La digesti¨®n del Este dura ya quince a?os
Las transferencias econ¨®micas del Oeste no han logrado limar las diferencias entre las dos Alemanias 15 a?os despu¨¦s de la unificaci¨®n
El 21%, uno de cada cinco alemanes, querr¨ªa que hoy de nuevo un muro separara el Este del Oeste del pa¨ªs. En Baviera, la proporci¨®n llega a uno de cada tres. En el Este, en los llamados "nuevos Estados", en el territorio de lo que en su d¨ªa fue la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA), s¨®lo un 12% desea la vuelta del muro que hab¨ªa convertido su pa¨ªs en una c¨¢rcel. Cuando se aproxima el 16? aniversario de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el 15? de la desaparici¨®n de la RDA comunista, deglutida por la Alemania occidental, triunfadora en la competencia entre los dos sistemas enfrentados durante la guerra fr¨ªa, la digesti¨®n ha resultado mucho m¨¢s dif¨ªcil de lo esperado.
La econom¨ªa del Este depende, y depender¨¢ todav¨ªa durante muchos a?os, de las transferencias del Oeste, que ascienden cada a?o a unos 80.000 millones de euros, un 4% del Producto Interior Bruto (PIB) alem¨¢n. Las transferencias netas anuales entre las dos Alemanias equivalen a unas diez veces la cantidad que recibe Espa?a de la UE en ese mismo periodo de tiempo. Los resentimientos y prejuicios entre los alemanes del Este, los llamados ossis, y los del Oeste, los wessis, persisten. Los comportamientos electorales divergen a un lado y a otro de lo que un d¨ªa separ¨® el muro de Berl¨ªn.
Las transferencias entre las dos Alemanias es diez veces mayor de lo que recibe Espa?a de la UE
Los del Este se quejan de su situaci¨®n, con salarios m¨¢s bajos y doble tasa de paro
Un estudio de la fundaci¨®n democristiana Konrad Adenauer sobre Posibilidades de Desarrollo Econ¨®mico en las Regiones de D¨¦bil Estructura en el Este de Alemania constata ya en su introducci¨®n: "La tantas veces conjurada equiparaci¨®n de las condiciones de vida permanece hasta ahora alejada en el tiempo y no se puede excluir que se produzca en muchas regiones un nuevo retroceso. Muchos, sobre todo los j¨®venes, sacan para s¨ª mismos la conclusi¨®n de que ser¨ªa mejor buscar su suerte en otra parte".
El semanario Der Spiegel public¨® a finales de agosto un reportaje elaborado por siete redactores titulado 'El alarido del Este', en el que se critica el silencio de los partidos sobre el problema Este-Oeste durante la campa?a electoral. Hasta la ca¨ªda del muro, la candidata democristiana (CDU/CSU), Angela Merkel, antes de hacer carrera pol¨ªtica en Bonn, vivi¨® en el Este. Esta circunstancia vital de Merkel no se ha traducido en una atenci¨®n especial en su campa?a a la dif¨ªcil digesti¨®n de la antigua RDA.
El canciller federal socialdem¨®crata (SPD), Gerhard Schr?der, tiene buenos motivos para soltar el tema como si fuese una patata caliente. Schr?der gan¨® las elecciones hace tres a?os en gran medida por los votos del Este de Alemania. Su reacci¨®n ante las inundaciones en Sajonia y su oposici¨®n a la pol¨ªtica belicista de EE UU hacia Irak recibi¨® la recompensa en votos de un electorado que se sent¨ªa marginado y muy sensible a los temas de la paz con los que durante m¨¢s de cuatro d¨¦cadas la propaganda comunista bombarde¨® a la poblaci¨®n. Sus votantes de entonces se encuentran ahora decepcionados por sus planes de recortes sociales. Der Spiegel constata que los partidos reprimen durante la campa?a que "en los nuevos Estados hace tic-tac una bomba de tiempo. El hasta ahora tratado con mimo consenso de las transferencias -nosotros pagamos y vosotros os manten¨¦is quietos- no puede conservarse para siempre. La ilusi¨®n de la equiparaci¨®n de las condiciones de vida ha resultado ser lo que fue desde un principio: una ilusi¨®n". Hace un a?o, el presidente federal, Horst K?hler, desencaden¨® un esc¨¢ndalo al afirmar que hab¨ªa llegado el momento de tomar conciencia de que las condiciones de vida no pod¨ªan ser las mismas en toda Alemania. Sostiene K?hler que pretender eliminar las diferencias "cimienta el Estado subvencionador y echa encima de las generaciones venideras una carga insoportable".
