Segunda lecci¨®n de Casado
El debutante madrile?o demuestra su inteligencia y se clasifica para la final del 1.500 junto a Est¨¦vez e Higuero
Los espa?oles hicieron pleno en las semifinales del 1.500, distancia t¨®tem desde los tiempos de Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez y Jos¨¦ Manuel Abascal. Hay una predilecci¨®n muy especial por una prueba que admite todo tipo de estrategias, que permite decisiones insospechadas, que invita a la locura pero que no desprecia a los calculadores, una prueba que mezcla africanos, con europeos y estadounidenses. Y, aunque Europa no atraviesa su mejor momento en el medio fondo, todav¨ªa emite se?ales de esperanza. Basta ver a Arturo Casado, un chicarr¨®n de 1,87 metros y casi 80 kilos que se mueve por la pista como un mariscal. Hab¨ªa expectaci¨®n por verle en las semifinales. Su entrenador, Arturo Mart¨ªn, recomendaba no elevar el list¨®n con un chico que disputa sus primeros Mundiales. Pero en la pista Casado es un manual con zapatillas de clavos. Se manej¨® con inteligencia en la primera ronda y gobern¨® la semifinal de principio a fin. El madrile?o invita al optimismo. M¨¢s que eso, es el mediofondista que desesperadamente necesitaba el atletismo espa?ol.
Su entrenador habla de no elevar el list¨®n, pero es un atleta que invita al optimismo
Hab¨ªa dudas sobre su rendimiento. Enrolado en la primera semifinal, Arturo Casado se encontr¨® con un grupo de primeros actores: el franc¨¦s Mehdi Baala, que llegaba en una forma arrolladora, el keniano ?lex Kipchirchir, el portugu¨¦s Da Silva y Reyes Est¨¦vez, que ha visto mucho mundo desde su temprana irrupci¨®n en el medio fondo. Est¨¦vez ha ganado dos medallas en los Campeonatos del Mundo (1997 y 1999) y ha conocido a Morceli, El Guerruj, Cacho y Lagat. No perder¨¢ por inexperiencia. Sin embargo, hay gente que est¨¢ tocada por la inteligencia. Corre y comprende inmediatamente las necesidades de la carrera. Casado lo entendi¨® desde el arranque de la semifinal, que terminar¨ªa con una buena cuota de ilustres eliminados. Uno de ellos, Baala, que se perdi¨® en el campo de minas que significa el 1.500.
Fue uno de estos 1.500 que sacan de quicio a los atletas. No ocurre nada y sucede todo. Aparentemente, todo marchaba tranquilo, con un ritmo muy lento. A la cabeza, Casado. "Lo decid¨ª desde la salida y all¨ª me fui", dijo. Fue exactamente as¨ª. Casado quer¨ªa la cuerda, donde se corren menos metros y donde su corpach¨®n es un obst¨¢culo casi insalvable. Y, si alguien pretende salvarlo, aparecen los codos. Casado se hace un sitio y no es f¨¢cil quit¨¢rselo. Lo que hizo fue gobernar la carrera, aparentemente con el desgaste que significa encabezar el grupo. Pero Casado no se agit¨®. Impuso el ritmo m¨¢s contenido posible sin abandonar el primer puesto. A su alrededor comenzaba a producirse el caos: todos quer¨ªan un buen sitio en la platea y nadie estaba dispuesto a cederlo. Baala fue el m¨¢s perjudicado en esa carrera llena de trampas y sutilezas. Lejos de concretar su superioridad con un golpe sobre la mesa, se ofusc¨® y termin¨® desquiciado.
Quedaba por saber la respuesta de Casado, y tambi¨¦n de Est¨¦vez, en la ¨²ltima vuelta, que cualquiera pod¨ªa imaginarse supers¨®nica. Lo fue. Se corrieron los ¨²ltimos 300 metros en 38 segundos, todos con el cuchillo, porque el bajo ritmo no hab¨ªa dejado fuera a nadie. Arranc¨® Rui Silva en la contrarrecta, un ataque poderoso que encontr¨® la perfecta respuesta de Casado, que le impidi¨® superarle. En la curva Rui Silva se dio por vencido. En la recta final, el espa?ol se limit¨® a cumplir el expediente. Se asegur¨® la plaza en la final, permiti¨® la victoria del marroqu¨ª Kuch y se fue a la ducha. Por detr¨¢s se escuchaba el ruido de sables: pocos puestos en la final para demasiados aspirantes. Reyes Est¨¦vez respondi¨® perfectamente. Nunca apareci¨® en la carrera y nunca desapareci¨®. Hizo el papel de veterano. No se equivoc¨®. Se dej¨® llevar por el grupo de cabeza y con ellos entr¨®. Clasificado. Un trabajo muy profesional.
Juan Carlos Higuero disput¨® la segunda semifinal, una estampida protagonizada por el estadounidense Alan Webb, que nunca ser¨¢ un superclase, pero animar¨¢ mucho al personal con sus ataques largos, casi suicidas. Webb sali¨® como una bala, marc¨® un ritmo descomunal y limpi¨® la carrera desde los primeros metros. Ni estrategia, ni nada. Hab¨ªa que seguirle con la lengua fuera. Para Higuero, que no es una luminaria de la t¨¢ctica, fue la mejor noticia posible. Se trataba de correr y de no pensar. A Webb s¨®lo le alcanz¨® Ramzy, marroqu¨ª ahora con bandera de Bahrein. Ramzy ser¨¢ el favorito para ganar la final. Es el m¨¢s r¨¢pido ahora mismo. Tambi¨¦n es el m¨¢s arrogante. No deja pasar la ocasi¨®n sin dar la nota. Super¨® a Webb cuando quiso. El norteamericano fue segundo con el dep¨®sito en rojo, a punto de ser cazado por los perseguidores, entre los cuales figuraba Higuero, feliz por clasificarse y por disfrutar de una carrera sin las sutilezas que le atormentan.
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