero de la localidad barcelonesa de Els Hostalets de Pierola, como acredita su nombre oficial de Pierolapithecus catalaunicus: el mono de Pierola catal¨¢n. Por aqu¨ª trota ahora este enviado especial a la prehistoria tratando de seguir los ¨¢giles y entusiastas pasos del feliz descubridor, el paleont¨®logo Salvador Moy¨¤, que est¨¢ en envidiable buena forma. Descendemos a saltos por un barranco y, al llegar al fondo polvoriento y sembrado de guijarros, junto a unos matorrales y una solitaria ortiga, el cient¨ªfico guarda unos momentos de silencio respetuoso.
Pau, con sus 13 millones de a?os, entr¨® de golpe en el cuadro de honor de la paleontolog¨ªa
"Hostalets de Pierola ser¨¢ un lugar de culto por la informaci¨®n que est¨¢ proporcionando"
Esto es una suerte de sanctasanct¨®rum de los or¨ªgenes: el lugar exacto que eligi¨® el caprichoso destino para efectuar un extravagante cara a cara entre el viejo simio f¨®sil y sus lejanos y exitosos parientes humanos. La friolera de 13 millones de a?os llevaba aqu¨ª el mono, aguardando con paciencia mineral el encuentro y a la mano tendida sobre ese abismo de tiempo que le iba a dar nombre. El escenario, pese a su sobriedad, tiene algo de sobrecogedor, y uno no puede dejar de pensar en Olduvai -el lejano paraje tanzano hogar de habilis y australopitecos-, contagiado de la emoci¨®n de Moy¨¤, que sigue mudo. Ni una mariposa, ni una lagartija, ni el vuelo de un p¨¢jaro aligeran la sensaci¨®n espesa de tiempo acumulado, a?ejo. Una torre de alta tensi¨®n que corona el barranco, como el monolito de 2001, una odisea del espacio dominaba los predios de los hom¨ªnidos del filme de Kubrick, emite un sordo zumbido. Es la canci¨®n el¨¦ctrica que ha acunado el sue?o casi eterno de Pau los ¨²ltimos a?os y que acaso haya contribuido a despertarlo.
"El cr¨¢neo estaba aqu¨ª", dice por fin Moy¨¤ haciendo historia de la prehistoria. "Estaba casi en la superficie; luego, con una excavadora rebajamos todo el lugar y dimos con los otros huesos. El lugar est¨¢ ya agotado". Ser¨¢ verdad, pero el aura del descubrimiento sigue impregn¨¢ndolo, y uno anda casi de puntillas sobre la tierra arcillosa y se asoma con asombro al gran charco evaporado sobre cuyo lecho de barro han dejado impronta leve, evanescente, algunas criaturas. El ingenuo viajero del tiempo imagina que son huellas de tigres dientes de sable, de hipariones, de gomphotheriums o de alguna otra ex¨®tica criatura mioc¨¦nica. "Un perro, y pajaritos", zanja Moy¨¤ por encima del hombro del explorador aficionado disolviendo la enso?aci¨®n. Ese perro vagabundo y previsiblemente sarnoso pudo haber escamoteado a la paleontolog¨ªa catalana su gran descubrimiento. El cr¨¢neo de Pau, tras milenios de erosi¨®n del terreno, era presa f¨¢cil para el chucho. Hoy, el valioso f¨®sil ser¨ªa s¨®lo un hueso ro¨ªdo m¨¢s en la caseta del can, sus secretos y maravillas perdidos para siempre. Es una reflexi¨®n algo hamletiana, cierto, pero es l¨®gico que la propicie un cr¨¢neo. "Unos a?os m¨¢s, quiz¨¢ ¨²nicamente meses, y el agua, las riadas se lo hubieran llevado barranco abajo y no lo hubi¨¦ramos encontrado nunca", agrega Moy¨¤. Vamos, que Pau est¨¢ con nosotros por pura chiripa. "As¨ª sucede con los f¨®siles", filosofa el paleont¨®logo bajo el sol, que pega de lo lindo. "Son ellos los que te encuentran a ti".
