El se?or venga, venga
A este hombre grande y sabio, aragon¨¦s apasionado y voluntarioso, lo conoc¨ª en el a?o 1989, en la faceta que menos se ha prodigado de las muchas que tiene: la de actor. Hac¨ªamos de padre e hija en la interesante y malograda Malaventura, que dirig¨ªa su amigo y ex alumno Manuel Guti¨¦rrez-Arag¨®n, y a pesar de que se trataba de un drama y de que nuestros personajes arrastraban un destino tr¨¢gico, no recuerdo haber re¨ªdo nunca tanto como en aquel rodaje. Porque este director, productor y guionista, realizador de televisi¨®n y publicitario, este profesor de la antigua Escuela de Cinematograf¨ªa, ex cr¨ªtico de cine y ex presidente de la Academia, este hombre que vive para y por el cine entraba y sal¨ªa de las escenas como un elefante en una cacharrer¨ªa: tropezaba con los muebles y las personas, olvidaba sus textos y era incapaz de parar en la marca que le hab¨ªan indicado. Y cuando por fin lo consegu¨ªa y como exig¨ªa el gui¨®n se encaraba con Miguel Molina y conmigo, su expresi¨®n de beb¨¦ furioso era tan c¨®mica que explot¨¢bamos en carcajadas.
En la Zaragoza de posguerra descubri¨® que las pel¨ªculas no las hac¨ªan los actores, sino otras personas, y decidi¨® que eso era lo que ¨¦l quer¨ªa hacer
Presenta a menudo unos personajes a veces pat¨¦ticos y a veces terribles, capaces de matar o de arrastrar a otros a la muerte
En aquella pel¨ªcula, adem¨¢s de rega?arme, pap¨¢ Borau ten¨ªa que darme una bofetada. Y de nuevo el veterano cineasta se convert¨ªa en amateur, y, tras cruzarme la cara con su manaza enorme, me ped¨ªa disculpas sin esperar a que acabara la escena. Me llev¨¦ tres bofetadas como tres soles hasta que cay¨® en la cuenta y se disculp¨® despu¨¦s del "corten". Y as¨ª, entre bofet¨®n y bofet¨®n, perd¨ª los pendientes, pero gan¨¦ un amigo: adem¨¢s de divertido, Jos¨¦ Luis es un excelente conversador, buen comensal y buen consejero. Y, sobre todo, es un personaje ¨²nico e inclasificable, como sus pel¨ªculas.
En la Zaragoza de posguerra, a la edad de 12 a?os, Borau descubri¨® que las pel¨ªculas no las hac¨ªan los actores que sal¨ªan en ellas, sino otras personas, y decidi¨® que eso era lo que ¨¦l quer¨ªa hacer. Hijo ¨²nico de padres ya mayores, el ni?o Borau esperaba a hacerse adulto sentado en una mecedora, rumiando su soledad y sus fantas¨ªas y alimentando una pasi¨®n por el cine que no s¨®lo no compart¨ªa con nadie, sino que llev¨® durante a?os como una doble vida: caminando de vuelta a casa desde el colegio, gastaba lo ahorrado en el tranv¨ªa en sus primeras revistas de cine; falsificando sus notas y escatimando horas de estudio, le¨ªa novelas prohibidas y, a?os m¨¢s tarde, pagaba sus sesiones de cine apostando y ganando a las cartas, al p¨®quer y a lo que fuera. Comido por los remordimientos, y siempre para dar gusto a sus padres (bondadosos y como de otro siglo seg¨²n ¨¦l), estudi¨® Derecho y se pag¨® nuevas lecturas vendiendo los libros de la carrera, que, aun as¨ª, consigui¨® terminar. Para ir a Madrid y estudiar cine, que era lo que siempre hab¨ªa querido, se sac¨®, en apenas un mes, una de las seis primeras plazas en unas oposiciones para funcionario. A partir del a?o 1956 empez¨® en Madrid una nueva doble vida, la de funcionario del Instituto Nacional de la Vivienda y la de estudiante de cine. A los 35 a?os Jos¨¦ Luis estren¨® su primer largometraje, Brandy, y desde entonces ha combinado todo tipo de tareas para sobrevivir mientras rueda las pel¨ªculas que le gustan, apenas ocho, como se lamenta a menudo.
