Lolita
Tendr¨ªa ahora 62 a?os, y quiz¨¢ una nieta de 12, a la que habr¨ªan puesto otro nombre para alejar de ella el morbo famoso. Hoy nadie publicar¨ªa esa novela salvo en colecciones pornogr¨¢ficas; nadie har¨ªa ninguna de las dos pel¨ªculas de Lolita. Cost¨® trabajo aquel libro: Nabokov tuvo que llevarlo a Olimpia Press, que hab¨ªa ya salvado a grandes escritores: Lawrence (El amante de Lady Chatterly) o Henry Miller (los Tr¨®picos). La editorial, eso s¨ª, ha tenido que emigrar, como algunos de sus autores. Ahora est¨¢ en la Isla de Wright, entre dos aguas. El cincuentenario del libro m¨¢s famoso del siglo XX -no el mejor, aunque excelente- sirve sobre todo para recordar que en estos tiempos no podr¨ªa, tampoco, ser publicado normalmente; mucho menos, que se hicieran dos pel¨ªculas. Menos a¨²n, en Estados Unidos. El pudor y moral de Bush han invadido el pa¨ªs (?o es esa moral la que coloc¨® a Bush?); la verg¨¹enza se ha ido a esa especialidad nada m¨¢s y la censura consiste en que las editoriales, las televisiones, el cine, no se enfrenten con las asociaciones beatas: s¨®lo la calificaci¨®n de prohibido para menores hace rechazar la pel¨ªcula en las salas.
Hoy no se podr¨ªa rodar La peque?a -su escenario natural, en el Nueva Orleans franc¨¦s, estar¨¢ inundado-, ni El amante de China del Norte, de Marguerite Duras (ni su Amante inglesa). Ni un musical tan conmovedor como Gigi, donde Maurice Chevalier cantaba una alabanza a Dios por la creaci¨®n de jeunes filles. Sin embargo, la vida real no va por ese camino. Como todo. La censura no evita nada: solamente alegra a los ungidos por alguna gracia, o por "la" Gracia. Y siempre est¨¢n insatisfechos, y siempre a?aden su torna al puchero del poder. Cuando Pilar Mir¨®, que no hab¨ªa sido una ni?a modelo, autoriz¨® los cines X, puso tales condiciones -salas vergonzosas, precios altos- que se fueron cerrando. Es cierto que la pornograf¨ªa infantil es otra cosa, y la ley la persigue hasta en los ¨²ltimos ordenadores de la buhardilla m¨¢s siniestra. Pero con este Gobierno se han fijado los horarios de televisi¨®n para pel¨ªculas ligeramente obscenas, vagamente terror¨ªficas. Hay "horarios de ni?os". Ah, aparte de eso: lo que quiero es recordar la calidad literaria de primer orden que tienen las Lolitas. Nabokov, Miller, Colette, Duras...
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