La expedici¨®n para visitar el yacimiento de Pierolapithecus hab¨ªa arrancado de buena ma?ana en Sabadell, en ese centro neur¨¢lgico de la investigaci¨®n paleontol¨®gica catalana que es el Instituto Paleontol¨®gico Miquel Crusafont, bautizado con el nombre del gran pionero. Mientras esperaba a Moy¨¤ y tras comprobar disimuladamente lo agudo del cuerno del triceratops que se exhibe en el vest¨ªbulo, aprovech¨¦ para visitar la peque?a exposici¨®n consagrada, precisamente, a Pau, que desde su presentaci¨®n en sociedad el pasado noviembre se ha convertido en una verdadera estrella medi¨¢tica. "Pau, el Pierolapithecus, un elemento clave en la evoluci¨®n humana", reza la carteler¨ªa.
El f¨®sil apareci¨® a finales de 2002 en el barranco del Torrent de Can Vila, dentro del t¨¦rmino municipal de Hostalets de Pierola, a unos 50 kil¨®metros de Barcelona. Los paleont¨®logos que hac¨ªan el preceptivo seguimiento de las obras de ampliaci¨®n del enorme vertedero de Can Mata hallaron el primer trozo de cr¨¢neo. El examen de los especialistas revel¨® que se trataba de algo absolutamente excepcional: el cr¨¢neo de un antropomorfo del mioceno medio, de 13 millones de a?os. La excavaci¨®n del nivel de procedencia del f¨®sil a lo largo de sendas campa?as en 2003 y 2004 permiti¨® recuperar ochenta trozos m¨¢s del esqueleto del mismo individuo. El estudio del material condujo a la extraordinaria conclusi¨®n de que se hab¨ªa descubierto algo completamente desconocido, un nuevo g¨¦nero de mono, un verdadero eslab¨®n perdido al que se le asigna el puesto fundamental de antepasado com¨²n de los grandes monos actuales y el hombre. La investigaci¨®n fue publicada con todos los honores en la revista Science, y Pau entr¨® por todo lo alto en el cuadro de honor de la paleontolog¨ªa mundial, donde se codea con los m¨¢s c¨¦lebres hominoideos y hom¨ªnidos, algunos con nombres tan ex¨®ticos y simp¨¢ticos como el suyo (por ejemplo, el Australopithecus bahrelghazali, "mono del sur del r¨ªo de las gacelas"; el Australopithecus garhi, "mono del sur sorpresa" -que es lo que significa garhi en lengua afar-, o el deliciosamente equ¨ªvoco Paranthropus robustus, "al lado del hombre robusto").
Mientras contemplaba la panoplia de los huesos del pierolapiteco, costillita por aqu¨ª, vertebrita por all¨¢, y el cr¨¢neo, de largos dientes e hipn¨®tica mirada -esos dos huecos por los que uno se asoma a nuestro m¨¢s remoto pasado-, apareci¨® Salvador Moy¨¤.
Subimos al ¨¢rea de trabajo del museo y pasamos ante una foto del viejo Leakey. En el laboratorio, donde reinaba un ambiente entre taller de escultura y departamento forense del CSI, unas investigadoras con batas blancas y armadas con peque?os taladros de dentista trabajaban sobre unos f¨®siles hallados en el mismo yacimiento que Pau, limpi¨¢ndolos y reconstruy¨¦ndolos con infinita paciencia. Hab¨ªan montado la cara muy plana de un antropomorfo -"un bicho que a¨²n no sabemos lo que es, distinto a Pau", seg¨²n explic¨® Moy¨¤- que parec¨ªa sonre¨ªr, como si agradeciera el esfuerzo. En su despacho, decorado con tantos cr¨¢neos que recuerda la caba?a de un cazador de cabezas dayak, el paleont¨®logo abri¨® un armarito del que extrajo con reverencia un trozo de f¨¦mur. "Corresponde al bicho que has visto antes", estableci¨® orgulloso. Tras exhibir otros huesecillos, despedirse de la paleont¨®loga Meike K?hler -firmante tambi¨¦n del art¨ªculo de Science sobre Pau- y animar a unas becarias de la Universidad de Roma inmersas en un trabajo sobre la evoluci¨®n de la fauna insular en el pleistoceno, Moy¨¤ consider¨® que est¨¢bamos listos para partir. Dado que el paleont¨®logo vest¨ªa vaqueros, botas y una camisa como para ir a cazar dinosaurios a Isla Nublar y portaba una mochila, resultaba dif¨ªcil no pensar que uno, con americana y mocasines, se hab¨ªa equivocado de atuendo.