Quiz¨¢ es por eso que Borau siempre lleva prisa y camina a zancadas por la vida. Quiz¨¢ es por eso que, si uno se acerca lo suficiente, descubre que este hombre casi siempre afable y cordial no consigue sujetar del todo su impaciencia y por alg¨²n resquicio de su exquisita amabilidad se desliza a menudo un "?venga, venga!", murmurado muy bajito, casi para s¨ª. Como si todav¨ªa estuviera sentado en la mecedora, observando y maquinando, deseando que las cosas ocurrieran mucho m¨¢s deprisa de lo que lo hac¨ªan.
En el a?o 1996, Borau dirig¨ªa su s¨¦ptima pel¨ªcula, Ni?o Nadie. Con el personaje de Asun entr¨¦ por primera vez en su universo particular y compuse como pude una mujer tierna y furibunda, compleja, contradictoria y atrapada por sus circunstancias, como todos los personajes de este cineasta. Si como actor no daba pie con bola, como director Borau result¨® ser de una precisi¨®n casi matem¨¢tica; tra¨ªa cada d¨ªa la pel¨ªcula dibujada plano a plano, fotograma a fotograma, sab¨ªa c¨®mo ten¨ªa que ser cada secuencia, cada encuadre y cada frase, esculpida previamente palabra a palabra. Y explicaba por qu¨¦, de modo que a veces, m¨¢s que un rodaje, aquello era una clase de cine. Y de interpretaci¨®n, porque Borau actuaba cada personaje a la perfecci¨®n, sin olvidar una coma, ni un gesto. Como dec¨ªa Victoria Abril, que trabaj¨® con ¨¦l en R¨ªo abajo, su aventura americana, las mejores interpretaciones en las pel¨ªculas de Jos¨¦ Luis son las que hac¨ªa ¨¦l mismo en los ensayos.
Uno de los decorados de Ni?o Nadie era un pol¨ªgono industrial a las afueras de Madrid, un entramado de calles y naves transitadas constantemente por inmensos tr¨¢ilers. Un mundo aparte con sus propios bares, restaurantes y hoteles con el que Jos¨¦ Luis qued¨® fascinado. "La pr¨®xima pel¨ªcula la voy a hacer aqu¨ª, contigo", me dijo en una pausa. "?Y qu¨¦ har¨¦ yo en un pol¨ªgono industrial?", le pregunt¨¦. "No lo s¨¦, lo tengo que escribir", me contest¨® sonriendo.
Leo fue el t¨ªtulo de la pel¨ªcula y el nombre de la protagonista, seguramente el m¨¢s dif¨ªcil y el m¨¢s bonito de todos los personajes que he hecho hasta ahora. Oscura, atormentada, apasionada y virulenta, Leo arrastraba su pasado como una maldici¨®n, y termina arrastrando a un pobre hombre que tiene la desgracia de enamorarse de ella.
Leo le vali¨® a Borau un merecido Goya al mejor director. A veces la gente de cine somos agradecidos, y cuando el hombre sali¨® emocionado a recoger su cabez¨®n, el ¨²nico que tiene, un caluroso aplauso lo abraz¨®. "Pues no es tan feo", dijo sonriendo el ex presidente de la Academia, cuatro a?os en el cargo, creador de los Cuadernos de la Academia, del bolet¨ªn semanal y director del Diccionario del Cine Espa?ol. Jos¨¦ Luis fue adem¨¢s uno de los impulsores de una Academia abierta y participativa, donde tuvieran sitio todos los que hacen cine, en contra de algunas voces que prefer¨ªan una Academia m¨¢s elitista, en la que como las de la Historia o la Lengua, el hecho de pertenecer a ella fuera en s¨ª una distinci¨®n. Pero eso supon¨ªa dejar fuera a la gente joven, y Borau luch¨® porque la academia no fuera un lugar de llegada sino de partida, porque fuera algo vivo y presente en la vida cultural del pa¨ªs.
"Yo me lo guiso, yo me lo como, y a m¨ª se me indigesta". As¨ª describe el propio Jos¨¦ Luis su forma de hacer cine. Pero no conoce otra. "Yo creo que debo hacer las pel¨ªculas que a m¨ª me gustan, entre otras cosas porque ser¨¢ la ¨²nica manera de que les puedan gustar al resto de la gente. Si no soy sincero con lo que hago, ?qu¨¦ es lo que voy a poder comunicar a los dem¨¢s?", cita Carlos Heredero, uno de sus bi¨®grafos, en el libro que sobre ¨¦l public¨® la Filmoteca en el a?o 1990.
