"Como un novato"
Alberto Garc¨ªa cae en las semifinales de los 5.000, igual que Roberto Garc¨ªa y Jes¨²s Espa?a
No est¨¢ Kenenisa Bekele, el recordman mundial, el campe¨®n mundial y ol¨ªmpico de los 10.000, pero s¨ª su hermano peque?o, Tariku, que a los 18 a?os ya baja de los 13 minutos en los 5.000; no est¨¢ Hicham el Guerruj, el doble campe¨®n ol¨ªmpico de los 1.500 y los 5.000, pero s¨ª Eliud Kipchoge, el keniano rapid¨ªsimo que les dio a ambos, al Bekele mayor y a El Guerruj, con la puerta en las narices en el Mundial de Par¨ªs. No estar¨¢ Alberto Garc¨ªa. No habr¨¢ ning¨²n espa?ol para sustituirle en la final. Ni Roberto Garc¨ªa, el zaragozano al que asfixi¨® el ritmo, al que la bronca, codazos y clavos en las espinillas dejaron fuera de carrera, ni Jes¨²s Espa?a, el madrile?o que ven¨ªa muy fuerte, m¨¢s fuerte que nunca, y acab¨® descalificado cuando ya no ten¨ªa ninguna esperanza. La de 5.000 ser¨¢ la ¨²nica carrera masculina de 1.500 metros o m¨¢s sin espa?oles en la final.
Pocos atletas triunfan en su regreso tras dos a?os de ausencia. Se pierde la noci¨®n del cambio
El 5.000 espa?ol ha sido los ¨²ltimos a?os Alberto Garc¨ªa. En su ausencia forzada hubo un vac¨ªo, su regreso a¨²n no ha podido llenarlo. "Estoy contento con mi marca pero me ha faltado chispa", dijo el vallecano, que termin¨® noveno de la primera semifinal. "He notado los dos a?os sin competir, y tambi¨¦n los ¨²ltimos problemas con las ampollas, la puesta a punto final".
Pocos atletas triunfan en su regreso a la competici¨®n tras dos a?os de ausencia. Se pierde el ritmo, se pierde la noci¨®n del cambio. Mientras uno se entrena y no compite, otros se entrenan y compiten, crecen. Y el mundo cambia muy deprisa. "Y encima estaba muy nervioso", dice Garc¨ªa. "No ve¨ªa el momento de salir, porque nos han tenido media hora encerrados en la c¨¢mara de llamadas. Aunque con el viento y la lluvia daban ganas de no hacer nada. Y luego he salido como un novato, aunque una vez en la pista los nervios se olvidan".
En la pista los nervios los olvid¨®, aunque todo su plan primero se vino abajo cuando comprob¨® que su aliado para hacer una carrera r¨¢pida y obtener un puesto por tiempos en la final, el ucranio Lebed, se quedaba en la cola, incapaz de aguantar el m¨ªnimo ritmo. As¨ª fue el propio Garc¨ªa quien, obligado, se puso a marcar el paso, hasta que se cans¨® de sentirse un primo, todos bien calentitos a su espalda como pod¨ªa comprobar por las pantallas gigantes del estadio, y se volvi¨® a mitad de la carrera, en la contrarrecta. "Es que no lo entiendo", explic¨® luego; "todos aqu¨ª se creen rapid¨ªsimos, ninguno quer¨ªa tirar, y tuve que ech¨¢rselo un poco en casa". De poco le vali¨® a Alberto Garc¨ªa su arenga. Llegado el 3.800, a tres vueltas del final, se vio obligado a mostrar su rictus de sufrimiento, a dejar irse poco a poco al pelot¨®n africano, a los atletas que resumen cualquier carrera de fondo en las dos ¨²ltimas vueltas, al grupo con el que no hace tanto, en 2001, orgulloso y feliz se codeaba.
Ya no se codea el africano de Vallecas con ellos, pero para sustituirle, para mostrar el orgullo blanco, el atletismo mundial ha encontrado otra perla. Quien se codea tremendo con todos los nativos del valle del Rift, ya sean kenianos, et¨ªopes o eritreos, es el australiano Craig Mottram, talla de velocista, espaldas de nadador, quien dio una muestra de la facilidad con la que asimila todas las distancias, todas las velocidades, en la segunda semifinal, la que termin¨® con un fingido codo a codo entre el australiano y Kipchoge, un ensayo quiz¨¢s de lo que puede ser el domingo uno de los momentos m¨¢s emocionantes de todo el Mundial.
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