Durante el trayecto de Sabadell a Hostalets de Pierola, Moy¨¤ aprovecha para subrayar el alcance y las perspectivas del trabajo en el lugar. "Hemos encontrado seis yacimientos nuevos en la zona con restos de primates, aparte de Pau. La riqueza del lugar es extraordinaria, fant¨¢stica, no hay nada comparable en simios antiguos en ning¨²n otro lugar del mundo". Al investigador le gusta la idea que se atreve a sugerir su pasajero de que el vertedero de Hostalets de Pierola puede ser el Atapuerca de los simios. "Si lo hubi¨¦ramos sabido, no habr¨ªamos estado tanto tiempo excavando en otros sitios, como en Can Llobateres, que durante los ¨²ltimos a?os no nos ha dado nada", contin¨²a. En Can Llobateres, en Sabadell, fue donde Moy¨¤ y su equipo desenterraron entre 1992 y 1998 el esqueleto de driopiteco -un simp¨¢tico mono de hace unos 10 millones de a?os- m¨¢s completo conocido, y al que se bautiz¨® como Jordi. Un bicho con aire de orangut¨¢n que no est¨¢ en la l¨ªnea evolutiva que conduce hacia nosotros y cuyo inter¨¦s paleontol¨®gico ha decrecido un punto al aparecer Pau.
?Por qu¨¦ es tan rico Hostalets de Pierola? "Por una combinaci¨®n de factores. Tenemos una fosa tect¨®nica activa que se hunde mientras se llena de sedimentos que atrapan los restos f¨®siles. Al ocurrir eso muy r¨¢pido, geol¨®gicamente hablando, el registro es muy completo. Si adem¨¢s el ecosistema que hab¨ªa all¨ª permit¨ªa una gran diversidad y ofrec¨ªa el ambiente ideal para que vivieran primates, la combinaci¨®n es perfecta. En otros lugares hay sitios interesantes, pero no series continuas como en Hostalets de Pierola".
Del inter¨¦s de los viejos antropomorfos, el paleont¨®logo explica: "Sab¨ªamos que el grupo de primates que nos incluye a los grandes monos actuales y a nosotros hab¨ªa tenido un antepasado com¨²n, pero nos era desconocido. Siempre se supuso que el lugar donde apareci¨® ese antepasado fue ?frica -y a¨²n no se descarta-, pero no se sab¨ªa c¨®mo era ese antepasado com¨²n. Hab¨ªa unos requisitos, unas caracter¨ªsticas anat¨®micas de esqueleto y dise?o corporal del grupo, que ese antepasado deb¨ªa cumplir. Un t¨®rax amplio de lado y estrecho dorsoventralmente, los om¨®platos detr¨¢s, para liberar la articulaci¨®n para la locomoci¨®n no cuadr¨²peda. Ese esqueleto deb¨ªa permitir la verticalidad en la locomoci¨®n, y ese estadio era necesario para la aparici¨®n de la locomoci¨®n b¨ªpeda en ?frica hace seis o siete millones de a?os -con el Orrorin tugenensis, el mejor candidato actual a antepasado directo de los hom¨ªnidos-. Los genetistas apuntaban la existencia del ¨²ltimo antepasado com¨²n, con un dise?o f¨ªsico intermedio entre los primates generalistas y los grandes antropomorfos y los hom¨ªnidos, en torno a 14 o 15 millones de a?os. Pau es la forma f¨®sil hallada m¨¢s cerca de la idea que se ten¨ªa. De hecho, es exactamente lo que tocaba hallar".
