Agostidad
Agosto es el mes m¨¢s cruel, mientras las v¨ªctimas, inermes y desprevenidas, sestean y se tuestan al sol en falsos para¨ªsos prefabricados; con m¨¢s turistas que palmeras y m¨¢s metros de toalla que de arena, los depredadores despliegan sus redes y colocan sus trampas, el m¨²sculo duerme pero la ambici¨®n no descansa. Los idus de julio son m¨¢s propicios que los de marzo para la traici¨®n y la asechanza. Antes de cerrar sus chiringuitos para irse de vacaciones, los jefes, de empresas y gobiernos, dictan medidas impopulares y toman decisiones pol¨¦micas contando con la indefensi¨®n de los afectados y con la falta de respuesta de la ciudadan¨ªa, alegre y confiada, y de los medios de comunicaci¨®n, aligerados de plantilla y contenidos en tan se?aladas fechas. El cese fulminante, la reestructuraci¨®n salvaje, el nuevo e imaginativo impuesto, la sorpresiva subida de precios y la resoluci¨®n injusta hacen su agosto. Los jefes rompen impunemente la tregua estival, impl¨ªcitamente pactada, y perpetran sus abusos impunemente, confiando en que sus desafueros pasen desapercibidos y se derritan bajo un sol de injusticia, que rompan mansamente sobre la playa, que se disuelvan como ef¨ªmeras tormentas de verano.
Con agostidad y alevos¨ªa, la Comunidad de Madrid ha publicado sus nuevas concesiones de frecuencias televisivas, encomend¨¢ndose a la buena de Dios, ¨¦se que est¨¢ de su lado y que, si hemos de creer, Dios no lo quiera, a sus intermediarios en esta tierra de Mar¨ªa Sant¨ªsima, anda ¨²ltimamente muy cabreado con el laicismo feroz del Gobierno de ZP, sus libertades y sus libertinajes. Sin escuchar consejos, ni recabar dict¨¢menes, sin respetar los c¨®digos, situ¨¢ndose en el impreciso filo de la legalidad, en la zona oscura donde conviven la ley y la trampa, do?a Esperanza Aguirre ha repartido sus graciosas concesiones entre los suyos seg¨²n el precepto evang¨¦lico "el que no est¨¢ conmigo est¨¢ contra m¨ª...", y ¨¦se lo lleva claro. Al enemigo, ni agua, un lema no tan evang¨¦lico, preside el escudo de armas tomar de la presidenta; los gestos de convivencia, connivencia, con los rivales, que forman parte del talante, o de la estrategia del alcalde Gallard¨®n, su her¨¦tico correligionario, son s¨®lo muestras de flaqueza y pusilanimidad, cuando no de algo peor, para ella, adalid de la l¨ªnea dura, de la santa intransigencia y de la santa desverg¨¹enza que predicaba el santo Escriv¨¢.
El modelo audiovisual de Esperanza Aguirre qued¨® ya plasmado en su intervenci¨®n en el canal auton¨®mico de Telemadrid, un modelo denunciado por los propios trabajadores de los informativos del ente, sometidos a presiones, censuras y manipulaciones, rigurosamente controlados por los fieles pretorianos, guardianes de la ortodoxia contratados por la jefa, a cuya cabeza figura, como supremo lacayo, un individuo, bajo sospecha de aprovechar sus ratos libres para intentar otro tipo de manipulaciones con trabajadoras de buen ver de la plantilla.
Las concesiones de Esperanza abrir¨¢n nuevas tribunas y p¨²lpitos para cantama?anas cat¨®dicos y predicadores del caos, profetas de un Apocalipsis inventado que anuncian a diario en los diales y canales. La derecha m¨¢s cavern¨ªcola resuena en todos los recovecos de las ondas, un coro de fariseos crispados y de sepulcros blanqueados al sol que m¨¢s calienta, canta la palinodia de sus mun¨ªficos amos y fustiga con la calumnia y el esc¨¢ndalo, farisaico, por supuesto, a sus enemigos. Dijo Orson Welles, cuando la caza de brujas de McCarthy, que "los intelectuales de Hollywood hab¨ªan tenido que elegir entre sus ideales y sus piscinas, y hab¨ªan elegido sus piscinas". Pedro J. Ram¨ªrez construy¨® la suya al lado del mar y se la invadieron ecologistas, republicanos, izquierdistas y catalanes.
El edicto de Aguirre es un paso m¨¢s en la concentraci¨®n de medios que con injustificables fines recluta la derecha m¨¢s extremada y al¨¦rgica al di¨¢logo. En el modelo audiovisual de la presidenta no cabe desde luego una televisi¨®n como Tele K, veterana y heroica emisora de Vallecas que, como no hace concesiones, tampoco las recibe de su graciosa autoridad auton¨®mica.
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