Actos de luz
La noche fue c¨¢lida en el antiguo Matadero de Legazpi y tuvo algo de paganismo griego, de verano antes de Cristo. Cuando se abri¨® el tel¨®n, vol¨® un murci¨¦lago desde el escenario: una visi¨®n reconfortante en su eterna, oscura fugacidad. Volvi¨® la Martha Graham Dance Company, y el legado de la revolucionaria bailarina nos traslad¨® tan lejos como pueden llevar un gesto o una palabra. Bail¨® intensamente porque vivi¨® intensamente, y porque supo que, m¨¢s all¨¢ de la prioritaria, y supuesta, excelencia est¨¦tica del ballet cl¨¢sico, de la enga?osa ligereza, del salto f¨¢cil, "el instrumento mediante el que se expresa la danza es tambi¨¦n el instrumento mediante el que se vive la vida: el cuerpo humano".
Pero lo que nos trajo una vez m¨¢s su danza fue una reflexi¨®n que va mucho all¨¢ de la propia coreograf¨ªa, una cuesti¨®n esencial al arte y a¨²n sin resolver: qu¨¦ es eso que llamamos belleza y d¨®nde est¨¢. ?Hay belleza en un cuadro de Bacon?; es decir, ?hay belleza en un lienzo tensado hasta el l¨ªmite por la retorcida angustia de una figura humana? ?M¨¢s o menos belleza que en una escena de Deg¨¢s? ?No hay tanta belleza en el estiramiento extremo de unas piernas que quisieran volar como en la contracci¨®n abdominal que provoca el ansia de tal imposibilidad?: "Hace ya mucho tiempo que decid¨ª que mi lugar est¨¢ en el centro y adelante. Ah¨ª es donde eleg¨ª estar y es ah¨ª donde permanezco", dec¨ªa Graham. Y ah¨ª quisimos todos estar (quisimos elegir estar): en el centro y adelante. Pues "mis pies tienen metas m¨¢s amplias", como los de Emily Dickinson.
Porque dije que la Graham nos trajo palabras. Evocamos las suyas y las de Emily Dickinson, poeta divina y humana, la de la blanca elecci¨®n (aislada del mundo, desde un determinado momento no visti¨® otro color que el blanco), en la que tanto se inspir¨® la bailarina: "El que no haya encontrado el cielo abajo / no lo encontrar¨¢ arriba" son versos que bien pudieran resumir la famosa y ya cl¨¢sica T¨¦cnica Graham. Lo mismo que busc¨® la Graham en un bailar¨ªn: "Su avidez, su voracidad por la vida, una memoria de sangre, en el sentido de que pueda extraer de su vida m¨¢s de lo que realmente ha vivido. Tiene que haber voluntad por explorar sentimientos desconocidos y atreverse a sentirlos. Esto puede parecer aterrador, pero hay que hacerlo porque no existe otra opci¨®n"; lo busc¨® y lo encontr¨® Emily Dickinson dentro de s¨ª misma, en su aislamiento, en la experiencia ¨ªntima con la poes¨ªa: "Sacadme todo lo que tengo, pero dejadme el ¨¦xtasis / soy m¨¢s rica que todos los hombres / me duele morar con tanta riqueza / cuando a mi puerta hay quienes poseen mucho m¨¢s, / en abyecta miseria". Cada una de esas palabras de la poes¨ªa, cada uno de esos gestos de la danza son actos de luz que nos conectan con nuestras m¨¢s profundas emociones, que recomponen el caos de nuestra estructura, que nos elevan al cielo haci¨¦ndonos sentir la tierra que pisamos. Por eso, como la blanca poeta, debo repetir las palabras que inspiraron la coreograf¨ªa Acts of Light: "Gracias por todos los actos de luz que embellecieron aquel verano que a¨²n pervive en el recuerdo".
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