Viva la banda
Hab¨ªamos llegado a la Virgen de Agosto, que viene a ser la cumbre del verano, atravesando obst¨¢culos, accidentes de tr¨¢fico, pavorosos sucesos e incendios algo m¨¢s que forestales apretando los dientes, igual que los pilotos de la muerte de los circos (esos acr¨®batas motorizados que protagonizan la ¨²ltima novela -o quiz¨¢s la ante¨²ltima- de mi querido Miguel S¨¢nchez-Ostiz).
Hab¨ªamos pasado por los aros que nos hab¨ªan puesto por delante, superado los c¨ªrculos de fuego preceptivos y alcanzado por fin tierra segura. Se impon¨ªa el descanso. El escritor pod¨ªa ya escribir en su peri¨®dico uno de esos art¨ªculos de agosto destinados a glosar el bostezo de la nada o a sumergirnos en la oceanograf¨ªa del tedio. ?se era el plan, pero los planes raramente terminan por cumplirse. Cuando nos encontr¨¢bamos en la misma muga del pante¨ªsmo, preparados para describir, como Julio Llamazares en estas mismas p¨¢ginas, las lluvia lacrimosa de San Lorenzo en la noche estival, la cruda realidad del pa¨ªs de los vascos lleg¨® para enterrar nuestro gozo en un pozo o, mejor dicho, en el zulo m¨¢s cutre y m¨¢s hondo.
Han llegado las fiestas y ha empezado, una vez m¨¢s, la alegre parada de los monstruos patri¨®tico-festivos
Han llegado las fiestas y ha empezado, una vez m¨¢s, la alegre parada de los monstruos patri¨®tico-festivos. Tod Browning deber¨ªa haber incluido en 1932, en su inmortal pel¨ªcula, a un freak de nuestra tierra, que tambi¨¦n los hab¨ªa por entonces y eran bien populares. El sue?o del patriotismo, que a menudo deviene pesadilla, produce incre¨ªbles monstruos. El caso es que todo esto es monstruoso, quiero decir nuestra capacidad para crear conflictos, rifirrafes, pol¨¦micas y manifestaciones que terminan como en San Sebasti¨¢n el domingo pasado, entre contenedores incendiados y patriotas reprimidos ante la vista de veraneantes y turistas perplejos. Es dif¨ªcil reprimir a un patriota, y traum¨¢tico no s¨®lo para ¨¦l (para el patriota que se manifiesta), sino para la autoridad leg¨ªtima que (patri¨®tica tambi¨¦n a su manera m¨¢s o menos pragm¨¢tica) decide usar la fuerza. De manera que, entre unas cosas y otras, entre porrazos y contenedores en llamas, entre patriotas y "siervos de Espa?a", el pa¨ªs se traumatiza. No es extra?o.
Tambi¨¦n los presos de ETA distinguidos en las fiestas de Amurrio deben estar traumatizados con la ¨²ltima ocurrencia de sus compa?eros de la izquierda patri¨®tica. La patri¨®tica idea de imponerles las bandas de reina y dama de honor de las fiestas del pueblo pasar¨¢ a los anales de la cr¨®nica bufa. En su ensayo sobre la inmortalidad, Milan Kundera hablaba de la inmortalidad rid¨ªcula, que era la de esa gente que se pasa la vida trabajando con ah¨ªnco por un objetivo y termina pasando a la historia por cualquier accidente m¨¢s o menos idiota. As¨ª, el gran astr¨®nomo Tycho Brahe, que muri¨® en una cena de gala en la corte imperial de Praga porque le dio verg¨¹enza levantarse a mear y acab¨® revent¨¢ndole la vejiga. As¨ª, esos dos sufridos presos de la organizaci¨®n militar vasca, cuyos m¨¦ritos patri¨®ticos quedar¨¢n eclipsados por haber sido elegidos reina y dama de honor de las fiestas de un pueblo cuyo criterio a la hora de homenajear al personal es absolutamente pintoresco. La cara del concejal del PNV que ofrendaba un gran ramo de flores a la figura troquelada de una reina de las fiestas con txapela era todo un poema. Ahora el alcalde, cariacontecido, afirma que la banda no la pusieron ellos, sino los miembros de la cuadrilla de los presos. Hay que reconocer que, con ciertos amigos, no hacen falta enemigos.
Da lo mismo qui¨¦n les puso la banda a los dos militantes de ETA homenajeados en Amurrio. Desde hace muchos a?os la canci¨®n del verano en Euskadi ha sido "Viva la banda". No vamos a enga?arnos. Siempre ha habido una banda o un bando o un txupin solidario con la causa de los patriotas vascos. Lo cierto es que, como los personajes de los que habla Kundera, finalmente han conseguido inmortalizar en el olimpo de la ridiculez a un par de militantes de la banda. Y el suceso grotesco no ha tenido lugar en Kortezubi. El asunto, me temo, comienza a oler a carpa circense. Uno no se imagina a Bin Laden (que firm¨® el finiquito de ETA un 11 de septiembre) convertido en fallera mayor de Valencia. Lo de Amurrio parece el fin de un sue?o que, al amanecer, produce frikis.
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