Europa en la cocina
El proyecto de Constituci¨®n europea era un men¨² fijo, con su entrada, bebida, plato y postre, que, presentado en la mesa, no convenci¨® a muchos ciudadanos. Pero tampoco a algunos gobiernos que se sintieron aliviados por el rechazo. El men¨² se ha metido en el frigor¨ªfico durante el verano, y ahora los chefs se han puesto manos a la obra para ver que otras posibilidades se ofrecen.
En realidad, todas las opciones est¨¢n abiertas. Puede darse marcha atr¨¢s y mantener un simple mercado com¨²n o crearse un n¨²cleo duro, m¨¢s pol¨ªtico y con menos miembros. La Uni¨®n puede saltar por los aires o puede volverse a la misma Constituci¨®n. Si algo ense?a la historia reciente es que hay que pensar lo impensable y estar preparado para lo imprevisible.
Puede darse marcha atr¨¢s, con un simple mercado com¨²n, o crearse un n¨²cleo duro m¨¢s pol¨ªtico
A la hora de crear una Uni¨®n Europea a la carta, hay que tener en cuenta tres clases de ingredientes. La profundizaci¨®n, primero, supone alcanzar un reparto de poder entre Bruselas y las capitales que sea beneficioso para el conjunto de los europeos. Est¨¢ claro que todos ganar¨ªamos si las instituciones comunes fueran m¨¢s fuertes y tuvieran m¨¢s capacidad de iniciativa para interpretar el inter¨¦s general. Pero esto es dif¨ªcil de conseguir debido a las reticencias de los gobiernos, como demuestra por ejemplo el (in) cumplimiento del Pacto de Estabilidad. Ante la duda, el reflejo de los ciudadanos es resguardarse en el viejo cascar¨®n de los Estados nacionales. Los votos en contra del proyecto de Constituci¨®n estuvieron en parte motivados por el deseo de protegerse de un mundo hostil a trav¨¦s del propio Estado.
La ampliaci¨®n, el segundo ingrediente, provoca tambi¨¦n miedo. En lugar de percibirse como una oportunidad, muchos europeos que pertenecen al club estiman que una Uni¨®n demasiado grande ya no es algo suyo. Se produce, por tanto, una tensi¨®n entre aquellos que quieren una UE numerosa, centrada en el comercio, y aquellos que desear¨ªan crear una entidad pol¨ªtica fuerte, para lo que se ven obligados a pensar en un marco geogr¨¢fico m¨¢s reducido. La clave estar¨ªa en definir de una vez por todas las fronteras de la Uni¨®n y ofrecer un trato privilegiado, no ret¨®rico sino real, a los vecinos que queden a las puertas.
El gobierno de la UE es otro ingrediente objeto de controversia. La Uni¨®n debe alcanzar un equilibrio dif¨ªcil entre proteger su industria y su agricultura, participar en la globalizaci¨®n, y abrir sus mercados a los pa¨ªses pobres. El liberalismo salvaje no es la soluci¨®n a este dilema. Una pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n reformada (que debe mantenerse en previsi¨®n de futuras crisis) puede acompa?arse con pol¨ªticas que apoyen la investigaci¨®n y la productividad, para convertir a la UE en un motor de innovaci¨®n cient¨ªfica, social e intelectual. En una econom¨ªa globalizada, los europeos seremos cada vez m¨¢s viejos y m¨¢s pobres en t¨¦rminos relativos, por lo que es preciso encontrar nuevas formulas para organizarse. El problema es que los pa¨ªses m¨¢s ricos de la Uni¨®n insisten en darle un presupuesto que representa justo el uno por ciento de los presupuestos nacionales, con lo que tampoco pueden hacerse milagros. Con esos ingredientes pueden componerse varias Europas. Los cocineros jefes parecen en todo caso dispuestos a la aventura, y unos est¨¢n preparando la sal y la pimienta que van a a?adir al flan de los otros.
Ante esta situaci¨®n, habr¨ªa que recordar que la cocina inventiva no est¨¢ exenta de costes y a veces reserva malas sorpresas. Aunque ahora parece un desbarajuste, la cocina europea tuvo que crearse para sacarnos de la miseria. Si los gobiernos y los ciudadanos quieren devolver el protagonismo a los Estados, deber¨ªan tener presente la larga trayectoria de malentendidos y luchas entre ellos. La defensa de peque?os intereses nacionales sin un proyecto global no conduce a nada bueno, como se vio en el ¨²ltimo Consejo Europeo. La vuelta a un mercado com¨²n, ahora ampliado, en un contexto internacional muy incierto, supondr¨ªa dar rienda suelta a la dispersi¨®n.
Durante la pasada d¨¦cada, la integraci¨®n era la idea motriz; ahora parece que renacionalizar es el principal instinto. Los h¨¢biles cocineros, adivinando los gustos de los ciudadanos, piensan en recetas simples, ya conocidas. Nada que ver con la clarividencia y la sabidur¨ªa de una generaci¨®n anterior de l¨ªderes, que acert¨® a crear una uni¨®n de Estados democr¨¢ticos para superar el nacionalismo en Europa. Esos l¨ªderes supieron mirar al futuro con confianza porque conoc¨ªan y tem¨ªan el pasado. El riesgo hoy es que, frente a ese reto hist¨®rico, el miedo y la mezquindad lleven al fracaso.
Una forma, quiz¨¢s, de recuperar la confianza es introducir de lleno otro ingrediente en la receta. Cuando expresan su opini¨®n, los ciudadanos no piensan normalmente en la dimensi¨®n internacional del proceso de integraci¨®n. Y, en cambio, este es un aspecto crucial del experimento europeo. En Am¨¦rica Latina, ?frica y Asia se observa la integraci¨®n europea como un modelo que imitar, ya que ha tra¨ªdo paz, estabilidad y crecimiento econ¨®mico a nuestro continente. Esa integraci¨®n es percibida como uno de los avances pol¨ªticos m¨¢s importantes de los ¨²ltimos siglos, por lo que su continuaci¨®n deber¨ªa constituir una responsabilidad para nosotros.
Pero la Uni¨®n no es s¨®lo un modelo, sino tambi¨¦n un instrumento de acci¨®n en el mundo. Grandes amenazas y desaf¨ªos globales deben ser afrontados entre todos. Los recursos energ¨¦ticos se est¨¢n agotando, el medio ambiente necesita protecci¨®n, las violaciones masivas de derechos humanos y los cr¨ªmenes de guerra proliferan, el terrorismo sigue siendo una lacra, y las instituciones globales, sobre todo Naciones Unidas, necesitan reforma. Estos asuntos nos afectan m¨¢s directamente de lo que creemos, y los europeos tenemos ideas adecuadas para tratarlos. Sin embargo, estas ideas no se aplican por falta de una actuaci¨®n com¨²n y con los medios necesarios.
Esa inacci¨®n lleva a la irrelevancia o a seguir la iniciativa de Estados Unidos en muchos casos. Pero cuando se eval¨²an las pol¨ªticas de Estados Unidos sobre los retos globales, desde Oriente Medio a los derechos humanos pasando por el cambio clim¨¢tico, no puede decirse que las recetas del presidente George W. Bush est¨¦n dando resultados positivos. En el plano internacional, la divergencia entre los chefs europeos obliga a comer alimentos prefabricados y un poco pasados de fecha.
Mart¨ªn Ortega Carcel¨¦n es investigador en el Instituto de Estudios de Seguridad de la Uni¨®n Europea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.