Las lecciones de Solidaridad
Hace 25 a?os, los trabajadores de los astilleros en Gdansk, Polonia, se pusieron en huelga. Unos a?os antes, en la misma ciudad, la polic¨ªa del r¨¦gimen comunista hab¨ªa asesinado a otros huelguistas en la calle. En esa ocasi¨®n, los trabajadores se encerraron en los astilleros y pidieron apoyo al resto de la naci¨®n. Su l¨ªder era Lech Walesa, un devoto electricista cat¨®lico conocido por su obstinada oposici¨®n al Gobierno. El apoyo lleg¨® en forma de manifestaciones y huelgas en todo el pa¨ªs. Los trabajadores de Gdansk, fieles al nombre de su movimiento (Solidaridad), rechazaron unas condiciones que les favorec¨ªan mientras no recibieran el mismo tratamiento sus camaradas de otros lugares. El Gobierno cedi¨®, y los trabajadores del Estado obrero lograron mejores condiciones de vida. El movimiento no se desvaneci¨®. Clubes, peri¨®dicos, incluso los medios estatales, se convirtieron en foros de debate. La sociedad civil polaca se hizo o¨ªr y el r¨¦gimen, ante la perspectiva de perder por completo la legitimidad, se vio obligado a negociar.
Diecis¨¦is meses despu¨¦s, en diciembre de 1981, el r¨¦gimen contraatac¨®. El Ej¨¦rcito, dirigido por el general Jaruzelski, proclam¨® la ley marcial y detuvo a Walesa y los dem¨¢s dirigentes de Solidaridad, entre ellos numerosos escritores y profesores. Posteriormente, Jaruzelski afirm¨® que hab¨ªa logrado detener una invasi¨®n sovi¨¦tica que podr¨ªa haber precipitado un enfrentamiento entre superpotencias y la destrucci¨®n de Europa. Es posible; pero, cuando Gorbachov comenz¨® las reformas en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, cuatro a?os despu¨¦s, el general y su Gobierno se mostraron claramente reacios a seguir el mismo camino. Despu¨¦s de callar a la oposici¨®n, se encontraron con la resistencia pasiva de una ciudadan¨ªa resentida. En 1989, el r¨¦gimen, incapaz de ejercer los poderes que te¨®ricamente le correspond¨ªan, dej¨® en libertad a los ¨²ltimos presos de Solidaridad y reanud¨® las negociaciones. En las elecciones parciales de junio ganaron los candidatos de Solidaridad. La primera vuelta se celebr¨® el 4 de junio, el d¨ªa en el que, en el otro extremo del mundo, el Ej¨¦rcito chino aniquilaba a los estudiantes de la plaza de Tiananmen. Primero a trompicones, luego a m¨¢s velocidad, el r¨¦gimen comunista polaco qued¨® desmantelado. A finales de 1990, Walesa fue nombrado presidente de una nueva Polonia.
?Ofrece ense?anzas la transformaci¨®n polaca para la democratizaci¨®n de otros reg¨ªmenes?
Solidaridad contaba con el apoyo de los sindicatos occidentales, y los Gobiernos criticaron oficialmente el golpe de Estado militar. No pod¨ªan hacer mucho m¨¢s en un pa¨ªs que se encontraba dentro del bloque sovi¨¦tico de la guerra fr¨ªa. Sectores importantes de la clase dirigente y la opini¨®n p¨²blica de Occidente, pese a lamentar el golpe, lo consideraron preferible a las impredecibles consecuencias de una invasi¨®n sovi¨¦tica. ?sa fue la opini¨®n de los dirigentes y el p¨²blico en los dos Estados alemanes, para los que cualquier forma de inestabilidad europea significaba la posibilidad de acabar unidos en un cementerio radiactivo. Los ciudadanos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica que se opon¨ªan a la imposici¨®n del comunismo en los Estados vecinos s¨®lo empezaron a hablar, y con vacilaciones, cuando Gorbachov lleg¨® al poder, en 1985.
Los polacos, por tanto, estaban solos. Pero contaban con su historia, una trayectoria de lucha constante contra ocupantes extranjeros y sus siervos polacos. Al general Jaruzelski se le reconoci¨® inmediatamente -seguramente incluso se reconoci¨® ¨¦l mismo- como heredero espiritual del conde Wielopolski, un hombre mitad reformista mitad verdugo que gobernaba Polonia en nombre del zar de Rusia. Cuando estall¨® la revuelta, en 1864, el conde fue despiadado. Jaruzelski fue mucho m¨¢s brutal e incluso orden¨® juzgar a unos polic¨ªas por el asesinato de un sacerdote que gozaba de gran popularidad. Desde la c¨¢rcel, dirigentes de Solidaridad como el escritor Adam Michnik despreciaron p¨²blicamente la oferta del r¨¦gimen de dejarles partir al exilio. Una vez pasada la primera situaci¨®n de emergencia, Solidaridad volvi¨® a florecer. Pas¨® a ser totalmente ilegal y visible (fue el periodo en el que surgi¨® en Polonia esta pregunta: ?Por qu¨¦ hacen falta tres agentes para ocuparse de un accidente de tr¨¢fico? Respuesta: uno, para leer la matr¨ªcula, otro, para escribir el n¨²mero, y el tercero, para vigilar a los intelectuales). Las primeras negociaciones con Solidaridad las llev¨®, en nombre del general, un joven consejero que hoy es presidente de Polonia.
