Un d¨ªa para Pakito
Mancebo gana en Arcal¨ªs a Heras y al l¨ªder, Menchov, y logra su primer triunfo en una gran carrera
A veces, ufanos, los directores dicen que sus equipos son familias, que los corredores son sus hijos. Otras veces son los corredores los que se exaltan, gritan, l¨¢grimas en los ojos de emoci¨®n, se abrazan a su director y le dicen: "Eres mi padre". Son, tanto las palabras de unos como las acciones efusivas de otros, hip¨¦rboles emotivas, reacciones sentimentales que s¨®lo se producen en los grandes momentos, despu¨¦s de firmar un contrato millonario, por ejemplo, despu¨¦s de un triunfo apote¨®sico.
La familia es otra cosa.
Lo saben muy bien algunos de los corredores que fueron protagonistas de la etapa de ayer, la del final en alto en la cima en la que Ullrich gan¨® el Tour del 97, Ordino-Arcal¨ªs, en el coraz¨®n de Andorra, y en la que Paco Mancebo, que lleva en sus piernas 36.674 kil¨®metros recorridos en 12 grandes vueltas, 229 etapas en Giro, Tour y Vuelta, logr¨®, a los 29 a?os, por primera vez levantar el pu?o con rabia al cruzar el primero la meta.
La familia es la sangre. Lo sabe muy bien Unai Osa, que se pas¨® toda la ascensi¨®n final llorando, que lleg¨® al autob¨²s del equipo llorando, penando por su hermano Aitor, que se cay¨® bajando el col de Montaup cuando iba escapado, golpe¨® el asfalto con su costado izquierdo y se rompi¨® la clav¨ªcula. Aitor, medio siam¨¦s de Unai, sin cuya complicidad no hace nada, ni siquiera cambiar de equipo -los dos se van el a?o pr¨®ximo al Liberty- abandon¨® el d¨ªa que pod¨ªa haber ganado. Unai, el peque?o que no hace nada sin tener a Aitor al lado, llor¨® como si tambi¨¦n le doliera la ca¨ªda, como si tambi¨¦n se hubiera roto el hombro.
La familia es el sudor compartido. Lo sabe Carlos Garc¨ªa Quesada, h¨¦roe del d¨ªa, una de las piezas principales del entramado que con tanta alegr¨ªa mueve Vicente Belda en cuanto la carretera se empina -la otra es Rub¨¦n Plaza, m¨¢s cuajado, m¨¢s callado, m¨¢s temible-, quien atac¨® de lejos, porque enseguida se acalora, le puede el amor propio, y logr¨® llegar al final en medio del quinteto que se disput¨® el triunfo de etapa entre otras cosas porque mediada la ¨²ltima ascensi¨®n su hermano Adolfito, Fito, que iba en otra fuga tempranera, le esper¨® y tir¨® de ¨¦l hasta quedar exhausto. "Nadie como un hermano", dijo en su grana¨ªno cerrado Carlos, el peque?o. "S¨®lo con un hermano sabes seguro que lo da todo por ti".
Paco Mancebo, Pakito, no tiene hermanos profesionales de la bicicleta, pero tiene mujer, Luisa, y una hija que naci¨® el 7 de julio, cuando ¨¦l sudaba en el Tour, y que se llama Paula. Mancebo tiene una familia con la que le gusta estar, viajar, recorrer Gredos, vivir. Como para Pakito, como para Luisa, la vida en pareja es un derecho irrenunciable; como para Pakito es igual de irrenunciable su profesi¨®n, el sacrificio diario, los entrenamientos torturantes, los ajustes para llegar a la Vuelta m¨¢s fuerte que nunca, la soluci¨®n lleg¨® rodada. Mancebo, que desconoc¨ªa la mayor¨ªa de puertos de la ronda, firm¨® contrato para los pr¨®ximos a?os con el Ag2r franc¨¦s, hizo las maletas, carg¨® la bicicleta en el coche y se subi¨® con la familia al norte de la pen¨ªnsula a recorrer puertos durante una semana mediado agosto. Estuvo en Pajares, en los Lagos de Enol, sub¨ªa y bajaba en bicicleta, mientras Luisa y Paula hac¨ªan turismo en coche. Estuvo en Cerler y en Andorra, donde llov¨ªa el d¨ªa en el que subi¨® Montaup, y Arcal¨ªs, el d¨ªa en que conoci¨® el terreno en el que ganar¨ªa su primera etapa en una gran vuelta, el aparcamiento en el que por primera vez oir¨ªa, como un ni?o con zapatos nuevos, la frase "el ganador de la etapa, Francisco Mancebo".
Ayer no llov¨ªa. Ayer soplaba el viento. De cara tras una curva, de espaldas tras la siguiente. Brillaba el sol, destellaba en el maillot de Menchov, del ruso l¨ªder que se hac¨ªa el sordo ante las peticiones de Heras, el fabuloso bejarano que tras un brutal aceler¨®n de su compa?ero Scarponi se encontr¨® con cinco kil¨®metros por delante, y el viento, en los que demostrar sus habilidades y con el ruso, implacable, a rueda. Por detr¨¢s, Pakito parec¨ªa el de siempre, cuello torcido, dientes apretados, condenado a perseguir. Pero esta vez la persecuci¨®n cuaj¨®. Pakito alcanz¨® a la pareja de moda, se puso delante, apret¨® los dientes, torci¨® m¨¢s el cuello, y por una vez su joroba fue hermosa, y atac¨®, desgast¨® a los rivales. Pens¨® en la etapa, en la general, en Paula, en Luisa. Pens¨® en ¨¦l mismo, en el sprint final, en el que super¨®, contra todo pron¨®stico, a Heras y Menchov, que hab¨ªan arrancado antes.
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