Don Quijote y Guti¨¦rrez
Hoy rod¨¢bamos por las tierras del Quijote. Algunos extranjeros, digamos que los m¨¢s cultos, los que sab¨ªan de qu¨¦ iba el asunto, buscaban a derecha e izquierda los famosos molinos de viento, pero me parece que se han quedado con las ganas. O no estaban ah¨ª o rod¨¢bamos tan tensos por la amenaza del viento -en ning¨²n momento ha aparecido- que nadie los ha visto. Ha habido un momento en el que, al pasar al lado de un parque e¨®lico plagado de esos molinos estilizados del siglo XXI, alguien ha dicho con recochineo: "Mira, ah¨ª est¨¢n los molinos de Don Quijote". ?Ah!, por no decir que otro me ha afirmado que la otra noche durmi¨® en la misma cama que el caballero de la triste figura. Hay de todo.
Por lo menos, hemos pasado por la laguna de Ruidera, no lejos de la famosa Cueva de Montesinos, escenario de uno de los cap¨ªtulos de la obra maestra de Cervantes. Algo es algo.
Ahora bien, yo ya lo siento por Cervantes, por el Quijote, por Sancho Panza y hasta por el cura, el barbero, la sobrina y los 400 a?os. Tambi¨¦n lo siento por Cela y por La Colmena, que es el libro que le han debido de dar a Petacchi por llevarse la etapa. Si hay un libro que me ha inspirado el art¨ªculo de hoy, no ha sido otro que uno de ?scar Wilde, el titulado La importancia de llamarse Ernesto, tantas veces llevado al teatro y al cine como le¨ªdo.
Claro que aqu¨ª, una vez adaptado a nuestra idiosincracia, el t¨ªtulo quedar¨ªa algo as¨ª como La importancia de apellidarse Guti¨¦rrez. Yo aseguro que he ido durante unos kil¨®metros haciendo memoria de todo mi ¨¢rbol geneal¨®gico para ver si aparec¨ªa por alg¨²n sitio el apellido en cuesti¨®n, pero no, al menos que yo sepa. Por esta vez, parece que me he librado de la maldici¨®n.
Y es que aqu¨ª, si uno se apellida Guti¨¦rrez, tiene muchas posibilidades de terminar besando el suelo en cualquier momento de la etapa. Iban Guti¨¦rrez se cay¨® en el pr¨®logo y en la etapa de C¨®rdoba. Cogi¨® el testigo Jos¨¦ Enrique Guti¨¦rrez, que hizo lo propio en C¨®rdoba y en la etapa del d¨ªa siguiente, la de Puertollano. Y ayer, un d¨ªa m¨¢s tarde, se lo pas¨® a su hermano, Nacho Guti¨¦rrez, que pudo experimentar en primera persona la dureza del suelo manchego. La verdad es que, viendo los antecedentes, no me gustar¨ªa estar en su piel para la etapa de hoy porque, al parecer, para conjurar la maldici¨®n hay que caerse dos veces y, adem¨¢s, parece ser que la primera es para avisar y la segunda es ya la buena. As¨ª que Guti¨¦rrez del pelot¨®n, temblad, que vosotros pod¨¦is ser los pr¨®ximos, que a m¨ª en ¨¦sta no me vais a ver.
Pedro Horrillo es ciclista del equipo Rabobank.
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