Sembrar la duda
Conduc¨ªa yo en San Sebasti¨¢n, por una calle de mi vecindario que es estrecha, de sentido ¨²nico, y donde adem¨¢s desemboca un colegio; iba afortunadamente muy despacio por las razones citadas y porque ese d¨ªa, en el tramo en cuesti¨®n, hab¨ªa una peque?a obra. De repente sali¨® de una bocacalle y se vino hacia m¨ª, a bastante velocidad y en direcci¨®n prohibida, una moto ocupada por tres chavalitas; dos de ellas con casco y digamos regularmente sentadas; la tercera embutida entre las otras dos y con la cabeza descubierta. Como iba despacio me dio tiempo a todo, a frenar hasta pr¨¢cticamente detenerme, a bajar la ventanilla y gritarles algo parecido a "?os hab¨¦is vuelto locas o qu¨¦?"; y a escuchar la repuesta que lanz¨® la conductora al pasar a mi altura, sin cortarse un pelo de velocidad o sentido: "pero esta t¨ªa qu¨¦ dice".
Yo segu¨ª mi camino, pregunt¨¢ndome en voz alta: "?estas cr¨ªas son imb¨¦ciles o qu¨¦ son?" Poniendo ese adjetivo en forma de pregunta porque la imbecilidad es algo que me cuesta aceptar de entrada, a palo seco. Necesito, por puro instinto de supervivencia social, a?adirle alguna interrogaci¨®n o alternativa. Dec¨ªa Pedro Ugarte en su columna del s¨¢bado 23 de agosto que quien plant¨® una barbacoa en medio del campo en Guadalajara, provocando la tragedia humana y forestal que conocemos, era un imb¨¦cil. Y que otro imb¨¦cil mat¨® hace poco, de un escopetazo, a la ¨²ltima osa de los Pirineos. S¨ª, son sin duda un par de imb¨¦ciles. Pero ?qu¨¦ m¨¢s son? Porque tambi¨¦n o alternativamente les cuadran otros adjetivos, todos desagradables. Insisto en la interrogaci¨®n; la imbecilidad no me basta, no me sacia. No consigue explicar por s¨ª sola lo que les falta o les estorba en la cabeza a los autores de "haza?as" como las descritas. La imbecilidad no termina de bordar la respuesta al porqu¨¦ de esos actos, y no deja por ello tranquilas ni a la curiosidad ni a la preocupaci¨®n..
Y adem¨¢s la imbecilidad es dedicada enemiga de la esperanza -tanto de la privada como de la colectiva; por eso he dicho antes que me resist¨ªa a admitirla de entrada por puro instinto de supervivencia social-; uno de los peores enemigos de la esperanza porque, al describir una condici¨®n fija y no un estado m¨®vil (la lengua dice con propiedad ser y no estar imb¨¦cil), deja muy poco margen para el remedio; para las pedagog¨ªas constructivas o los m¨¦todos disuasorios con que la sociedad trata de encarrilar descarr¨ªos o de minimizar su impacto. La imbecilidad como tal no tiene arreglo; ni siquiera control desde dentro, dado que el aut¨¦ntico imb¨¦cil no distingue que lo es. Por puro reflejo de conservaci¨®n social prefiero, pues, atribuir comportamientos como los citados (la barbacoa en un bosque que la sequ¨ªa ha vuelto de p¨®lvora; o la moto tridente) a causas remediables: la desconexi¨®n mental, la inmadurez, el incivilidad o la ignorancia, por ejemplo.
E insisto en que defiendo estas hip¨®tesis fundamentalmente porque, a diferencia de la imbecilidad, tienen soluci¨®n, permiten imaginar maneras de prevenirlas y atajarlas: programas educativos, f¨®rmulas disuasorias, pr¨¢cticas de madurez y empat¨ªa... Pol¨ªticas, en fin, para elevar el nivel de conciencia, responsabilidad y cultura c¨ªvicas; y tambi¨¦n para sembrar la agitaci¨®n de la duda en las mentes m¨¢s "quietas".
Para que antes de subirse a una moto mortal, de echar le?a al fuego de un infierno o de destruir lo irremplazable, a cualquiera le suene una alarma civil en la cabeza, vacile, se lo piense dos veces, tres, calibre efectos, anticipe consecuencias para ¨¦l y para el pr¨®jimo; y entonces se eche para atr¨¢s, con un temblor de susto de s¨ª mismo, por lo que hab¨ªa estado a punto de cometer. De muchas maneras la duda puede resultar sabia y creativa consejera; entre otras razones porque permite considerar m¨¢s de una opci¨®n, pensar doble o triple. Bertrand Russel dec¨ªa que uno de los problemas del mundo era que "los imb¨¦ciles siempre est¨¢n seguros de s¨ª mismos y la gente sensata, siempre llena de dudas". Ahora que entramos en periodo de debate educativo, recomendar¨ªa tener en cuenta los beneficios de la duda, e incluir en los programas alguna forma de "educaci¨®n para la duda racional".
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