Penurias dom¨¦sticas
En "Escaleras mec¨¢nicas", uno de los cuentos que componen La madurez de las nubes, Gonzalo Calcedo (Palencia, 1961) nos recordaba el trazo de John Cheever. Nunca nos pareci¨® esa pieza producto de una admiraci¨®n ciega. Nos alegraba esa referencia precisamente por lo perfectamente plasmado que estaba el esp¨ªritu del norteamericano. Ya lo he sugerido otras veces. Gonzalo Calcedo es uno de nuestros mejores cuentistas. Su mundo es extra?o a la tradici¨®n espa?ola en esta materia. Calcedo se inventa su propia tradici¨®n, y lo hace singularizando las influencias de aqu¨ª y de all¨ª, tal vez m¨¢s de all¨ª. Su ¨²ltimo libro fue La carga de la brigada ligera (Menoscuarto), un conjunto de cuentos que se apartaba tem¨¢tica y est¨¦ticamente de sus libros anteriores. Ahora, con El peso en gramos de los colibr¨ªes uno tiene la sensaci¨®n de que el escritor palentino recupera en esp¨ªritu y estrategia art¨ªstica toda la materia humana de libros tan celebrados como Esperando al enemigo y el ya citado La madurez de las nubes (ambos en Tusquets).
EL PESO EN GRAMOS DE LOS COLIBR?ES
Gonzalo Calcedo Juanes
Castalia. Madrid, 2005
190 p¨¢ginas. 12 euros
Su nuevo libro de cuentos
lleva como encabezamiento una frase de John Cheever. La clave tonal, seguramente. Lo conforman nueve relatos, el n¨²mero salingeriano por antonomasia, casualidad o no. Gonzalo Calcedo no ha cedido ni una pizca de perfecci¨®n. Cada libro suyo es mejor que el anterior. Y cada cuento de cada libro, como m¨ªnimo, mantiene el alto nivel de exigencia que se impone su autor. En este libro sus personajes tienen ese aire de extra?amiento que tan magistralmente sabe crear Calcedo. Son gente que anda por las carreteras para encontrarse con otra gente y compartir soledad y desilusi¨®n, o un fragmento de tiempo muerto. Hay vendedores de casas, vendedores de coches, maridos desconfiados que se transforman en temerosos centinelas para confirmar sus irreversibles sospechas. El dise?o fr¨ªo y met¨¢lico de un cuento como La rep¨²blica de las Islas Ifghin contrasta con la delicada descripci¨®n del dolor inesperado en Polsky y Sara. El cuento que otorga t¨ªtulo al volumen no tiene desperdicio ni como ejercicio l¨ªrico de envidiable contenci¨®n ni como soluci¨®n formal de sofisticada perfecci¨®n. En los cuentos de Calcedo la imaginaci¨®n no vuela. La imaginaci¨®n calcula qu¨¦ historia o qu¨¦ personaje representa lo que somos hoy en el mundo que vivimos. Qu¨¦ podemos recibir y qu¨¦ no podemos dar. Los paisajes humanos despojados. Las palabras justas, ni una m¨¢s ni una menos. La tristeza y la resignaci¨®n casi insultantes. El paisaje f¨ªsico, entre desolado y reiterativo. La monoton¨ªa de los matrimonios a la espera de un atisbo de ilusi¨®n milagrosa. As¨ª son los cuentos de Gonzalo Calcedo. Sentido absoluto en una escritura que revela constantemente y esa c¨¢lida ¨¦pica de los gestos y las penurias dom¨¦sticas.
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