El verano de Summers
Es una de las tardes m¨¢s h¨²medas de julio en Cambridge. El hombre que entra en el restaurante hind¨², en el que est¨¢n cenando un grupo de profesores espa?oles de econom¨ªa, es el presidente de la Universidad de Harvard, Lawrence H. Summers, uno de los economistas m¨¢s brillantes de su generaci¨®n. Hijo de dos economistas y sobrino de dos premios Nobel (Paul Samuleson y Kenneth Arrow), el estigma de ni?o prodigio le acompa?a desde su entrada en el MIT, con apenas 16 a?os; con 28, consigui¨® la plaza de profesor permanente en Harvard. Gan¨® la medalla de la American Economic Association al economista m¨¢s destacado, con menos de 40 a?os, y tambi¨¦n fue el primer cient¨ªfico social en obtener el premio de la National Science Foundation, en 1987. A su c¨¢tedra en Harvard renunci¨® en 1991 para ocupar la posici¨®n de economista jefe del Banco Mundial. A partir de ah¨ª, su carrera en la Administraci¨®n ha sido no menos brillante que la acad¨¦mica, para terminar como secretario del Tesoro de Clinton, entre 1999 y 2001.
Este hombre, hasta no hace mucho uno de los m¨¢s poderosos del planeta, est¨¢ teniendo un mal verano
A pesar de la desenvoltura con que solicita mesa para ¨¦l y sus tres acompa?antes, y del resignado buen humor con el que la cambia pocos minutos despu¨¦s por otra no tan directamente bombardeada por la corriente de aire acondicionado, ese hombre, hasta no hace mucho uno de los m¨¢s poderosos del planeta, est¨¢ teniendo un mal verano.
Aunque todav¨ªa son numerosos los blogs en los que sigue viva la controversia por sus declaraciones supuestamente sexistas de hace unos meses, y sus encontronazos con importantes profesores que han derivado en una moci¨®n de no confianza hace pocas semanas, las inquietudes que tiene ahora son de naturaleza esencialmente econ¨®mica; microecon¨®micas, para ser mas concretos. La subida de su sueldo es la primera. Un miembro de su consejo ha aprovechado para pasarle factura con ocasi¨®n de la aprobaci¨®n de la revisi¨®n anual de su sueldo del 3%, sobre los 563.000 d¨®lares de salario base hasta ahora. Conrad K. Harper, el ¨²nico miembro de color del consejo, cree que Summers no merece la revisi¨®n: su desempe?o en el ejercicio pasado no ha sido precisamente bueno. No se trata tanto de la magnitud del salario, ciertamente moderado, a tenor tanto de la responsabilidad de Summers como de las posibilidades de que a una personalidad como ¨¦sta le ofrecer¨ªa el mercado, como del serio enfrentamiento suscitado.
El otro foco de tensi¨®n tiene que ver con la crisis de direcci¨®n en la que est¨¢ sumida la compa?¨ªa que dirige las finanzas de la universidad: la Harvard Management Company. Sin director desde que hace ocho meses renunciara J. R. Meyer, los 23.000 millones de d¨®lares en activos bajo gesti¨®n de esa compa?¨ªa buscan nuevo responsable. Parad¨®jicamente no es f¨¢cil y la raz¨®n no es muy distinta al anterior problema de Summers. J. R. Meyer fue duramente criticado por sus remuneraciones (7,2 millones de d¨®lares en 2004) y las de sus dos principales colaboradores (25 millones de d¨®lares cada uno), a pesar de que fue ¨¦l quien convirti¨® esa compa?¨ªa en una de las m¨¢s rentables de EE UU.
En los 10 a?os, hasta junio de 2004, la rentabilidad anual de los fondos invertidos fue del 10,9%, frente a una media del 10,2% de las instituciones inversoras estadounidenses con activos superiores a los mil millones de d¨®lares. La compatibilidad de esas remuneraciones con el incremento en los ya elevados costes de la ense?anza en esa universidad, o las remuneraciones de otras posiciones de responsabilidad en la universidad, son hoy el principal centro de atenci¨®n de una comunidad universitaria inusualmente inquieta.
Los economistas espa?oles que segu¨ªan alguna de las actividades del Real Colegio Complutense en Harvard estuvieron a punto de saludar al presidente y expresarle su reconocimiento y solidaridad, pero no todos coincid¨ªan en ello. La conciliaci¨®n de ¨¦tica y econom¨ªa se hab¨ªa apoderado de una muy interesante discusi¨®n que acab¨® por olvidar al personaje que la suscit¨®. Summers parec¨ªa disfrutar de la cena, casi tanto que bien podr¨ªa haber sido la celebraci¨®n del cuarto aniversario de su nombramiento como el 27? presidente de Harvard, el 1 de julio de 2001.
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