Es imposible no contagiarse de la pasi¨®n de Moy¨¤ en este viaje a los or¨ªgenes que, de momento, arroja buenas vistas de Montserrat. "Nos estamos dando cuenta de que analizando la informaci¨®n en ?frica hace 16-14 millones de a?os, todas las formas halladas presentan un dise?o corporal primitivo, no han avanzado hacia el dise?o moderno. Parece que la forma que sali¨® de ?frica hace 15 millones de a?os y coloniz¨® Eurasia pose¨ªa ese dise?o primitivo. Entonces, hallamos en Catalu?a el dise?o moderno con 13 millones de a?os. ?Qu¨¦ ha pasado? ?D¨®nde tiene lugar el cambio? ?En el camino? Algo as¨ª sugieren ciertos hallazgos en Turqu¨ªa. Los yacimientos posteriores a 14 millones de a?os en ?frica son muy pobres y siguen presentando dise?os primitivos. El escenario que dibuja la informaci¨®n que poseemos apunta a que la forma que sali¨® de ?frica era primitiva, el dise?o moderno evolucion¨® en el Mediterr¨¢neo y hace siete u ocho millones de a?os volvi¨® a ?frica y dio lugar a los hom¨ªnidos b¨ªpedos".
Los yacimientos de Hostalets de Pierola, concluye Moy¨¤ brill¨¢ndole los ojos como si le poseyera una s¨²bita fiebre, "son, con su muestreo de 15 a 8 millones de a?os, el lugar ideal para ver ese proceso. Por eso nuestra ansiedad por excavar es enorme, tenemos todas las piezas para reconstruir el puzzle, uno de los m¨¢s apasionantes rompecabezas de nuestros or¨ªgenes est¨¢ aqu¨ª al alcance de nuestra mano".
El paleont¨®logo matiza que con eso no quiere decir que la locomoci¨®n b¨ªpeda se haya desarrollado aqu¨ª. "Eso pas¨® en ?frica, aqu¨ª se desarrollaron las condiciones precisas para que eso pudiera suceder". Algunos investigadores creen que no es descabellado imaginar que los antropomorfos que dieron lugar a los hom¨ªnidos en ?frica pudieran emigrar desde la zona de Hostalets de Pierola. Y uno piensa, expresando con trazo grueso el fino dibujo de la ciencia, que acaso el vertedero sea nada menos que la cuna de la cuna de la humanidad.
?C¨®mo empez¨® todo lo del pierolapiteco? "Fue un inicio muy curioso. Un ge¨®logo de nuestro equipo trabajaba para su tesis en los dep¨®sitos del mioceno de la zona. Se enter¨® del proyecto de ampliar un antiguo vertedero. Y as¨ª empez¨® nuestra implicaci¨®n. Los f¨®siles son patrimonio cultural e insistimos en que el proceso deb¨ªa hacerse controlado por paleont¨®logos. La ley es muy clara en este punto. La empresa, que en este caso ha sido muy comprensiva, ha de pagar el trabajo de los especialistas, y ¨¦stos supervisan la acci¨®n de las m¨¢quinas. Si aparecen restos, se para y los paleont¨®logos eval¨²an el inter¨¦s de lo hallado. Comenzamos en 2002 en los accesos al vertedero y apareci¨® un canino de primate y, a los pocos d¨ªas, la cara de Pau. En las campa?as sucesivas obtuvimos el resto de sus huesos. Ese hallazgo convenci¨® definitivamente a la Administraci¨®n y a la empresa de la importancia paleontol¨®gica del lugar".
