Barney 'in love'
Si uno se enfrenta al trabajo de Matthew Barney (San Francisco, 1967) con la mirada del cr¨ªtico no puede llegar muy lejos. Porque el artista californiano, con toda su fuerza barroca y su debilidad argumentativa, no hace m¨¢s que amarse a s¨ª mismo como cualquier pintor que adora su paleta. Ejercicio est¨¦ril para el que escribe, pues, si ese amor no ha alcanzado a las musas de primer orden, aunque en medio de ese solipsismo el amante sea capaz de arriesgarse a la incomprensi¨®n o al desprecio con tal de mantener viva la llama de su ideal.
Matthew Barney, Ahab contempor¨¢neo, el perfecto americano a la b¨²squeda de la justicia moral, fue en sus inicios un ser obsesionado y monomaniaco que navegaba a la conquista del mundo absorto en su simbolismo c¨®smico y para quien la venganza contra cualquier ortodoxia lo era todo. Pero, ay, Barney ha cambiado, ha transmutado su personaje de capit¨¢n cu¨¢quero en el objeto de su obsesi¨®n, la ballena. De manera que para sus admiradores y la larga legi¨®n de personas que detestan sus trabajos ya no desea ser m¨¢s un s¨¢tiro celta, ni siquiera el reconocido asesino Gary Gilmore, personaje que ¨¦l mismo interpret¨® en su ¨¦pico Cremaster cycle, donde el nombre del m¨²sculo que sostiene los test¨ªculos y hace que ¨¦stos se muevan de acuerdo con los cambios de temperatura, la estimulaci¨®n o el miedo, le sirvi¨® de met¨¢fora para componer cinco interminables filmes sobre el polimorfismo de la sexualidad y las mascaradas masculinas. En la serie Cremaster, la lista de frikis es amplia: Norman Mailer, disfrazado del mago Houdini; la atleta y modelo paral¨ªmpica Aim¨¦e Mulins, transformada en un leopardo, o el escultor Richard Serra, que en su papel de jefe de una secta mas¨®nica lanza pegotes de vaselina caliente sobre las rampas del Guggenheim neoyorquino. Las localizaciones tambi¨¦n son extremas: Cremaster 1 transcurre en Boise, el pueblo de la infancia de Barney, en Idaho; Cremaster 2, en las monta?as rocosas; la ¨²ltima pel¨ªcula, Cremaster 3, en el rascacielos Chrysler de Manhattan, mientras que las dos restantes se sit¨²an respectivamente en el circuito de carreras de la isla de Man y en unos ba?os p¨²blicos de Budapest. Adem¨¢s, la secuencia de rodaje de las pel¨ªculas que componen el ciclo recuerda al orden de entregas de Star Wars, empieza con Cremaster 4 en 1994 y se cierra con Cremaster 3 en 2002.
Barney da un paso m¨¢s all¨¢ de sus teor¨ªas y analog¨ªas fant¨¢sticas sobre la gimn¨¢stica y la sexualidad
Drawing Restraint parte de un motivo universal en arte, el de la audacia f¨¢ustica
En el filme, Barney y la cantante islandesa Bj?rk son dos ballenas antropomorfas
Pero dec¨ªamos que Matthew
Barney ha traspasado el espejo, se ha enamorado de la ¨²nica artista que pod¨ªa entenderle y ha fundado su propia religi¨®n. Y as¨ª, en su ¨²ltima locura, que titula Drawing Restraint (una frase que podr¨ªa expresar la importancia de la fuerza de los m¨²sculos del cuerpo a trav¨¦s de la resistencia y c¨®mo esta contenci¨®n es b¨¢sica para el desarrollo de la creatividad), da un paso m¨¢s all¨¢ en sus teor¨ªas y analog¨ªas fant¨¢sticas sobre la gimn¨¢stica y la sexualidad para decidir que las g¨¦lidas aguas donde habitan los cet¨¢ceos son las ideales para quienes practican el amor sin l¨ªmites. En el filme, Barney y la cantante islandesa Bj?rk son dos ballenas antropomorfas, o mejor, un hombre y una mujer que respiran y expulsan el chorro de agua por la base del cuello, y que, en pleno acto sexual, cercenan sus cuerpos con un cuchillo de samur¨¢i hasta desaparecer en las aguas manchadas de sangre, en medio del mar de Jap¨®n. Toda la acci¨®n transcurre en un barco ballenero, el Nisskin Maru, que navega en las aguas que ba?an la bah¨ªa de Nagasaki, en el extremo oeste del archipi¨¦lago japon¨¦s. All¨ª comienza esta historia. Un bello suicidio despu¨¦s de la ceremonia del t¨¦.
