Veneno y ca¨ªdas
El australiano McGee se viste el 'maillot' amarillo tras la victoria del italiano Bertagnolli en C¨®rdoba
Como dijo el poeta, hay mucho veneno en la serpiente multicolor.
En la llegada, bajo el solazo de C¨®rdoba, Juan Antonio Flecha, tercero de la etapa, tiene que aguantar el recochineo del personal. Est¨¢ doblado sobre la bici el joven de Jun¨ªn, recontando la sed que ha pasado a 45 grados al sol, narrando, los labios secos, la saliva, seca, los ojos hinchados, las penurias de quien va al coche a buscar agua y le dicen que no queda, cuando se le acercan y le recuerdan: "Bueno, un poco m¨¢s y ganas por la moto". Y Flecha, inteligente, no tiene m¨¢s remedio que echarse a re¨ªr. Al mismo Flecha, en abril, lluvia y fr¨ªo en Flandes, una moto que condujo a un belga detr¨¢s de ¨¦l en el ¨²ltimo kil¨®metro, le priv¨® de una victoria en la Gante-Wevelgem, cl¨¢sica de prestigio. A ese mismo corredor, ayer, bajando desde el Brillante, en el ¨²ltimo kil¨®metro, una decena de segundos detr¨¢s de McGee y Bertagnolli, una moto le ayud¨® tanto que a punto estuvo de cazar y ganar.
M¨¢s veneno debi¨® de escupir ?scar Pereiro, solo, tirado, de pie en la cuneta, una mano levantando una rueda pinchada, reclamando un recambio. In¨²tilmente. Ni el coche de su equipo, ni el coche neutro, ni el coche de nadie en lontananza. El incidente le suced¨ªa justo despu¨¦s de que Andy Rihs, el patr¨®n del Phonak, les dijera a ¨¦l, a Landis y a Botero, los tres mejores del equipo, los tres con contrato en vigor para las pr¨®ximas temporadas, que, si quer¨ªan irse a otro equipo, se fueran, que eran libres, que no iba a poner trabas a su eventual marcha. El mismo mensaje que les envi¨® el invierno pasado despu¨¦s de los casos de Hamilton y Santi P¨¦rez. "Tate, esto es lo que me espera si no me voy", pudo pensar el gallego. Como para no pensar mal corriendo los tiempos que corren. Se habr¨ªa equivocado. Su coche no lleg¨® a tiempo con la rueda -perdi¨® casi ocho minutos-, ni tampoco el veh¨ªculo neutro no por mala fe de sus conductores, sino porque en la Vuelta, aparte de veneno, tambi¨¦n hay dolor.
Dolor fueron los ayes de Klier, uno de los tres que volaron por encima de una valla quitamiedos y se quedaron al borde de un barranco. El alem¨¢n del T-Mobile fue m¨¢s lejos que ninguno, hasta unas zarzas entre cuyos pinchos se enred¨® y aull¨®. Los otros dos, el portugu¨¦s Azevedo y el valenciano Quique Guti¨¦rrez, volaron menos, pero tambi¨¦n se la dieron. Como Iv¨¢n Guti¨¦rrez, que va a ca¨ªda por d¨ªa y se machac¨® un pulgar. Perdieron tiempo, pero no fueron los peor parados del d¨ªa en que el pelot¨®n recorri¨® tierras de aceitunas, aficionados a la sombra de emparrados cerveza fresca en la mano. Calor. Olivos secos. El S¨¢hara entre Granada y C¨®rdoba.
"?Serpiente multicolor, serpiente multicolor?", repica Pablo Lastras, a la sombra, cubierto de polvo, como si se hubiera revolcado en una cuneta; "¨¦sta es la ¨²nica serpiente multicolor que conozco". Y el madrile?o se se?ala su largu¨ªsima pierna izquierda, por la que serpentea, estrecho, rojo, un reguero de sangre, de muslo a tobillo. "?Serpiente multicolor? Bobadas. La Vuelta es esto", repite Lastras, que tiene ganas de estar solo, de llorar, el pelo alborotado, y que ense?a su casco, todas las ranuras de aireaci¨®n frontales taponadas por una mezcla de sudor, tierra, hierbas. "Esto es la Vuelta", dice Lastras, para quien el mismo descenso r¨¢pido hacia C¨®rdoba fue un a?o, hace tres, una entrada en solitario, victoriosa, triunfal.
Ayer buscaba la repetici¨®n. Ayer, Lastras, cazador de olfato fino, de inteligencia ¨²nica en los momentos m¨¢s calientes, busc¨® la repetici¨®n de la gesta. Despu¨¦s de un ataque de prueba al final de la subida de San Jer¨®nimo, despu¨¦s de temporizar, guardar, dejarse coger, se encontraba en el descenso en una situaci¨®n perfecta. Por delante, Leonardo Bertagnolli, un italiano de Trento, un amigo de Simoni, nervioso e inquieto, que hab¨ªa atacado unos kil¨®metros antes, al comienzo de la subida, y que bajaba torpe. Detr¨¢s, a una veintena de segundos, Bradley McGee, un australiano, un tremendo pistard, experto y calculador, y ¨¦l. Detr¨¢s, otro grupo. Para cazar, s¨®lo hac¨ªa falta arriesgarse lo justo. Lo mismo que hac¨ªa tres a?os. Entonces, Lastras se arriesg¨® y gan¨®. Ayer, se arriesg¨® y en una curva, pasada de frenada, rueda delantera que derrapa, vuelo con la cabeza por delante. Sangre. "Lo que duele no es el cuerpo", sentenci¨® Lastras; "es el alma, el dolor de la p¨¦rdida de lo que has podido ganar".
Lo dijo Lastras porque, cuando lleg¨® a la meta, 33 segundos despu¨¦s del ganador, le contaron que, en efecto, McGee hab¨ªa alcanzado a Bertagnolli y que el australiano hab¨ªa manejado con destreza extrema los ¨²ltimos kil¨®metros, controlando para ayudar a Bertagnolli a ganar la etapa porque ¨¦l se conformaba con convertirse en l¨ªder, ya que Menchov, inteligentemente, hab¨ªa dejado hacer a quienes se lo quisieran quitar de encima moment¨¢neamente. Y fue tan maestro McGee que hasta calcul¨® la velocidad de la moto tras la que aceler¨® Flecha para que el del Fassa Bortolo no pudiera ser m¨¢s que tercero y catara el sabor del veneno de la serpiente multicolor.
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