Nada prepara lo suficiente para la incre¨ªble visi¨®n del enorme vertedero de residuos de Can Mata, de la empresa Cespa-gir. Rodeado de pinares, tiene una extensi¨®n total de setenta hect¨¢reas y un aspecto entre cr¨¢ter gigante de meteorito, mina de oro katangue?a a cielo abierto y tell arqueol¨®gico. Moy¨¤ detiene el coche ante una barrera y entramos en unos edificios prefabricados en el per¨ªmetro exterior. En la oficina del gerente del vertedero, Ram¨®n Par¨¦s, una fotograf¨ªa a¨¦rea permite contemplar la asombrosa instalaci¨®n en toda su extensi¨®n. El proceso consiste en abrir grandes extensiones, depositar los residuos industriales y urbanos y, cuando se completa una zona, sellarla, impermeabilizarla y desgasificarla con sofisticados mecanismos. A medida que se van clausurando secciones, se plantan encima vi?edos o gram¨ªneas. "Estamos en un momento de mucha actividad", dice Par¨¦s. "Gestionamos unas 2.500 toneladas de residuos al d¨ªa. Llevamos ya varios millones de toneladas. ?ste es uno de los grandes vertederos de Catalu?a". El gerente de la empresa de gesti¨®n de residuos y el paleont¨®logo parecen sostener una relaci¨®n cordial, aunque est¨¢ claro que las cosas no han sido f¨¢ciles. "Nos llevamos bien con los paleont¨®logos, pero, naturalmente, su trabajo significa un sobrecoste, y esto es una empresa privada", se?ala con sinceridad Par¨¦s. "No s¨®lo es costoso por los paleont¨®logos, sino porque con cada hallazgo se paran las m¨¢quinas, cuyo tiempo es muy caro. Culturalmente es muy bueno, pero para nosotros?". El gerente r¨ªe con una cierta amargura. "Hemos aprendido todos mucho, ellos y nosotros", apunta Moy¨¤. "Se ha logrado hacer compatibles ambos proyectos. Por supuesto, no se resolvi¨® todo en un d¨ªa".
Con el coche de Moy¨¤ nos adentramos en el vertedero, hacia una zona de recientes hallazgos en la que se est¨¢ trabajando. "En dos a?os hemos descubierto m¨¢s de 400 puntos fosil¨ªferos, las piezas catalogadas en el inventario de la excavaci¨®n ascienden a 8.700, de las que 120 o 130 corresponden a f¨®siles de simios, y 80, a Pau. Desde el verano pasado hemos encontrado cuatro yacimientos con primates". El cient¨ªfico conduce como John Wayne en Hatari y la visita al lugar parece haberle causado el efecto de una luz a una polilla. "Los huesos de Pau correspond¨ªan a un solo individuo. So?amos con el premio m¨ªtico de un antropomorfo entero y articulado. Podr¨ªa ser, porque aqu¨ª han aparecido esqueletos as¨ª enteros de rinoceronte y ant¨ªlope". Tras recorrer anchas carreteras de tierra surcadas por volquetes, tomamos un sendero y descendemos hasta un punto en el que el paleont¨®logo detiene el veh¨ªculo. La vista es fascinante. Estamos en un enorme agujero. La primera impresi¨®n hace pensar en el cr¨¢ter del Ngorongoro, pero en vez de cebras y ?¨²es, lo que se ve, a distancia, son m¨¢s camiones y excavadoras. El cielo es azul pur¨ªsimo y, lo que resulta muy sorprendente en un basurero, no se percibe de momento ning¨²n olor. Dos paleont¨®logos est¨¢n inclinados sobre una peque?a extensi¨®n de terreno polvoriento acotado, golpeando pacientemente las rocas con peque?os martillos. Llevan cascos de construcci¨®n amarillos y recuerdan poderosamente a enterradores shakespearianos. "Es la cuadr¨ªcula C4A1", informa Moy¨¤, "de aqu¨ª procede la peque?a mand¨ªbula de primate que viste en el laboratorio". Los dos paleont¨®logos del suelo, Ra¨²l Carmona y Juan Vicente Bert¨®, a los que llevar horas bajo este sol les da un aire ensimismado a lo Donald Sutherland en Los violentos de Kelly, hablan sin abandonar su labor desesperadamente minimalista. "?Calor, dices? Hay d¨ªas que s¨ª, pero te habit¨²as. Encontrar restos es algo azaroso, pero van saliendo. Ahora estamos encontrando unas 400 piezas al mes. Aqu¨ª abunda mucho el microc¨¦rvido, un ciervo min¨²sculo; tambi¨¦n hay probosc¨ªdeos y un primate peque?o. Es posible que un carro?ero hiciera acumulaci¨®n de presas, a lo mejor una hiena".
