Cabinas tragaperras
A la salida del trabajo intento telefonear desde una cabina p¨²blica. La gesti¨®n deber¨ªa resultar sencilla: s¨®lo se ha de descolgar el auricular, esperar a leer "inserte moneda o tarjeta", introducir el metal y marcar el n¨²mero. Pero el proceso suele interrumpirse antes: la moneda desaparece en el interior de la caja con teclas y no la devuelve. A veces s¨ª lo hace, aunque sobre una superficie cubierta de chicle e incluso excrementos (encontrado en las cabinas de ?pera). Gomas, cables, alambres, hacen el resto del trabajo, de manera que el dinero se queda en el limbo de los artesanos del delito.
El ejecutivo de zapatos brillantes, la se?ora del carro, el estudiante del m¨®vil sin bater¨ªa, o el superviviente sin m¨®vil aprenden r¨¢pido c¨®mo usar las cabinas tragaperras: coger el auricular al rev¨¦s y golpear la pesta?a del cub¨ªculo que devuelve la nada mientras maldice entre dientes, no vayamos a perder la compostura, aunque acabemos de ser timados.
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