Bush y los diques rotos de Nueva Orleans
Nos comunicamos con los astronautas en el espacio exterior, y durante el puente a¨¦reo de Berl¨ªn mantuvimos a toda una ciudad en funcionamiento desde un peque?o aeropuerto, pero nuestro Gobierno no pudo llevar agua potable a Nueva Orleans. De hecho, ni siquiera parec¨ªa capaz de localizar la ciudad. ?Qu¨¦ ocurri¨®?
Los alocados a?os veinte, que se abrieron paso con el licor de contrabando mientras la Bolsa viv¨ªa un auge de riqueza monetaria, acabaron cuando ¨¦sta se fue a pique, y fueron reemplazados por la Gran Depresi¨®n y el visionario New Deal de Franklin Delano Roosevelt. El chiflado esp¨ªritu de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, con su extremada riqueza para algunos y pobreza para m¨¢s de 30 millones de estadounidenses, tambi¨¦n parece haber sufrido ahora una sacudida. El pa¨ªs, conmocionado, avergonzado y horrorizado, est¨¢ asimilando im¨¢genes de desesperaci¨®n y muerte en Nueva Orleans, un tipo de im¨¢genes que esta naci¨®n jam¨¢s ha experimentado, ni siquiera en los a?os treinta. Cinco d¨ªas despu¨¦s del comienzo de la cat¨¢strofe, la ciudad m¨¢s conocida por el jazz del Preservation Hall y por Un tranv¨ªa llamado deseo, de Tennessee Williams, sigue sufriendo y muriendo a causa del peor desastre natural en la historia de Estados Unidos, un desastre que en gran medida se podr¨ªa haber evitado. El Katrina atac¨® Luisiana en el peor momento, a finales de mes, cuando la gran poblaci¨®n pobre, que vive de sueldo en sueldo, se hab¨ªa quedado sin dinero y sencillamente no dispon¨ªa de 30 d¨®lares para comprar gasolina y marcharse. Hasta hoy, los pol¨ªticos no han reconocido abiertamente que los que no pudieron escapar fueron en su mayor¨ªa negros pobres y ancianos (un 30% de la poblaci¨®n del golfo vive por debajo del umbral de pobreza). Cinco d¨ªas despu¨¦s del hurac¨¢n, 50.000 personas segu¨ªan viviendo y muriendo en condiciones inenarrables en la ciudad. As¨ª que, ?por qu¨¦ no actu¨® el Gobierno federal?
Cuando en l938 Roosevelt dedicaba a los estadounidenses su memorable frase "un tercio de la naci¨®n est¨¢ mal alimentada, mal vestida, mal alojada y vive insegura", su visi¨®n iba m¨¢s all¨¢ de la red social necesaria y b¨¢sica ofrecida por el New Deal. A trav¨¦s de miles de agencias de los nombres m¨¢s diversos, Roosevelt puso a trabajar a los estadounidenses sin trabajo: fue el periodo en el que se construyeron nuestras grandes autopistas, presas y plantas el¨¦ctricas, y se salvaguard¨® el pa¨ªs. Pero el mantra de la Administraci¨®n de Bush ha sido el de un Gobierno barato. Se instaur¨® la Seguridad del Territorio Nacional para protegernos de los terroristas, y no para reforzar el pa¨ªs frente a los desastres naturales. M¨¢s de un 40% de nuestra Guardia Nacional se encuentra en la impopular guerra de Irak. Si la Guardia Nacional de Luisiana hubiera estado disponible al completo, se la habr¨ªa podido movilizar de inmediato. En una ciudad con unas infraestructuras endebles, con una de las tasas de asesinatos m¨¢s elevadas del pa¨ªs y pocos polic¨ªas, la ausencia de tal cantidad de guardias nacionales ha sido catastr¨®fica.
En Washington, ni dem¨®cratas ni republicanos han prestado atenci¨®n a los delegados de Luisiana, que han exigido continuamente los recursos econ¨®micos necesarios para reforzar los diques. Aun as¨ª, todo el mundo sab¨ªa que Nueva Orleans hab¨ªa sido identificada como la primera gran ciudad estadounidense con posibilidades de sufrir un desastre natural. Meteor¨®logos de la Universidad de Luisiana manifestaron repetidamente que la cuesti¨®n no era "si", sino "cu¨¢ndo". Durante a?os, el peri¨®dico The Times-Picayune ha publicado una pl¨¦tora de art¨ªculos que analizaban con precisi¨®n el problema ecol¨®gico y predec¨ªan el terrible n¨²mero de v¨ªctimas que se producir¨ªa si no se reparaban los diques. Lamentablemente, el a?o pasado Bush recort¨® dr¨¢sticamente el presupuesto para el control de inundaciones de Luisiana e invirti¨® el dinero en Irak. ?Por qu¨¦ no se escucharon las necesidades de Luisiana? Dicho sin rodeos, Luisiana es un Estado pobre con un reducido voto electoral -9 votos frente a los 31 de Florida- y, por tanto, de un valor menor tanto para republicanos como para dem¨®cratas (en mi opini¨®n, el voto electoral importa m¨¢s que la raza). Los republicanos de Bush, ansiosos por destruir cualquier vestigio del "proteccionismo" del New Deal, confunden la labor necesaria del Gobierno con una molesta pereza burocr¨¢tica y unas d¨¢divas injustas a quienes no las merecen. Los liberales, en su mayor¨ªa dem¨®cratas, debido a la explosi¨®n de exceso de riqueza y a una confianza excesiva en la idea del "poder hacer" c¨ªvico, exageraron su importancia como superrecaudadores, como el hecho de destinar nuestros impuestos deducibles a numerosas causas encomiables.
Pero el Imperio Romano no construy¨® sus puentes, acueductos y carreteras con los fondos de un acto ben¨¦fico organizado por un grupo de juglares ambulantes. Ahora, los estadounidenses furiosos est¨¢n empezando a replantearse nuestras prioridades. Por ejemplo, ?por qu¨¦ los autobuses oficiales con aire acondicionado que transportaban suministros ten¨ªan miedo de adentrarse en la ciudad mientras los periodistas parec¨ªan poder moverse y establecer contacto, y los m¨¦dicos y enfermeras asist¨ªan partos y atend¨ªan a los moribundos? ?Por qu¨¦ se produjo un fallo de las comunicaciones en el ¨¢mbito gubernamental, cuando los hu¨¦spedes del Ritz Carlton pod¨ªan reclamar ayuda a la CNN con un tel¨¦fono m¨®vil? ?Y por qu¨¦ se abandon¨® en el caos a un sector desvalido de nuestra poblaci¨®n para que muriera en masa? Despu¨¦s del 11-S, Bush tard¨® dos d¨ªas en ir a Nueva York. Le llev¨® cinco d¨ªas llegar a Nueva Orleans. Se le pedir¨¢n cuentas.
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