Un viejo Land Rover llega envuelto en una nube de polvo. Lo conduce el paleont¨®logo David Mart¨ªnez Alba, colaborador de Moy¨¤, codirector de los trabajos de seguimiento en el vertedero y firmante tambi¨¦n del seminal art¨ªculo sobre Pau en Science. El reci¨¦n llegado, que luce coleta, un pendiente y ha dibujado en su casco una calavera y dos tibias cruzadas -o sea, que es tal y como se imagina uno a un paleont¨®logo-, baja del todoterreno con una bolsa en la que parece que lleve el almuerzo. La abre y le ense?a el contenido a Moy¨¤ con gran excitaci¨®n, as¨ª que no debe ser un bocadillo. Claro que nadie guardar¨ªa el bocadillo en un envoltorio con la anotaci¨®n ACA 8060 1 a. "Es una mand¨ªbula de pecar¨ª, de cerdo", establece Moy¨¤, "pero es verdad que parece de mono". Los dos paleont¨®logos inician una conversaci¨®n t¨¦cnica de la que el profano s¨®lo retiene una referencia al astr¨¢galo. Mientras, los dos colegas que trabajan en el suelo explican el proceso habitual en el vertedero: "Una m¨¢quina hace aflorar restos, se detiene y miramos si hay continuidad, si hay otros restos. Entonces trazamos una cuadr¨ªcula y vamos extendiendo la excavaci¨®n hasta que dejan de aparecer restos. Aqu¨ª estamos en 12,5-12 millones de a?os". Un golpecito de martillo hace aparecer un huesecillo largo, amarillento. Resulta sobrecogedor pensar que la ¨²ltima vez que lo acarici¨® la luz del sol a¨²n no hab¨ªa hombres sobre la Tierra. ?Puede que sea un fragmento de ancestro? "No, es una astilla ¨®sea sin valor".
Al cabo de un rato dejamos el lugar para ir a visitar el sitio donde apareci¨® Pau. David conduce el Land Rover. Moy¨¤ explica que el peque?o trayecto que recorremos en el vertedero significa retroceder casi medio mill¨®n de a?os en el tiempo. Suerte que el veh¨ªculo no lleva tax¨ªmetro. Avanzando a pie en fila india hacia el barranco, tropiezo con un hueso enorme: ?un omoplato de pierolapiteco? "No, lo siento, no es un f¨®sil, es una pelvis de vaca". M¨¢s all¨¢ se ve otro objeto que hasta el profano reconoce: una percha. Seguimos el viejo torrente seco y llegamos a la catedral de la paleontolog¨ªa catalana. Estamos a 12,7 millones de a?os. "Aqu¨ª estaba el cr¨¢neo; all¨ª, las costillas; all¨ª, las manos, el radio, y m¨¢s all¨¢, los dos pies, relativamente separados".
Tras la visita, Moy¨¤ rebosa emoci¨®n: "Hostalets de Pierola ser¨¢ un lugar de culto en unos a?os por la informaci¨®n que est¨¢ proporcionando". La verdad es que es rom¨¢ntico esto, todo y ser un vertedero. "S¨ª, s¨ª, y los paleont¨®logos sienten que van al para¨ªso cuando vienen aqu¨ª". En exacta coincidencia con la frase de Moy¨¤ llega una vaharada f¨¦tida para recordar la naturaleza del lugar. Pero al paleont¨®logo le trae sin cuidado el olor. "Hemos hallado cinco tipos de primates en este lugar, dos son no antropomorfos, sino antropoides primitivos sin descendientes actuales. Los otros son tres antropomorfos distintos: Pau, el del f¨¦mur y el maxilar que no sabemos qu¨¦ es exactamente, de 12,3-12,5 millones de a?os, y otro tambi¨¦n sin clasificar, un poco m¨¢s antiguo. Como se ve, la diversidad de taxones, de especies, es mucho m¨¢s alta de lo que pod¨ªamos imaginar. Ser¨ªa interesant¨ªsimo hallar formas de 14-13 millones de a?os que nos permitan comparar con las de ?frica. Para ver si podemos seguir todo el proceso de adquisici¨®n del dise?o corporal moderno en Hostalets de Pierola. Eso apoyar¨ªa la hip¨®tesis de que ese proceso tuvo lugar en el ¨¢mbito mediterr¨¢neo". Moy¨¤ est¨¢ seguro de que encontrar¨¢n formas m¨¢s antiguas que Pau y de que el vertedero y sus alrededores esconden toda una radiaci¨®n de primates que ocupar¨ªan diversos nichos ecol¨®gicos. Algo, pues, muy parecido a lo que sucede con el g¨¦nero Homo en Atapuerca.
