Un viejo caballo ganador
Laiseka, de 36 a?os, gana en Cerler, donde Heras, acelerado, no pudo despegarse de Menchov y Mancebo
Material para Freud.
"Yo estaba dormido, profundamente dormido, creo que hasta so?aba, un sue?o hermoso, cuando, entonces, de repente, zas, un ruido m¨ªnimo me despert¨®. En la habitaci¨®n brillaba un sol demasiado alto ya. Un sol de mediod¨ªa, pero eso no me extra?¨®. A mi derecha la cama de Penkas ya estaba vac¨ªa. Supuse que se hab¨ªa levantado antes y que se estaba duchando ya, pero del cuarto de ba?o no llegaba ning¨²n ruido. Extra?ado, me levant¨¦. Nadie en el ba?o. Abr¨ª la puerta de la habitaci¨®n. El hotel estaba en silencio. Empec¨¦ a sentir p¨¢nico. Baj¨¦ al comedor. Nada. Las mesas llenas de migas, de cartones de cereales, leche derramada, vasos con zumo a medio acabar. Nada. Nadie. No era posible. El p¨¢nico se convirti¨® en pavor cuando fui consciente de que se hab¨ªan ido sin m¨ª. ?Me hab¨ªa quedado dormido! Nadie me hab¨ªa llamado. La Vuelta segu¨ªa sin m¨ª. Entonces, me despert¨¦. Mir¨¦ el reloj. Eran las siete de la ma?ana. Me di media vuelta y dorm¨ª una hora m¨¢s".
Una pesadilla.
Y luego dicen que los campeones tienen sue?os premonitorios. Que se ven la noche anterior en el podio recogiendo la medalla de oro, por ejemplo. Mancebo se re¨ªa el lunes por la ma?ana en el pelot¨®n cont¨¢ndole su sue?o-pesadilla a su amigo Leo Piepoli. Despu¨¦s aceler¨®, burl¨® el control Heras-Menchov en Andorra y gan¨® la etapa. Ayer, por la tarde, sudoroso, tirado, la tos seca de la fatiga interrumpiendo sus palabras, Mancebo no pudo recordar qu¨¦ hab¨ªa so?ado la noche anterior. "Fue una noche sin sue?os. Quiz¨¢s fue culpa del Emilio Moro que bebimos en la cena para celebrar la etapa", dice. Evidentemente, no hab¨ªa ganado la etapa. La victoria fue para un viejo lobo que no sue?a, que no padece sudores fr¨ªos, que act¨²a y gana de vez en cuando. "Aunque viejo, todav¨ªa soy un caballo ganador", es su lema a los 36 a?os. Roberto Laiseka s¨®lo cree en la virgen de Bego?a, que le gu¨ªa en la bicicleta, y en sus intuiciones.
En 1999, cuando el ciclismo era igual, cuando todav¨ªa era viejo, cuando su cara ya estaba marcada por las cicatrices, su mirada segu¨ªa siendo sombr¨ªa y su chepa flotaba con m¨¢s ligereza, Roberto Laiseka gan¨® una etapa en Abantos. Fue el primer triunfo de su equipo, el Euskadi, en una gran vuelta. Hubo champagne y promesas de gloria eterna. Despu¨¦s, cuando su equipo ya era el Euskaltel, era grande, era el sue?o de un pueblo, Laiseka, escalador at¨ªpico, pura astucia escondida tras su aire indolente, firm¨® unas cuantas victorias m¨¢s, todas de prestigio, todas en cimas pirenaicas, en el Tour, en la Vuelta... Ayer, cuando el Euskaltel vive una crisis de crecimiento, una estructura que sobrevive desbordada por las expectativas, cuando Mayo se retira doliente, cuando Zubeldia desaparece del mapa, cuando los j¨®venes emigran, Roberto Laiseka volvi¨® a ponerse la m¨¢scara de zorro, volvi¨® a juguetear con el grupo de favoritos, volvi¨® a analizar las intrincadas relaciones que se mov¨ªan en el grupo de favoritos en el que se hab¨ªa incrustado, y a tres kil¨®metros de la cima, falso llano ventoso, atac¨® por tercera vez para esta vez santiguarse, dos veces, y ganar.
Lo de las intrincadas relaciones en el interior del grupo de favoritos, -que son cinco: Heras, Mancebo, Menchov, Sastre y Carlos G. Quesada-, es un asunto producido por la elevada ansiedad que conduce las acciones de Roberto Heras y de su equipo, el Liberty. Como si cada d¨ªa que pasa fuera una oportunidad menos para ganar la Vuelta, como si el fabuloso bejarano fuera consciente de que una vez alcanzado su cenit la pasada semana en Valdelinares ya s¨®lo le quedara un lento declinar durante el resto de la carrera, act¨²a acelerado, repitiendo el gui¨®n. Un equipo azul a tope, a tope seg¨²n se acerca la monta?a que le deja solo ante la carretera, ante el viento, ante los insidiosos falsos llanos una vez diezmado el pelot¨®n, debilitadas las resistencias. Y esta acci¨®n, tan mortal en Valdelinares, tan cerca de la meta, se produce cada d¨ªa m¨¢s lejos de la cima, a cinco kil¨®metros en Arcal¨ªs, a ocho kil¨®metros ayer. Y cuanto m¨¢s lejos, menos posibilidad de hacer da?o. "Es que los puertos no tienen dureza para romper", se queja. Eufemismo. Otros, como Menchov, un l¨ªder que con la cabeza controla piernas y bicicleta, ven un corredor que se apaga poco a poco; otros, como Mancebo, que empieza cortado y luego enlaza, ven la oportunidad de ganar la Vuelta. Y temen la pesadilla que se lo impida.
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