El de Borau es un cine realista, descarnado, que invita a la reflexi¨®n y que presenta a menudo unos personajes a veces pat¨¦ticos y a veces terribles, capaces de matar o de arrastrar a otros a la muerte. Es un cine an¨®malo, impredecible, fuera de toda moda o corriente. Un cine que, no puede ser de otra manera, se produce ¨¦l, que le ha llevado a la ruina en varias ocasiones y que le ha tenido trabajando para los bancos durante a?os, ya que de sus padres Borau no hered¨®, como dice a menudo, m¨¢s que un sill¨®n. Todo lo que tiene, su oficina, su productora y su editorial, lo levant¨® ¨¦l para poder hacer lo que m¨¢s ama. Como le dijo a Manuel Hidalgo en una entrevista tras el rodaje de La Sabina, "toda mi vida la he subordinado a la idea y a la esperanza de hacer cine. He vivido siempre como el que anda detr¨¢s de la zanahoria. Si no consigo algo con el cine es que he fracasado en la vida, porque ¨¦sa ha sido mi ¨²nica obsesi¨®n. No tengo otros consuelos, ni distracciones, ni lugares intermedios. No tengo otras ambiciones".
A sus 76 a?os reci¨¦n cumplidos, Borau ha renunciado a producirse a s¨ª mismo y arriesgarse de nuevo en una industria cada vez m¨¢s reacia a asumir pel¨ªculas diferentes. Con un gui¨®n firmado a medias con Rafael Azcona, Jos¨¦ Luis espera rodar pronto una pel¨ªcula que se est¨¢ gestando ya durante demasiado tiempo. Entretanto, este aragon¨¦s madrugador y solitario sigue dando clases a lo largo y ancho del pa¨ªs, sigue dando conferencias y charlas y escribiendo unos cuentos hermosos e inquietantes que ha publicado ya en dos ocasiones y por los que ha recibido el Premio Tigre Juan a los nuevos autores, el que m¨¢s ilusi¨®n le ha hecho nunca, seg¨²n ¨¦l.
Pero, sobre todo, Borau pasa los d¨ªas dibujando y perfilando en su imaginaci¨®n esa nueva pel¨ªcula mientras murmura para s¨ª entre dientes: "?Venga, venga!".
Ojal¨¢ que no tenga que esperar mucho m¨¢s.
Un bu?uelo de viento
Dice Jos¨¦ Luis Borau que su vida es "un bu?uelo de viento" porque hay "muy poquito que contar". Pero lo cierto es que hay mucho detr¨¢s de este hijo ¨²nico y tard¨ªo, nacido en Zaragoza en 1929 en el seno de una familia de clase media. Vivi¨® la Guerra Civil
de cerca y no pudo estudiar arquitectura porque no hab¨ªa dinero para mandarle a Madrid. No parece importarle, aunque la vida ha hecho de ¨¦l un "ser pesimista". "He sido muy feliz, tremendamente feliz", recordaba cuando en 2003 recibi¨® el Premio Nacional de Cinematograf¨ªa.
Confiesa que hace s¨®lo lo que le apetece: "No tengo hijos ni familia, ni paciencia, por descontado". Y
con esa "deformaci¨®n" piensa que nada le puede satisfacer. Estudi¨® Derecho, ejerci¨® de cr¨ªtico de cine, de actor, y como profesor en la Escuela Oficial de Cine de Madrid de Pilar Mir¨®, Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n o Jaime Ch¨¢varri.
Ha ganado dinero de la publicidad y algo con dos ¨¦xitos: Mi querida se?orita y Furtivos. Se desmarca: "No quiero que se me identifique con Furtivos". Los suyos no son unos largos autobiogr¨¢ficos. "Los hago para verlos yo", asegura en referencia a R¨ªo abajo, Tata m¨ªa, El infortunio, Ni?o nadie y Leo. No lee las cr¨ªticas. Si son buenas, ya sabe lo que van a decir, y con las malas prefiere no sufrir.
De 1994 a 1998 presidi¨® la Academia de Cine y se le recuerda por mostrar sus manos te?idas de blanco en se?al de repulsa a los atentados de ETA. Le cuesta conseguir dinero para sus producciones y ¨¦l encantado porque as¨ª puede coronarse "m¨¢rtir" a s¨ª mismo.
Triunfa ahora en la narrativa. En 2003, tras 50 a?os dedicado al cine, se sorprendi¨® a s¨ª mismo al ganar el Premio Tigre Juan con su libro Camisa de once varas, al que ha seguido Navidad, horrible Navidad.
ELISA SILI?
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