El coche en el garaje
La Uni¨®n Europea es un experimento. Nunca ha existido nada parecido. No es s¨®lo un bloque de comercio, pero tampoco es un Estado. Es distinta de organizaciones como Naciones Unidas, ya que sus miembros han aceptado prescindir de algunos aspectos de su soberan¨ªa para solventar problemas colectivos. La UE comenz¨® esencialmente como una entidad de la Guerra Fr¨ªa y defini¨® su identidad en relaci¨®n con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, por un lado, y EE UU, por el otro. Desde 1989 ha luchado por desempe?ar un nuevo papel, mucho m¨¢s preocupada por lidiar con el impacto de la intensificada globalizaci¨®n. Desde sus inicios, la CEE/UE ha estado en proceso de formaci¨®n constante, una construcci¨®n sin finalidad alguna, y as¨ª sigue siendo en la actualidad. De hecho, muchos han afirmado que s¨®lo podr¨¢ seguir en marcha si contin¨²a avanzando; la famosa met¨¢fora de la bicicleta.
La crisis actual de la UE no es de comunicaci¨®n. Es una crisis de identidad y rendimiento econ¨®mico
Como experimento hist¨®rico, carece de garant¨ªas de ¨¦xito a largo plazo. De hecho, la met¨¢fora de la bicicleta en realidad no es muy apropiada. La UE se parece m¨¢s a un coche que acelera lentamente, que adquiere velocidad a medida que avanza. Ha encarado y superado sucesivas crisis. Hasta la fecha, cada una de ellas ha servido de est¨ªmulo y le ha permitido meter una marcha m¨¢s. El caso reciente m¨¢s importante ha sido el desaf¨ªo de incorporar a los antiguos pa¨ªses comunistas de Europa central y del este. Sin embargo, con el deceso de facto de la Constituci¨®n propuesta, la UE podr¨ªa haberse sumido en su crisis m¨¢s grave hasta el momento. En esta ocasi¨®n no es s¨®lo una cuesti¨®n de encontrar otra marcha. El coche necesita volver al garaje y someterse a una exhaustiva puesta a punto antes de regresar a la carretera. Y siempre cabe la posibilidad de que se aver¨ªe y no tenga arreglo.
La Constituci¨®n no fue ¨²nicamente una consolidaci¨®n e integraci¨®n de tratados europeos anteriores. Fue un intento por negociar un compromiso entre dos conceptos distintos de identidad europea y, tras ellos, contrastar versiones del "modelo social" de Europa. Si los pa¨ªses de la UE hubieran votado s¨ª a la Constituci¨®n, ese s¨ª no habr¨ªa tenido un significado unitario, y puede decirse lo mismo del no. Quienes defendieron el s¨ª lo hicieron con argumentos distintos, con Francia y Gran Breta?a como polos opuestos. En Francia, la Constituci¨®n fue presentada por sus partidarios como la consagraci¨®n de un compromiso con una Europa solidaria e integrada, un refugio contra el capitalismo de libre mercado. En Gran Breta?a, una campa?a de refer¨¦ndum se habr¨ªa basado en la interpretaci¨®n contraria: que la Constituci¨®n refleja una Europa flexible y abierta con miras al exterior.
No podemos seguir fingiendo que son posturas compatibles. En este momento, si pretendemos sacar de nuevo el coche a la carretera, debemos elegir. Lo que ha ocurrido no es sencillamente, como algunos dir¨ªan, que las ¨¦lites no hayan logrado explicar satisfactoriamente el proyecto europeo a las masas. La crisis actual no es de comunicaci¨®n, y ni siquiera fruto del "alejamiento" de las instituciones de la UE con respecto al pueblo. Es una crisis de identidad y rendimiento econ¨®mico. Tony Blair lo plante¨® eficazmente en su discurso ante el Parlamento Europeo. Cree (al igual que yo) que no puede construirse una Europa pr¨®spera seg¨²n el modelo de Chirac. El no de Francia y Holanda expres¨® temores a la globalizaci¨®n y sus consecuencias para el empleo, las pensiones y la seguridad social. Un proteccionismo defensivo puede ofrecer un refugio a corto plazo, pero a la larga, demostrar¨ªa ser desastroso en un mundo de creciente competencia global, marcada por la entrada de nuevos participantes como China e India en la escena mundial.
