Fiesta Milladoiro
Hace tiempo que Milladoiro dej¨® de ser s¨®lo un grupo de m¨²sica tradicional y folcl¨®rica. Ahora es bastante m¨¢s que eso: una met¨¢fora, una asociaci¨®n de ideas. Igual que Irlanda y los Chieftains o Euskadi con Oskorri, pensar en Milladoiro es como ponerle banda sonora a la Galicia del ¨²ltimo cuarto de siglo. De los ¨²ltimos 26 a?os, para ser m¨¢s precisos: los transcurridos desde que Rodrigo Roman¨ª, Ant¨®n Seoane y compa?¨ªa debutasen ante el p¨²blico en el colegio de los Salesianos de A Coru?a y se animaran a grabar el seminal y a¨²n balbuceante A Galicia de Maeloc.
El octeto ha querido ahora hacer balance y compendio de estas bodas de plata con 25 (Discmedi), una colecci¨®n de lecturas actualizadas de algunas piezas emblem¨¢ticas en su repertorio, junto a un par de nuevas composiciones. Les flanquean en el ¨¢lbum algunos de sus c¨®mplices musicales predilectos: la violinista irlandesa Eileen Ivers, la flautista norteamericana Rhonda Larson, la cantante veneciana Claudia Ferronato (del grupo Calicanto) y dos pupilos con pedigr¨ª: la gaitera Susana Seivane y Anxo Pintos girando la manivela de su zanfona.
"Quiz¨¢ representemos no s¨®lo un g¨¦nero musical sino tambi¨¦n una lengua y una manera de ser de todo un pueblo"
El sonido de Milladoiro siempre se ha caracterizado por su esp¨ªritu artesanal, preciosista y minucioso, lo que encaja con el car¨¢cter mismo de sus integrantes. "Hemos tardado casi dos a?os en acabar este disco porque modificamos una y mil veces el listado de canciones", revela con media sonrisa el gaitero, obo¨ªsta y mandolinista Pepe Ferreir¨®s. "Al final optamos por prescindir de algunos t¨ªtulos muy conocidos en nuestra discograf¨ªa porque retocarlos nos parec¨ªa casi un sacrilegio. Pero es cierto: somos muy puntillosos, le damos demasiadas vueltas a las cosas y, claro, somos muchos a la hora de dar vueltas...".
Ferreir¨®s, responsable en la banda de buena parte de la investigaci¨®n musicol¨®gica, no conoce con certeza el secreto de una longevidad que ha resistido varios cambios en la formaci¨®n y hasta la marcha de Rodrigo Roman¨ª, uno de sus fundadores. "Supongo que ha ayudado esa costumbre nuestra a conversar mucho, a invertir durante los ensayos casi tanto tiempo tocando como intercambiando ideas e impresiones", anota. Tambi¨¦n ha influido una de las singularidades m¨¢s controvertidas del grupo, la firma colectiva de cualquier composici¨®n propia. "Fue una manera de renunciar a los egos, a esas peque?as parcelas de gloria particular. Hemos querido preservar la marca Milladoiro por encima de las individualidades", argumenta el gaitero.
La f¨®rmula puede resultar dis-
cutible, pero funciona. En estos 25 a?os, Milladoiro ha tenido tiempo para facturar 17 discos (algunos, como Castellum honesti o Galicia no pa¨ªs das maravillas, imprescindibles para comprender la idiosincrasia musical gallega) y ofrecer m¨¢s de un millar de conciertos por todos los confines, desde Jap¨®n a Argentina, Florencia o la catedral neoyorquina de Saint John the Divine. Atesoran el Premio de la M¨²sica a la mejor canci¨®n en gallego (Moraima), un Goya por la banda sonora de La mitad del cielo y la medalla Castelao de la Xunta. Con todo, nunca han querido perder su p¨¢tina de modestia ("me horroriza que nos vean como unas vacas sagradas", exclama Ferreir¨®s) y confiesan que s¨®lo se tambale¨® su talante circunspecto cuando en 1984 les concedieron un galard¨®n en apariencia modesto, el Pedr¨®n de Ouro. "?ramos muy j¨®venes y nos encontramos con un reconocimiento que se le sol¨ªa otorgar a la intelectualidad. Fue un espaldarazo de la sociedad civil m¨¢s comprometida con Galicia, un honor y, quiz¨¢, una responsabilidad demasiado grande...".
Con todo, Xos¨¦ Vicente Ferreir¨®s admite que a estas alturas la banda puede haber alcanzado unas dimensiones patrimoniales en las provincias gallegas y, en general, entre los aficionados a las m¨²sicas terru?eras. "Quiz¨¢ representemos no s¨®lo un g¨¦nero musical sino tambi¨¦n una lengua y una manera de ser de todo un pueblo", apunta. El grupo hizo bandera del gallego incluso durante la d¨¦cada de los ochenta, cuando grababa para la todopoderosa CBS. "Eran momentos en que no bastaba con hacer m¨²sica: hab¨ªa tambi¨¦n que normalizar el pa¨ªs. Y, en honor de la verdad, en la multinacional acabaron transigiendo con todo. Incluso no se atrevieron a adjudicarnos nunca un productor musical, que era una figura muy en boga por aquella ¨¦poca...
Ahora, en cambio, trabajan para una compa?¨ªa independiente barcelonesa, una tierra que siempre les ha recibido con calurosa simpat¨ªa y en cuyo Palau de la M¨²sica han ofrecido algunos de sus recitales m¨¢s memorables. En 25 revisitan su pasado, en ocasiones con arreglos muy audaces (Aires da farruqui?a), entregan una preciosa canci¨®n vocal (Voar¨ªa a Compostela) y agregan a su legado una melod¨ªa, Mourind¨¢, que permaneci¨® durante a?os entre los legajos de Ferreir¨®s sin que nadie reparase en su hermosura. "Es incre¨ªble c¨®mo con apenas cuatro notas transmite tanta hondura gallega, pero tambi¨¦n influencias del Camino del Santiago, Centroeuropa o la huella morisca", relata su tard¨ªo descubridor. Y concluye: "La tradici¨®n tiene estas cosas. Despu¨¦s de 25 a?os desempolvando cancioneros y melod¨ªas, sigues top¨¢ndote con p¨¢ginas que te deslumbran. Esta sociedad de la informaci¨®n de nuestros d¨ªas abarca mucho, pero corremos el peligro de condenar al olvido algunas herencias que podr¨ªamos perder para siempre.
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