Ariel Scheinerman
Ingres¨® imberbe en el Hagana ('Defensa', brazo militar del Yishuv, la comunidad jud¨ªa en la Palestina bajo dominio brit¨¢nico) hace m¨¢s de 60 a?os. Pero como los hombres que consiguen cristalizar en algo lo hacen s¨®lo una vez, este anciano soldado, m¨¢s conocido por su nombre hebreo de Ariel -o Arik- Sharon, sigue siendo, a sus 75 a?os de edad, lo que ha sido desde su adolescencia: un capit¨¢n de comandos con mejores cualidades t¨¢cticas que estrat¨¦gicas, dotado de una determinaci¨®n brutal y que arrostra, imp¨¢vido, el fracaso. Y es que somos lo que vivimos, at¨®nitos, entre nuestra infancia temprana y la primera juventud.
El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas aprob¨® una resoluci¨®n para partir Palestina en dos Estados independientes, uno jud¨ªo, ¨¢rabe el otro, con Jerusal¨¦n bajo un r¨¦gimen internacional. Pocos meses despu¨¦s, el 14 de mayo de 1948, se proclam¨® el Estado de Israel. Al d¨ªa siguiente, ej¨¦rcitos de Egipto, Siria, Transjordania, L¨ªbano e Irak invad¨ªan el pa¨ªs. Desde el inicio de las hostilidades, se puso de manifiesto la asimetr¨ªa fundamental entre las posiciones del Yishuv y sus adversarios ¨¢rabes, asimetr¨ªa que persiste y que explica bien tanto las guerras sucesivas entre israel¨ªes y ¨¢rabes como la psicolog¨ªa de Sharon: los israel¨ªes, pocos en n¨²mero y ocupantes de un territorio muy peque?o, no pod¨ªan permitirse una sola derrota estrat¨¦gica, mientras que los ¨¢rabes pod¨ªan absorber docenas de ellas sin perder la fe en la victoria final; esto es, la constituci¨®n de un Estado palestino tras haber arrojado a los jud¨ªos al mar. Desde aquella primera guerra de 1948, los 60 kil¨®metros de carretera que separan Tel-Aviv de Jerusal¨¦n han marcado con sangre las relaciones entre ambos pueblos. En esa carretera se encontraba el fuerte de Latrun, construido por los brit¨¢nicos junto a un monasterio trapense y ocupado por la Legi¨®n Jordana, una fuerza ¨¢rabe de ¨¦lite: en Latrun, el Hagana se estrell¨® y Ariel Sharon, oficial jefe de una secci¨®n, comprob¨® por primera vez que el arrojo no prevalece sobre el error de atacar posiciones enemigas bien defendidas: herido gravemente, salv¨® la vida por muy poco.
El mejor legado que Sharon puede dejar es la conciencia de sus propias limitaciones: Israel no es viable sin el apoyo de EE UU y la tolerancia del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n
En las tres guerras que siguieron -las de 1956, 1967 y 1973- Sharon volvi¨® una y otra vez al Sina¨ª, y su forma de pelear respondi¨® a un patr¨®n: coraje t¨¢ctico e independencia de criterio a costa de miop¨ªa estrat¨¦gica.
Sharon era ministro de Defensa en junio de 1982 cuando su pa¨ªs invadi¨® el L¨ªbano, pero fue destituido en septiembre, tras las matanzas, cometidas por milicias aliadas de Israel, en los campos de refugiados de Sabra y Chatila. Rehabilitado, sigui¨® su carrera pol¨ªtica en el Likud y, desde 2001, es primer ministro. En nuestras latitudes, Sharon ha desencadenado siempre muchas m¨¢s cr¨ªticas que su n¨¦mesis, Yasser Arafat (1928-2004), algo que se me antoja asombroso. De hecho, en Catalu?a y entre los comentaristas de opini¨®n que cuentan, s¨®lo Joan B. Culla (La tierra m¨¢s disputada: el sionismo, Israel y el conflicto de Palestina, Madrid, 2005) ha osado traspasar la incorrecci¨®n pol¨ªtica y superar la est¨®lida esquizofrenia de tantos que se manifiestan projud¨ªos y antiisrael¨ªes al mismo tiempo.
Sharon ha sido acusado de haber provocado, en el a?o 2000, la Intifada ('Levantamiento'), y como poco antes Arafat hab¨ªa rechazado en Camp David la oferta del entonces primer ministro Barak de entregar el 97% de Cisjordania a cambio de paz, muchos han cre¨ªdo que nada es posi-ble en Oriente Pr¨®ximo sin la desaparici¨®n de ambos l¨ªderes.
Muerto Arafat en 2004, Sharon parec¨ªa, de acuerdo con esta tesis, quedar como el ¨²ltimo obst¨¢culo en el camino de la negociaci¨®n.
Tal vez: la cr¨ªtica constante de los enemigos del viejo general, quienes apuntan a su obsesi¨®n t¨¢ctica y a su pobreza de miras estrat¨¦gica, tiene un fondo de verdad, pero tambi¨¦n manifiesta la objetiva limitaci¨®n geogr¨¢fica de un pa¨ªs que carece de profundidad, de espacio para poder retroceder y reagruparse renunciando a propinar el primer golpe. As¨ª, para Israel, la ¨²nica estrategia posible seguir¨ªa siendo la ofensiva.
Vistas as¨ª las cosas, la decisi¨®n, unilateral y t¨ªpicamente audaz de Sharon de retirarse de la Franja de Gaza, ocupada desde 1967, sin pedir nada a cambio tendr¨ªa una explicaci¨®n estrat¨¦gica clara: Israel limitar¨ªa sus frentes, concentr¨¢ndolos al Este, en Cisjordania.
Aun as¨ª, la pieza ha sido bien jugada y Sharon podr¨¢ ahora dedicar el tiempo que le resta a perseguir su objetivo juvenil: garantizar la m¨¢xima presencia posible israel¨ª en Jerusal¨¦n. Mas para conseguirlo casi deber¨ªa negarse a s¨ª mismo y ampliar el campo de su visi¨®n, pues ni Cisjordania es econ¨®micamente viable al margen de Jordania, ni Israel tendr¨¢ seguridad sin la aquiescencia de pa¨ªses como Ir¨¢n, que est¨¢n a punto de conseguir armas nucleares. No basta con cerrar un frente si queda otro abierto. El mejor legado que Ariel Sharon puede dejar a sus compatriotas es la conciencia de sus propias limitaciones: Israel, un poco como Cisjordania, tampoco resulta estrat¨¦gicamente viable sin el apoyo norteamericano y la tolerancia del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n. Ariel Sharon encarna gran parte de la historia de su pa¨ªs, pero su visi¨®n de Israel pertenece al pasado. Quiz¨¢ sea cierto que el primero se ha de retirar para que el segundo pueda cambiar.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil en la Universidad Pompeu Fabra.
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