La tercera v¨ªa (el esfuerzo por combinar la inclusi¨®n social con el dinamismo econ¨®mico) ha funcionado bien en Gran Breta?a. El pa¨ªs presenta unos bajos ¨ªndices de desempleo, y una tasa de ocupaci¨®n del 75% del sector laboral en activo, y se est¨¢ embarcando en un programa de inversi¨®n social a gran escala. Lo que Blair propuso en ese discurso era, efectivamente, una tercera v¨ªa para una Europa conjunta. (Los ¨ªndices de empleo de la UE de los 15 es de s¨®lo un 64%.) Europa, adujo, puede salvaguardar su modelo social en un mundo globalizado. Pero s¨®lo puede hacerlo mediante una reforma bastante radical, incluyendo una inversi¨®n mucho mayor en educaci¨®n, ciencia y tecnolog¨ªa, y una renovaci¨®n de los sistemas de la seguridad social y los mercados laborales. La Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n debe reestructurarse, y pronto: se invierten miles de millones de euros en una industria que s¨®lo emplea a un peque?o porcentaje del sector laboral.
El problema es c¨®mo convencer a quienes creen que reformar el modelo social europeo es traicionarlo. En mi opini¨®n, Blair cometi¨® en su discurso algunos errores t¨¢cticos y de peso, que deber¨ªa corregir en pr¨®ximas versiones. Se limit¨® a hablar como si el resto de Europa tuviera que aprender de la forma brit¨¢nica de hacer las cosas. Por ejemplo, deber¨ªa haber hecho hincapi¨¦ en que la tercera v¨ªa fue tan promovida por los pa¨ªses escandinavos como por Gran Breta?a. Adem¨¢s, Gran Breta?a le va a la zaga a Escandinavia en la combinaci¨®n de competitividad econ¨®mica con unos niveles elevados de justicia social. Blair podr¨ªa y deber¨ªa haber dicho que Gran Breta?a puede aprender, como ha ocurrido, de otros pa¨ªses europeos en el desarrollo de un modelo que en principio todos podr¨ªan respaldar.
Acert¨® al decir que la Europa "social" y la "econ¨®mica" deben unificarse. Pero la reforma econ¨®mica en el n¨²cleo de los pa¨ªses europeos, en caso de que llegue, no resolver¨¢ autom¨¢ticamente dificultades clave de la identidad europea. En la forma de las pol¨ªticas de la "coalici¨®n p¨²rpura", Holanda estaba a la vanguardia de la ideolog¨ªa de la tercera v¨ªa. Hasta hace muy poco, al pa¨ªs le iba bien econ¨®micamente. Aun as¨ª, el no fue todav¨ªa m¨¢s rotundo que en Francia. La posibilidad de una nueva ampliaci¨®n de la UE, y en especial el posible acceso de Turqu¨ªa, gener¨® un antagonismo popular en un pa¨ªs en el que el lema "Holanda est¨¢ llena" resuena actualmente m¨¢s all¨¢ de los grupos de extrema derecha que lo acu?aron. Los dos posibles l¨ªderes entrantes que apoyar¨ªan la reforma econ¨®mica, Angela Merkel y Nicholas, son hostiles al posible acceso de Turqu¨ªa.
Una Europa que quiera desempe?ar un papel en el gobierno mundial no puede replegarse a un p¨¢ramo regional. En este momento, la UE no debe darle la espalda a Turqu¨ªa. Combinar una reforma econ¨®mica con una ampliaci¨®n renovada de la UE exigir¨¢ unas dotes de liderazgo formidables. ?Puede aportarlas Blair, primer ministro del pa¨ªs m¨¢s euroesc¨¦ptico de Europa? Ha indicado claramente que va a intentarlo en serio.
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