En el viaje de regreso, Moy¨¤ abandona a Pau unos momentos para hablar de s¨ª mismo y de su profesi¨®n. "Es cierto que a veces parecemos un circo, con teor¨ªas que se contradicen, pol¨¦micas, f¨®siles discutidos. Somos humanos y estamos hechos de emociones al fin. Y todos nos enamoramos de nuestras hip¨®tesis, y tenemos la tendencia a menudo de defenderlas m¨¢s all¨¢ de lo razonable". Moy¨¤ sabe de lo que habla, pues ¨¦l form¨® parte del equipo que descubri¨® en 1982 el c¨¦lebre y pol¨¦mico f¨®sil de Orce, cuya atribuci¨®n al g¨¦nero humano provoc¨® la mayor crisis de la paleontolog¨ªa espa?ola.
?No echa en falta trabajar con hom¨ªnidos? "Hago algunas incursiones en ese tema, trabajo, por ejemplo, en la mano de Homo habilis de Olduvai; el origen de la mano humana es algo que me ha apasionado siempre. Pero estoy muy c¨®modo en el mioceno, con los monos".
Una excursi¨®n a la prehistoria crea v¨ªnculos, y Moy¨¤, el Virgilio del mioceno, hace algunas confidencias. "Las obras en la estaci¨®n de los Ferrocarriles Catalanes en Terrassa han sacado a la luz un yacimiento pleistoc¨¦nico de un mill¨®n de a?os. Es inmenso, a ver si tenemos el santo de cara y hallamos algo que nos ilumine sobre qu¨¦ hom¨ªnidos hab¨ªa aqu¨ª, en Catalu?a. En un mes llegaremos al nivel fosil¨ªfero, luego hay siete metros de sedimentos con una fauna del pleistoceno impresionante. Es la edad perfecta para hallar los primeros hom¨ªnidos de esa antig¨¹edad en la Pen¨ªnsula, m¨¢s viejos que los de Atapuerca".
Mientras nos alejamos de Hostalets de Pierola, un manto de sombra parece caer sobre el vertedero. Es f¨¢cil imaginar que el tiempo retrocede como una flecha y el mioceno recupera las tierras arrebatadas por la acumulaci¨®n de milenios. Una densa selva tropical sustituye a las basuras. Un peque?o animal se mueve entre las ramas de un ¨¢rbol. Es un simio, un macho adulto aunque joven de unos 35 kilos y algo m¨¢s de un metro de altura. No se cuelga como un chimpanc¨¦ o un gorila, sino que sube y baja verticalmente entre las ramas. Tiene un no s¨¦ qu¨¦ familiar. Hace calor y la sed aprieta. El mono salta al suelo y se acerca a beber a un arroyo. Mientras se refresca, su peque?o cerebro entona algo parecido a "el mundo es un lugar maravilloso" en versi¨®n simiesca. Entonces, s¨²bitamente, algo enorme y pesado como una piedra cae sobre ¨¦l. Lo ¨²ltimo que percibe mientras la luz se apaga entre un dolor agudo de pu?ales es un aliento f¨¦tido y un espantoso ronroneo de placer. Pau muere. Y empieza a hacerse inmortal.
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