K?hler expres¨® lo que muchos alemanes sienten, sobre todo los wessis hartos de contribuir al desarrollo de los ossis a costa de su propio bolsillo y situaci¨®n econ¨®mica. Existe la costumbre en Alemania de que los diputados inviten de vez en cuando a visitar la sede del Parlamento Federal (Bundestag) en Berl¨ªn a ciudadanos de su distrito. Un diputado wessi contaba estos d¨ªas la reacci¨®n de algunos de esos visitantes que desde la c¨²pula del Reichstag contemplaban el panorama de gr¨²as en el Berl¨ªn Oriental: "Mis votantes regresaron a casa con la sensaci¨®n de que all¨ª se iba el dinero que pagan de m¨¢s en los impuestos por la tasa de solidaridad con el Este mientras que en sus pueblos faltan fondos para reparar las calles o arreglar la piscina p¨²blica".
Al t¨®pico de los ossis llorones replican del otro lado con el de wessis prepotentes. Los del Este se quejan de su situaci¨®n, con salarios m¨¢s bajos, doble tasa de parados y la falta de perspectivas que obligan a emigrar al Oeste, e incluso en ocasiones a la vecina Polonia, o resignarse a vegetar con lo que paga la seguridad social por el paro. Incluso en esto se refleja la diferencia entre el Este y el Oeste. Los wessis parados de larga duraci¨®n perciben 345 euros, adem¨¢s del alquiler, la calefacci¨®n y gastos b¨¢sicos pagados. Los ossis cobran 331 euros y se consideran discriminados respecto a los wessis.
En muchos casos el estereotipo de llorones no carece de una cierta base. Hace un a?o las ciudades del este de Alemania se convirtieron cada lunes en escenario de manifestaciones contra los recortes sociales de la Agenda 2010 del Gobierno SPD-Verdes. Un ciudadano llamado Bernd G?gelein adquiri¨® sus minutos de fama merced a una foto que le mostraba en primer plano mientras dirig¨ªa un monumental corte de manga al canciller Schr?der en la peque?a ciudad de Wittenberge, en el Estado federado de Sajonia-Anhalt. La revista Stern descubri¨® que G?gelein, que trabajaba en una f¨¢brica de encargado del transporte de materiales, llevaba 10 a?os en paro. Con el paro, subsidio por dos hijos y un par de trabajos G?gelein ingresaba 1.740 euros mensuales. Tras pagar 240 de alquiler por su vivienda de cuatro habitaciones y 110 para el gas y la electricidad, a G?gelein le quedaban 1.390 para vivir, el coche, tel¨¦fono m¨®vil y el ocio familiar. Una situaci¨®n nada desesperada gracias a la todav¨ªa tupida red de seguridad social alemana. Esto no impidi¨® a G?gelein tomar el coche y viajar 30 kil¨®metros hasta Wittenberge para lanzarle un corte de manga a Schr?der. Wittenberge puede servir como ejemplo del ¨¦xodo sufrido por el este de Alemania tras la reunificaci¨®n. En 1990, el n¨²mero de habitantes ascend¨ªa a 32.500 y esa cifra hab¨ªa ca¨ªdo a 20.639 en 2003.
En Berl¨ªn resulta hoy casi imposible mostrar a los visitantes alg¨²n vestigio del muro que hace 16 a?os divid¨ªa la ciudad. La desaparici¨®n del muro no ha tenido correspondencia en los comportamientos pol¨ªticos de los berlineses. Una ojeada a los resultados de las elecciones federales de 2002 lo pone de manifiesto. En el distrito occidental de Reinickendorf, s¨®lo un 5% de los berlineses occidentales vot¨® por los poscomunistas del Partido del Socialismo Democr¨¢tico (PDS). Este distrito linda con el oriental de Pankow y estaban separados por el muro ahora desaparecido. En Pankow, el PDS consigui¨® un 42% de votos.
En el Este, los poscomunistas del PDS, los herederos del partido comunista, cuentan con un potencial de voto en torno a un 30%. Esto indujo al presidente socialcristiano (CSU), el primer ministro de Baviera Edmund Stoiber, a acusar de "frustrados" a los votantes del este de Alemania y lanzar la frase: "S¨®lo los terneros tontos eligen a sus matarifes". M¨¢s madera para el enfrentamiento ossis-wessis.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.