Retiradas sospechosas
La lucha antidopaje toma atajos subterr¨¢neos durante la carrera espa?ola
Antes de que, aplastados sobre las bicicletas, agarrados con las manos r¨ªgidas al manillar, sin fuerzas para soltarse, empezaran a surgir de entre la niebla los corredores; antes de que desde Francia, v¨ªa Journal de Dimanche, llegara la informaci¨®n de que, probablemente, una de las orinas descongeladas del Tour del 99 con restos de EPO sint¨¦tica pertenece a Manuel Triki Beltr¨¢n, entonces gregario de Z¨¹lle, ahora de Armstrong; antes de que la etapa se convirtiera en una resonante victoria del Liberty; antes de eso, se pas¨® por la sala de prensa Santi P¨¦rez, delgadez de ciclista pegada a los huesos, y record¨® que, paralela a la carrera por el maillot amarillo, se disputa en el pelot¨®n una competici¨®n sin reglas: la de la caza del dopaje.
De la posible EPO de Beltr¨¢n en el Tour del 99 a los polvos para que la orina no sea analizable
P¨¦rez contaba a todos el estado de su caso. Recordaba que cumpl¨ªa una sanci¨®n de dos a?os porque en un an¨¢lisis se detect¨® que hab¨ªa recurrido a una transfusi¨®n con sangre de otra persona para mejorar su rendimiento, pero que, en realidad, un a?o despu¨¦s de los hechos, nadie le ha demostrado con certeza que la sangre analizada fuera la suya. Explicaba que s¨®lo despu¨¦s de que Madrid 2012 hubiera perdido la carrera por los Juegos hab¨ªa sido admitido en los tribunales su recurso civil y que tiene dudas de que aqu¨¦lla fuese su sangre porque la extracci¨®n hab¨ªa sido chapucera, en un despacho de la UCI, y los albaranes de las neveras en las que deb¨ªa estar guardada no coincid¨ªan.
Tenga raz¨®n o no el ciclista que termin¨® segundo en la Vuelta de 2004, su caso saca a la luz el camino subrepticio, casi secreto, de pactos por debajo de la mesa que la UCI est¨¢ siguiendo, del brazo de los equipos, contra el dopaje.
Hay normas no escritas, sanciones encubiertas, pactos de silencio y guantes de poliuretano, de uso quir¨²rgico, en la sala de espera del cami¨®n del control cotidiano. Hay silencio, pero algo se sabe. Hay un pacto seg¨²n el cual aquel corredor que, en los controles de sangre en los que se les mide la hemoglobina, el hematocrito y los reticulocitos, ofrezca unos valores elevados, rozando el umbral permitido pero no super¨¢ndolo, debe abandonar la carrera silenciosamente alegando un dolor de espalda o una diarrea. Si supera los valores, p¨²blicamente se anuncia su problema, su retirada y su par¨®n biol¨®gico de 15 d¨ªas. "En efecto, varios han abandonado por este asunto", confirma una dirigente de la carrera, que no entra a valorar la justicia o la injusticia de una medida que convierte en sospechosos a todos los que la dejen sin aportar como prueba de pureza una clav¨ªcula fracturada, una costilla fisurada, una ca¨ªda atroz...
La Vuelta la empezaron 197 corredores y quedan 141: 56 retirados. Si descontamos los llegados fuera de control, heridos, enfermos y ca¨ªdos, quedan m¨¢s o menos una treintena de retirados sin explicaci¨®n, de sospechosos. "Pero no", explican fuentes de la UCI, "sospechosos del primer control,en las v¨ªsperas, s¨®lo hab¨ªa 19".
Otra manera de distinguir a los sospechosos es apostarse en el cami¨®n del control al final de cada etapa. Diariamente, pasan por all¨ª, aparte del ganador y el l¨ªder, tres o cuatro corredores elegidos seg¨²n el grado de sospecha con que consten en los ficheros de la UCI y un par m¨¢s para despistar, para que no sean demasiado conspicuos los sospechosos. Esta maniobra, evidentemente, convierte tambi¨¦n en sospechosos a todos los que entren por la puerta del cami¨®n cuando el tratamiento que reciben en el interior es muy variado. A quienes acuden para despistar les dejan salir sin orinar. A los normales les solicitan la orina sin m¨¢s. A los sospechosos les obligan a desnudarse y a ponerse guantes antes de tomar en su mano el frasquito. Es la forma m¨¢s eficaz para luchar contra los polvitos m¨¢gicos, de proteasas que, vertidos en la orina, la enturbian, la convierten en no analizable. Estos polvos, de origen extreme?o, seg¨²n unos, o vasco, seg¨²n otros, llevan dos a?os circulando por el pelot¨®n entre las u?as y los pliegues de las manos de algunos h¨¢biles ciclistas.
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