Marte con pies de barro
NO LLEG? A ALCANZAR el encono de la "guerra civil de palabras" entre aliad¨®filos y german¨®filos durante los a?os de la Gran Guerra; ni el grado de virulencia dial¨¦ctica que rode¨® el debate sobre la permanencia de Espa?a en la OTAN a mediados de los ochenta; pero la tercera gran pol¨¦mica que hemos mantenido en cien a?os sobre cuestiones relativas a la posici¨®n de Espa?a en la escena internacional -su papel en la guerra de Irak- a punto estuvo de escindir a la opini¨®n p¨²blica en dos frentes de batalla: los que defend¨ªan que est¨¢bamos ante la gran ocasi¨®n de situar a Espa?a, sin complejos, en el lugar que le correspond¨ªa, y los que combatieron las razones que motivaban un compromiso tan firme en una causa tan oscura.
En medio de ese debate apareci¨® por Europa -tambi¨¦n, puntualmente, en Espa?a- un panfleto, obra de un publicista m¨¢s altivo que sabio, Robert Kagan, que era poco m¨¢s que la ampliaci¨®n hasta cien folios de una met¨¢fora que pod¨ªa contarse en cien palabras: que por efecto de una larga siesta mecida por el bienestar y los cantos de sirena, Europa, antes segura de s¨ª, conquistadora, se hab¨ªa convertido en Venus, a la par que Estados Unidos, triunfador primero del nazismo, luego del comunismo, se hab¨ªa transformado en Marte. Si Venus permanec¨ªa ensimismada en su belleza, despertar¨ªa alg¨²n d¨ªa sumida en una inevitable decadencia como ya anunciaban los signos de vejez mostrados por Francia y Alemania. Marte, sin embargo, consciente de su fuerza y convencido de su raz¨®n, se aprestaba a culminar su recorrido triunfal completando la misi¨®n que el destino le hab¨ªa encomendado: extender la democracia por toda la faz de la tierra.
Reaviv¨® aquel insignificante pero eficaz panfleto entre nosotros un viejo y muy arraigado complejo franc¨®fobo y se aplaudieron cosas como que Espa?a, por fin, se hab¨ªa sacudido la losa de dos siglos de proteccionismo franc¨¦s; se celebr¨® la llamada vocaci¨®n atl¨¢ntica de Espa?a, algo as¨ª como su destino manifiesto, a trav¨¦s de una alianza privilegiada con Estados Unidos, para colocarse a la cabeza del mundo hispano, incluyendo en ese mundo a los hispanos del Norte. El r¨¢pido triunfo en la no-guerra de Irak extendi¨® entonces, entre el think tank que arropaba y jaleaba al anterior presidente del Gobierno, la euforia propia de quienes ven cumplidas las profec¨ªas que anuncian: hab¨ªan ganado, Kagan ten¨ªa raz¨®n, Europa estaba vieja y Estados Unidos, antes infancia del mundo, se convert¨ªa ahora en su ¨²nico futuro: no hab¨ªa m¨¢s que ponerse a su escuela, aprender la lecci¨®n y aplicarla.
Todo esto es de ayer mismo: no han pasado ni tres a?os. Pero, como todas, aquella borrachera ha tenido dos amargos despertares. Uno: Estados Unidos, lejos de crear un nuevo orden en Irak, ha sido causa de su desolaci¨®n y ruina; dos, Estados Unidos ha sido incapaz de evitar una cat¨¢strofe humanitaria en su propio suelo. Caos y muerte en Irak, anomia y muerte en Luisiana: ninguno de estos dos fen¨®menos es para que nadie se frote las manos; los dos juntos son, por el contrario, causa de preocupaci¨®n, no s¨®lo por las vidas sacrificadas, sino porque esta doble muestra de debilidad de la gran potencia americana introduce, en un mundo ya complicado, un motivo suplementario de incertidumbre y desorden.
Pero que estas dos cat¨¢strofes, Irak y Luisiana, hayan ocurrido no quiere decir que fueran, ninguna de ellas, inevitables. En su dimensi¨®n final, ambas son resultado de la arrogancia de un poder tan embriagado de su propio triunfo que ha saltado por encima de las razones que lo hicieron posible. ?sta no es la Am¨¦rica de Wilson, menos a¨²n la de Roosevelt; ¨¦sta es la Am¨¦rica de Bush y de la corte de neocon que, pretendiendo inaugurar un "nuevo siglo americano", han reducido el Estado a una potente m¨¢quina de guerra, sacudi¨¦ndole de encima la carga de todos los programas sociales y despreciando todos los compromisos para la construcci¨®n de un orden mundial justo y equilibrado: Marte, dios de la guerra, no puede haber m¨¢s que uno.
Pero Marte ten¨ªa los pies de barro: por debajo de la m¨¢quina de guerra no hay m¨¢s que vac¨ªo. Quiz¨¢ el despertar a esta evidencia ayude -tambi¨¦n, aunque por diferentes razones, a nosotros- a pensar de nuevo el Estado, a poner a buen recaudo a los profetas de su adelgazamiento como agente de bienestar social, y a dedicar una segunda mirada a lo que se nos puede venir encima si todo lo que no es maquinaria militar y policial se abandona a la mano ahora tan visible del mercado... o se dispersa y atomiza en fragmentos blindados.
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