El ascenso al papado del cardenal Wojtyla de Cracovia, en 1978, y su visita a Polonia en 1979 fortalecieron el amplio componente cat¨®lico del nacionalismo polaco. Los grupos cat¨®licos dentro de Solidaridad ten¨ªan la visi¨®n de una Polonia definida por la justicia social. Los pensadores cat¨®licos se unieron a los intelectuales laicos aliados de los trabajadores para criticar al Partido Comunista polaco por aferrarse de manera perniciosa a sus propias ideas, y minaron la moral de los comunistas que cre¨ªan verdaderamente en un orden de justicia social. Durante los a?os cincuenta y sesenta, el custodio del legado de Trotski, el ex comunista polaco Isaac Deutscher, recib¨ªa en su casa de Londres a un torrente interminable de embajadores, ministros e intelectuales polacos, que manifestaban sus tremendas dudas.
No hay duda de que la simpat¨ªa y el apoyo de Occidente ayudaron. Las comunidades de emigrantes polacos en Norteam¨¦rica y Europa occidental proveyeron fondos. La BBC, Voice of America, Radio Vaticano y Deutsche Welle transmit¨ªan las voces de Solidaridad. No obstante, la mala conciencia de los comunistas polacos fue un factor decisivo. El Gobierno de Jaruzelski fue horrible, pero no recurri¨® al terror de masas.
El bloque sovi¨¦tico no era monol¨ªtico. Ya en la ¨¦poca de Stalin se produjo el cisma de Tito y hubo opositores al estalinismo en otros reg¨ªmenes comunistas. Cuatro meses despu¨¦s de la muerte de Stalin, en 1953, los alemanes del Este se rebelaron. En 1956, Kruschov denunci¨® a Stalin en su famoso discurso sobre el culto a la personalidad y vaci¨® los campos de concentraci¨®n. La supresi¨®n de la revuelta h¨²ngara, ese mismo a?o, no logr¨® impedir el experimento checo de comunismo abierto en 1968. En los a?os setenta, ante el cisma chino en el Este y el malestar de poblaciones y partidos en el Oeste, el Partido Sovi¨¦tico hizo sitio a unos reformistas tecnocr¨¢ticos que estaban discretamente de acuerdo con los implacables disidentes literarios y filos¨®ficos: el r¨¦gimen deb¨ªa cambiar. Los reformistas sovi¨¦ticos preguntaron si la ¨²nica soluci¨®n de la que dispon¨ªa su pa¨ªs tras el fracaso de su modelo consist¨ªa en tener siempre dispuestas las divisiones acorazadas. Propusieron revisar el auto-ritarismo, la burocratizaci¨®n y la represi¨®n, que s¨®lo funcionaban, y de manera imperfecta, a corto plazo. Al final, con sus fuerzas armadas establecidas en Polonia y sus agentes infiltrados en el Gobierno polaco, no pudo retener una conquista cada vez m¨¢s onerosa.
En Polonia, dar voz a la resistencia nacional contra el dominio extranjero era la misi¨®n tradicional de la Iglesia cat¨®lica. Ya en 1956, para inmensa irritaci¨®n de los dirigentes sovi¨¦ticos, los comunistas polacos alcanzaron un acuerdo de coexistencia precaria con la Iglesia. Y hab¨ªa corrientes m¨¢s amplias. El Vaticano, con los papas Juan XXIII y Pablo VI, estableci¨® el di¨¢logo con los comunistas de Europa central y del este. El papa Juan Pablo II hab¨ªa aprendido en Polonia que era posible ganar terreno si se planteaban a los comunistas las contradicciones de un Estado obrero dirigido por una clase privilegiada. En Italia, los cat¨®licos y los comunistas ya colaboraban libremente, y se unieron para dar su apoyo a Solidaridad.
Solidaridad nos ofrece varias lecciones. Una es que no hay nada como la voluntad de una poblaci¨®n tiranizada para recuperar el control de su propio destino. La segunda es que hasta el r¨¦gimen m¨¢s doctrinario y r¨ªgido posee fisuras internas que se agrietan bajo presi¨®n. La tercera es que es preciso traducir los ideales universales de democracia y justicia social al lenguaje nacional: en Polonia, los cat¨®licos y los laicos se unieron para adue?arse de la historia de su naci¨®n.
Durante la lucha polaca, Occidente, por supuesto denunci¨® el imperialismo sovi¨¦tico. Sin embargo, fue una ¨¦poca en la que las nuevas armas nucleares de Estados Unidos en Europa Occidental despertaron amplias protestas. Los europeos dec¨ªan que la Uni¨®n Sovi¨¦tica podr¨ªa crecer con m¨¢s rapidez si disminu¨ªan las tensiones militares. Anteriormente, Estados Unidos hab¨ªa rechazado las propuestas de los ministros de Exteriores brit¨¢nico, Anthony Eden, y polaco, Adam Rapacki, para reducir las armas en Europa Central, unas sugerencias que, de haberse seguido, tal vez habr¨ªan hecho posible la liberalizaci¨®n en Polonia mucho antes de que Solidaridad tuviera que luchar por ella. Quiz¨¢s habr¨ªamos podido tener m¨¢s imaginaci¨®n hist¨®rica que acompa?ara a nuestra indignaci¨®n moral.
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