El estreno de Drawing Restraint transcurri¨® durante los meses de julio y agosto en el 21st Century Museum of Contemporary Art de Kanazawa. Una exposici¨®n con todos los artilugios y atrezos utilizados en la producci¨®n de la obra, las fotograf¨ªas y la exhibici¨®n del filme de dos horas y quince minutos -salas a rebosar, aun en los d¨ªas previos al cierre, el pasado 25 de agosto- han simbolizado en primicia mundial el bautismo art¨ªstico de la explosiva pareja Barney & Bj?rk en la ciudad que mejor representa la esplendorosa ¨¦poca feudal nipona y que adem¨¢s posee el barrio m¨¢s aut¨¦ntico y mejor cuidado del pasado samur¨¢i.
Drawing Restraint parte de un motivo universal en arte, el de la audacia f¨¢ustica, simbolizado en la construcci¨®n y transformaci¨®n de una enorme escultura de vaselina l¨ªquida que Barney titula The field. En el transcurso del filme asistimos a los esfuerzos de la tripulaci¨®n ballenera para moldear, verter, trocear y reformar en la cubierta del barco esa gran masa informe que esconde una energ¨ªa f¨®sil prehist¨®rica. Paralelamente, en una habitaci¨®n en el interior de la nave, se desarrolla la ceremonia del t¨¦ entre dos visitantes occidentales, que previamente han embarcado y son desnudados, ba?ados y cubiertos con una vestimenta propia de los rituales de boda sinto¨ªstas. En dicha ceremonia son informados -el ¨²nico momento de di¨¢logo hablado- por un viejo anfitri¨®n de la historia del barco, y es cuando estalla una fuerte tormenta que provoca la destrucci¨®n de la habitaci¨®n del tatami, inundada por olas de vaselina l¨ªquida que parecen provenir de The field.
Es el momento culminante de la pel¨ªcula. Los dos amantes no quieren perderse, buscan sus bocas, delicadamente, se abrazan mientras el l¨ªquido viscoso va subiendo de nivel, queda poco aire en la habitaci¨®n. Es hora de la transformaci¨®n. Los "invitados" comienzan a abrirse las carnes con un cuchillo, mudan la piel, la pasi¨®n crece. Respiran como dos ballenas, sus colas agitan la vaselina ensangrentada hasta que renacen como enormes sirenas, inmersos en un acto de amor perfecto. Mientras, la gran escultura que permanec¨ªa en cubierta descubre el esqueleto de un gran cet¨¢ceo, y el barco recobra el rumbo despu¨¦s de la cat¨¢strofe, navegando entre azulados icebergs. En la ¨²ltima escena del filme vemos dos ballenas que dejan atr¨¢s el barco, rumbo a la Ant¨¢rtida.
Drawing Restraint tiene su continuidad en las salas del museo, donde el visitante puede contemplar los dibujos que inspiraron el filme y algunos materiales dispuestos en las ya famosas vitrinas de Barney. Nadie dir¨ªa que estos trabajos tienen algo que ver con el fetichismo cham¨¢nico de Joseph Beuys, pero existe una tensi¨®n mental con la posibilidad de imaginarlo. Fuera de esto, las pulsiones objetuales de Barney, los millonarios montajes de sus exposiciones, no hacen m¨¢s que ir contra la fibra de su propio genio.
Pero el gran acierto del filme es, sin duda, la banda sonora, una m¨²sica creada por la carism¨¢tica Bj?rk que huye del empacho propio de los clich¨¦s etnofusi¨®n. Compuesta para uno de los instrumentos m¨¢s antiguos de oriente, el sho, un tipo de flauta de quince pipas diferentes muy apreciado en las ceremonias del siglo XVIII en Jap¨®n, ha sido ejecutada por actores de Teatro Noh y por una de los m¨²sicos m¨¢s importantes del mundo en esta especialidad, la bell¨ªsima Mayumi Miyata, que aparece en el filme trenzada de perlas, mezcla de Euterpe y Afrodita.
No se puede pedir mucho m¨¢s de Matthew Barney, un artista que sabe salirse tan bien por la tangente, aunque sus m¨²sculos a veces nos acalambren.
Matthew Barney. Drawing Restraint. 21st Century Museum of Contemporary Art de Kanazawa (Jap¨®n). Itinerancia oto?o: Samsung Museum of Art. Se¨²l (Corea). San Francisco Museum of Modern Art. Estados Unidos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.